La foto es del año pasado cuando estuvimos en Santiago de Compostela. La fachada de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora María Salomé.
Por Cristóbal Gómez Conejo,en agosto de 1937.
Llegó la hora de
cumplir la terrible sentencia. El populacho seguía con grandes alaridos y
manifestaciones canallescas, pronunciando de vez en cuando aquellas palabras de
!! Crucificadle !! Había llegado el momento de cumplirse en todas partes la
profecía: el Hijo de Dios caminaba con paso lento, pero firme, hacia el Monte
Calvario.
Sólo un grupo de
mujeres mezcladas con la multitud que los hombres le imputaba. Ellas, con
palabras de consuelo endulzaban aquellas llagas que la mano del hombre impío
había producido desgarrando su Sagrado Cuerpo.
Llegaron al pié
del Monte y ellas presenciaron el terrible suplicio. Ellas escucharon sus
últimas palabras perdonando a la multitud frenética de odios y venganzas.
Ellas, al expirar, recogieron su Cuerpo ensangrentado y con albas vestiduras lo
llevaron al Santo Sepulcro.
En estas Santas
mujeres, estaba Salomé, mujer del Cebedeo.
Ella fue quien en
cierto encuentro con el Divino maestro pidió como gracia especial que colocara
a sus benditos Hijos Santiago y Juan uno a su diestra y otro a su siniestra en
el Trono Celestial.
En esta petición
se comprende hasta donde llegaba el Santo Egoísmo de aquella Madre, madre de
los apóstoles predilectos, Santiago, Patrón de España, héroe de la batalla de
Clavijo, que venera en Compostela y Juan Evangelista.
Esto sucedía hace
muchos años. Todos hemos lo hemos oídos en boca de nuestras madres al calor de
la lumbre. Todos sus buenos hijos llevamos en nuestro interior esta Santa
Tradición.
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Han pasado años y
más años, María Salomé aparece sobre un árbol en este rinconcito de la
provincia de Huelva, llenando de santa veneración a nuestros abuelos que le
erigen una Ermita en el lugar.
Así la hemos
visitados desde pequeños, así la hemos llevado en nuestro corazón en cuantos
momentos difíciles se nos has presentados. Pero llegó un día fatídico que los
escribas y fariseos que antaño hicieron acto de presencia en Rusia, invadieron
todo el orbe. Se cumplía aquella maldición divina sobre los judíos, de que no
formarían nación y se dispersarían por el mundo.
Absorbida con su
codicia las finanzas, acapararon el comercio y la industria, eran dueño del
mudo económico, pero de un mundo erróneo, lleno de miserias y engaños. Las
predicaciones invadieron las naciones europeas. De algunas fueron echados por
indeseables, por voluntades férreas como Hitler y Mussolini.
En otras más débiles
encontraron acogida. Esto último sucedió en nuestra España. La semilla fue próspera
y el egoísmo de estos fariseos se antepuso a todo sentimiento y toda tradición.
Nuestra España,
decían, dejaba de ser católica. El Santo Crucifijo era arrojado de los centros
de enseñanza; el laicismo imperaba por la razón de la fuerza y honrados padres
de familia veíamos con lágrimas en los ojos que nuestros hijos; los españoles
del mañana, iban a educarse en un ambiente donde se había sustituido la palabra
de Dios por la repugnante y grosera de Salud.
Pepe el Carnicero en el interior de la Iglesia.
Todos los hombres
dignos pedíamos al Todopoderoso por la pronta terminación de este caos. Pero
tenía que surtir efecto el veneno soviético. El drama, de la misma forma que un
día se desarrolló en el Sinaí, había de repetirse.
Los días calurosos de Julio del pasado año de
1936; las persecuciones de las personas dignas cada día en aumento, los
elementos derechistas se iban encarcelando poco a poco; las peticiones del socorro
rojo aumentaban por procedimiento cada día más violento; los edificios públicos
como el Centro Benéfico de derechas, era asaltado por los fariseos y
convertidos en mataderos de reses para sus orgías.... Pero una mañana un grupo
de desalmados marxistas asaltó nuestro Templo; las imágenes fueron destrozadas
y sus restos como pesada carga echados en un camión que se dirigía a las
afueras de la población. A poco eran pasto de las llamas imágenes tan veneradas
y todo se había reducido a un montón de cenizas.
Pero faltaba
algo.... Un mal hijo de este pueblo advirtió a la legión de fariseos y escribas
que nuestra Santa Patrona nuestra María Salomé se había olvidado y había que
quemarla igualmente.
Las hordas desenfrenadas
volvieron por ellas. No estaba en su camerino no estaba en la Parroquia. Había
que buscarla....
Al fin la
encontraron; se la llevaron de su escondiste, donde manos piadosas la habían
ocultado, fue echada al camión y conducida al Sinaí marxista, y arrojada
sobres las ascuas Santas y a poco todo
había desaparecido...
Nosotros, los buenos
hijos, los que al recordar su trágico fin nos llena de dolor, levantaremos e
este Santo lugar una cruz conmemorativa y entre vítores y aclamaciones
recibiremos en breve la nueva imagen que hará su entada triunfal rodeada de los
suyos mientras en el espacio resonarán gritos de !Viva España Católica! !Viva
Santa María Salomé! !Viva el Glorioso Ejército Salvador de nuestra España.
José García Díaz.
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