Era una gitana
morucha, de ojos garzos, grandes y limpísimos, esta gitana trianera que luces
su cuerpo garboso, arrebujada por un clásico mantón, que contribuye a que su
figura morisca resalte más entre la multitud que desfila por esas calles. Sus
ojos negrísimos, traidores, miran derramando sobre los hombres toda la
fascinación enervadora, capaz de derretir el corazón más duro.
Carmen---como la de
Merimée--- se llamaba esta morena gitana de cutis bronceado y gesto de sultana
del Albaicín. Quisiera amar, como todas, a los hombres de su raza traicionera,
que puebla el mundo con su gente antigua, vestigio de otras épocas española de
dominación y poderío; pero no puede, es una excepción esta Carmen gitana, pues
adora con toda su alma vigorosa a un hombre que no es de su raza, pero ella que
aborrece a los suyos, será capaz de llegar al sacrificio de su amor, si alguien
se interpone entre ellos.
Los gitanos
jóvenes, valientes y enamorados de Carmen, saben los amores de ésta, y se
propuesto asesinar a su novio, antes que consentir que a una gitana le estreche
en sus brazos un hombre que no pertenezca a su raza de héroes.
A oídos de Carmen
ha llegado este rumor y temerosa suerte de su novio, está decidida a que nadie
toque un pelo a su amado.
Fue una noche
invernal, fría; pero clara y nítida como la Primavera, en que la luna--como
lámpara colgante-- iluminaba la calle. Carmen ha salido de su casa envuelta en
un mantón de espuma negro. Va decidida a arrastrar su vida y a impedir la
emboscada que sus paisanos preparan a su novio.
Llega al sitio
señalado por sus gitanos---tres pretendientes que ella aborrece--- y se sienta
junto a un árbol del camino por donde regresa su novio--es periodista---que
vive en las afueras de la capital--- y allí espera el momento oportuno.
Llega al sitio
señalado por sus gitanos en cuyos ojos morenos brilla la venganza traidora, que
es el lema de esta raza. Carmen procura no ser vista por ellos, y éstos tampoco
se dan cuenta del acecho de aquella mujer.
Las doce suena
fatídicas, retumbando en el silencio de la noche. Se oyen los pasos del
sentenciado a muerte por los gitanos, que se parapetan convenientemente.
De repente suena
el fogonazo de un revólver y un hombre cae ensangrentado; los otros dos se dan
a la fuga; es Carmen que acaba de matar a uno de los gitanos, pero en el
momento que va echarse en brazos de su amante estupefacto, unos brazos
vigorosos la detienen y ve con asombro que son los de su padre que la ha
seguido.
----¿Qué has hecho, miserable?-- le dice.
----Nada, padre. En mi corazón amante y gitano, no podía
encerrarse el secreto de la venganza que esos
preparaban contra mi novio. Prefiero que muera uno de mi raza, antes que un
hombre a quien yo adoro, y que no tiene ninguna culpa si mi corazón loco le
busca para que me ame.
----Pero, si ahora tampoco puedes casarte con él.
----Ya lo sé, pero prefiero verlo vivo por ahí, que no muerto
traidoramente por unos gitanos.
Y cayó desmallada
en los brazos de su padre, mientras su novio derramaba lágrimas por la gitana
hechicera, a quien jamás podría poseer y viviría siempre entre gitanos que no
apreciarían la hermosura de su corazón, que solo tenía gitana el nombre, pues
era netamente andaluza, alegre y valiente.
!Pobre gitana
morucha, de trenzas negras y relucientes, que matan tu corazón libre,
esclavizándolo, sin poder volar como los pajarillos en los árboles frondosos de
los paseos...!
Dentro del
apartado de cuentos y leyendas; escogemos este curioso trabajo del periodista,
escritor, funcionario del Consulado
francés en Sevilla llamado E. Mor D´ Iverols, donde nos relata unos hechos que
fueron cierto acaecido en el pueblo de Castilleja de la Cuesta en 1907, y en
donde el novio de la Carmen era su amigo.
José García Díaz.