Corría el año de 1969, cuando el jueves día 12, el diario Odiel, recogía
la siguiente noticia: Se han dado por terminado con éxito las maniobras de la
“Operación Rocina”.
Donde unos cinco mil hombres, quinientos vehículos, artillería y
cuarenta tanques participaron en el ejercicio.
Asistieron
a las maniobras y a un acto mariano en la Basílica, todas las autoridades
provinciales. El Capitán General de la Segunda Región y la División “Guzmán el
Bueno” y los Hermanos Mayores Honorarios de la Hermandad Matriz del Rocío.
Porque la “Operación Rocina” llevada a
cabo por la División Infantería Mecanizada “Guzmán el Bueno” número 2, dentro
del Plan General de Instrucción, ha servido para poner a prueba el grado de
preparación- a pesar de que los soldados se van renovando cada varios meses del
ejército español, y en especial en esta ocasión de la División “Guzmán el Bueno”
que manda el general don Julio Coloma Gallego. Y fue presenciada por bastantes
periodistas, entre humo, polvo y órdenes de combate.
Desde Sevilla y Badajoz se inició
el día seis de este mes de octubre una marcha motorizada. En ella, salvando los
diferentes obstáculos previstos y imprevistos, caminando a horas de menor
tráfico cuando había que utilizar la carretera, se intentaba probar la resistencia
del material móvil, pericia de los conductores, la disciplina de marcha de las
Fuerzas y, sobre todo, la capacidad de supervivencia de la unidad fuera de su
acuartelamiento y sin recurrir más que a sus propios medios.
Cinco mil hombres hicieron más de un centenar de Kilómetros, a veces por
el asfalto, veces por los arenales marismeños, hasta llegar a la aldea del
Rocío, alegre y bulliciosa en otras fechas, donde se instaló el campamento divisionario
con funcionamiento de los más diversos servicios: panificadoras, enfermería,
mando, cocina, duchas. Para llegar allí fue preciso construir un puente “bayle”
sobre el río Quema y dos puentes tijeras—sobre carros de combate—en el Ajolí.
Y desde este centro neurálgico de la División desplazada, dos días de
ejercicios con fuego real sobre blanco situados a dos mil metros en el mar de
Matalascaña, con la participación de carros de combate, artillería y armas
pesadas. Toda la tropa iba equipada con los más modernos materiales, incluidos
sacos de dormir individuales para que el soldado, en campaña, pueda pernotar
sin necesidad de tiendas.
En el día D. ayer por la mañana,
el alto mando había preparado un supuesto táctico para el gran despliegue de
las unidades de defensa, con doble acción para pasar a la ofensiva. Se supone
que el enemigo había desembarcado en la desembocadura del tajo, avanzando
merced a la sorpresa hacia el interior de la Península. Para contener este
avance fue designado el ejército del Centro, y el del Sur para iniciar el
intento de rechazar a los invasores. Otra cabeza de puente había sido
establecida en Torrelahiguera, con un pontón improvisado que permitía el
desembarco del material pesado.
Contra ese cuerpo marchaba la División Guzmán el Bueno, entre dos ejes;
uno que formaban la carretera de Almonte, el Rocío y Torrelahiguera, y otro por
el camino del Abalario, el Acebuche y la playa de Matalascaña. El puesto de
mando estaba instalado en la finca “La Rocina” cedida para estos ejercicios y
desde donde el Capitán General y las autoridades presenciaron el despliegue.
A las once horas comenzó éste y 200 vehículos ligeros, 300 camiones
pesados, 40 carros de combate, una batería del 203, armas pesadas de los
distintos Regimientos participantes, tractores, grúas, cañones sin retroceso, y
cinco mil hombres, que empezaron a moverse para dar casa al supuesto enemigo
que trataba de contener a las fuerzas de la División reembarcar en Torrelahiguera.
A la una de la tarde fue tomada la última posición y se suponía que entonces el
enemigo había sido desalojado y desecho.
El objetivo estaba cumplido; la operación “Rocina” había constituido un
rotundo éxito, porque tanto la disciplina de los soldados como la pericia del
mando y la rapidez de las comunicaciones de órdenes, habían hecho honor a la confianza
en ellos se había depositado.
Tras el almuerzo, se celebró un juicio crítico
en el campamento con discusión de los ejercicios realizados. De allí acabaron
de salir los posibles fallos de menor importancia que se había producido y que
a la observación del espectador profano había escapado naturalmente. Luego, un
almuerzo que presidió el Capitán General de la II Región Militar don Manuel
Chamorro Martínez, fue ofrecido a todos los invitados. Allí estaba ek
Gobernador civil de Huelva, don Julio Gutiérrez Rubio; el Comandante Militar
coronel don Alfonso Morón; el Comandante de la Marina, don Carlos Martínez
Valverde; el presidente de la Diputación don Francisco Zorrero Bolaños; el
presidente de la Audiencia don Antero Rodríguez, alcalde accidental de Huelva
don Joaquin Muñiz San Román, el teniente coronel jefe de la 238 Comandancia de
la Guardia Civil don Manuel Cervantes Collantes, coronel jefe del Regimiento de
Infantería Granada, general gobernador militar de Badajoz, don Alfonso Merry; y
todos los jefes y oficiales de los Regimientos en campaña.
Una vez finalizado el almuerzo el Capitán General repasó a las Fuerzas,
acompañado del Gobernador civil. Y por la tarde, en la Basílica de Nuestra Señora
del Rocío, en donde el capellán pronunció unas palabras de salutación. El coro
de Almonte entonó luego un motete y a continuación, tomó la palabra de
agradecimiento por parte del Capitán General.
Se entonó la Salve Regina y la Hermandad Matriz de Almonte, y en su
presidente don Antonio Millán Pérez. Después llegó la salve rociera, actuando
los soldados antes del altar y por último la Banda de música interpretó la “Marcha
del Rocío”, la de los “Campanilleros” y el “Toque de Oración”.
Gracia a estas maniobras, los jóvenes bonariegos pudimos ver por primera
vez el desfile de ocho carros de combate, que venían de marcha del paraje del
Avispero para atravesar el pueblo camino de Niebla.
Por donde el señor alcalde don Juan Antonio Beltrán, la noche anterior y
de la mano del pregonero Manuel el “Pitraque”, puso en alerta a todos los
vecinos para que pudieran participar en el curioso recorrido.
José García Díaz.
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