Madrid
14 de Diciembre del 1900.
Con fecha de
ayer ha sido denunciado este periódico “El Liberal” por un artículo titulado
“Adelante”.
Este periódico
dice, que ayer han quedado bien marcadas las líneas donde están los amantes de
la libertad, por un lado, y por otro lo que la aborrecen, y que el ministro de
la Gobernación, amparador de la arbitrariedad como resorte de Gobierno y mantener
de los empeños reaccionarios ministeriales, debe irse a los círculos obreros
católicos, a cuya fundación ha cooperado, y dejar desde ayer de ser ministro.
Romero
Robledo pregunta al Gobierno si mantiene la excomunión lanzada por el obispo de
Pamplona contra los lectores de “El Porvenir Navarro”, y Canaleja afirma que el
ministro de la Gobernación ha incurrido en responsabilidad criminal por las
arbitrariedades últimamente decretadas, y expresa su temor de que al despertar
el país rompa todos los diques.
Declara que el
partido liberal no está tampoco libre de pecado, pues solo es liberal en
apariencia; pide la unión de todos los liberales frente al clericalismo.
El periodista
huelvano republicano Emilio Rodríguez escribe para “El Liberal”. Lo primero
regeneración de la sociedad española.
Ya que
hemos visto que la pérdida de nuestras Antillas, donde se ha sepultado millares
de sus hijos. Una nación que tributa voluntariamente con más de cien millones
de pesetas cada año en la “Ruleta Nacional”.
Que se
embrutece y gasta más de otros doscientos millones en el bárbaro espectáculo
taurino, que a más de familiarizarse con la sangre y la grosería del lenguaje,
roba campo al cultivo, enriquece a una docena de ganaderos, y sacrificio de
centenares de caballos que podrían ser de gran utilidad a la agricultura y al
comercio.
Que llena
por millares de firmas las listas expuestas en casa de un torero herido, cuando
en la misma población agoniza un ilustre marino sin que nadie lo tenga en
cuenta.
Que llena
columnas y planas enteras de periódicos de los más circulación (y hasta de los
ilustrados, científicos y literario) con revista de corridas, cogida de
fulanito, o menganito, la muerte del Espartero, el Kalifa, Dominguín; la retirada
o corte de coleta.
Que en
tumultuosa avalancha profana la mansión de sus mayores; rompe lápidas, destroza
mausoleos, y hasta hace rodar por el suelo los restos de los difuntos; por el
solo inexplicable deseo o curiosidad de ver sepultar a un torero.
Este
pueblo que así estereotipa su incultura dando lugar hasta a que en el
extranjero se nos fotograbe con escenas tan repugnantes.
¿Puede ni
hipotéticamente suponérsele posibilidad de regeneración de este país?
Con una
nación de diez y seis millones de habitantes en la que de estos, doce no saben
leer ni escribir; en donde su presupuesto de Fomento es de setenta y seis
millones y el del culto y clero asciende a treinta y dos.
Que reparten
millares de escapularios a nuestros soldados, cuando embarcaban para Cuba,
mientras los americanos artillaban acorazados y cruceros potentes para hundir a
nuestra antigua marina e incendiarla en nuestros mismos puertos.
En la que
millares de víctimas sucumbieron en aquella guerra, tanto por los azares de la
misma, como por las condiciones del clima.
En la que todo
terminó con unos cuantos sufragios por los héroes y por los que no volvieron; después
el olvido, la orgía, la fiesta nacional (el vulgo toreo), la ruleta decenal, el
tiro de pichón, torneos de bicicleta, peregrinaciones a rendir homenajes al
Papa-Rey y ofrecerle valiosas ofendas. Los partidos políticos, tanto
monárquicos como republicanos, divididos. Los turnantes en el poder, o sean
liberales (hoy fusionistas) y moderados (en la actualidad conservadores)
compuestos de diversas fracciones.
Los
republicanos, predicando hace años la unión, viven prácticamente como el agua y
el aceite.
Los
carlistas (que hoy ya parece que quieren asomar la oreja, o lo que sea) tampoco
se entienden el Norte común…. El caos.
Esta es
nuestra patria; esta es la cuna de aquellos preclaros talentos que con su poder
y bizarría supieron dar días de gloria a nuestras generaciones pasadas.
Si a ser
posible fuera que las tumbas dieran paso a sus nobles figuras, empuñarían de
nuevo sus espadas sonrojados de vergüenza ante tan grande ignominia.
José García Díaz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario