Del Semanario Federal “El Nuevo Régimen”. Del
martes 22 de Enero 1901. Órgano del Consejo del Partido Republicano página Nº 6.
No hace mucho que
el Senador norteamericano Reveridge, calificó de imprudente la resolución
conjunta del 18 de Abril de 1898, y dijo
resueltamente que no se debía ejecutarla. Ahora la revista “Review of reviews” sostiene que no
se ha de hacer de Cuba una sino una “República Limitada”. O lo que es lo mismo, una República bajo la protección
de los Estados Unidos. Bajo la de Mackinley y su ministro de Guerra, se dice:
más ya se sabe lo que esto significa. ¿Han de ser eternos en el mando ni el
ministro, ni el presidente?
Las razones que
para esto se aduce son peregrinas. Redúcense casi todas a eventualidades de
futuras guerras. Cuba del todo independiente, se dice, podría ser contra
nosotros para naciones extranjeras una formidable fortaleza. Sin Cuba, el canal
interoceánico en proyecto, que se lo lleve por el istmo de Panamá, que por los
ríos y lagos de Nicaragua, ni dará a nuestro tráfico la expansión que necesita.
¡Que
constantemente se lo mire todo bajo el punto de vista de la guerra? La guerra,
¿ha de ser entonces perdurable en el mundo? Los Estados Unidos, ¿deben trabajar
incesantemente por hacer suya la tierra? Hace más de cuarenta años, en el año
1853, decía en su Senado la comisión de relaciones extranjeras: “La ley de existencias para la República es el
crecimiento”; aunque quisiéramos no podríamos desobedecerla. Cuando dejan de
crecer las naciones, entran, como los individuos, en el periodo de la
decadencia. ¿Pensaran ahora lo mismo?
Esta teoría es
completamente falsa. Si fuese verdadera, las naciones todas habrían de pensar
constantemente en ensancharse; y como no podrían hacerlo sino las unas a
expensas de las otras, habría de vivir en perpetua hostilidades y agotar en los
campos de batalla la sangre de los ciudadanos.
El crecimiento
en las naciones, lejos de ser la vida, es la muerte. Quiso Roma avasallar el
orbe, y calló bajo la tiranía de los emperadores, después bajo el yugo de los
bárbaros. Quiso modernamente Francia extender su territorio, y cayó
primeramente bajo la ruda dominación de Bonaparte, después bajo la dura mano de
la Santa Alianza. Es hoy en Europa la extensión de sus tierras menor de lo que
era antes de los estados generales. Ni ¿Qué ganó la antigua Macedonia con las
conquistas de Alejandro?
España y
Turquía eran en el siglo XVI el terror del mundo, y no decayeron ciertamente
por no continuar engrandeciéndose, si no porque no podían abarcar la tierra
sometida, y se habían atraído el odio de las demás naciones. Caerán por la
misma razón en no lejanos tiempos los Estados Unidos, Inglaterra y Rusia.
Los Estados
Unidos, ¿quién duda que decaen? Desgarran la ley en Puerto Rico, luchan en
Filipinas como tuvimos que luchar
nosotros, cuadruplican su ejército y su armada, y van abiertamente por las vías
del imperialismo. Vedlos; están ahora decididos a violar en Cuba la fe que
juraron. Lee no se percata ya en decir que no cesará la ocupación militar, si
la isla se empeña en ser completamente libre.
Amenazan los cubanos con volver a las
armas, y ¡ay de la orgullosa república si ha de sustentar a la vez dos guerras!
Son poco menos interminables y costosísimas las que consisten, no en batallas
campales, si no en escaramuza y emboscadas. Dos siglos duró en nuestra misma
patria la guerra con Roma. Se resistieron hasta la venida de Augusto los
temidos cántabros, y no por rendirse se arrojaron mucho sobre sus espadas.
¡Triste
victoria!
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