Por
Antonio García Bellido, en memoria de mi amigo y maestro don Cristóbal Jurado Carrillo, párroco de la ciudad de Niebla.
Pobres y escasas son las muestras de
cerámicas, recogidas en los dólmenes hasta ahora investigadas en la provincia
de Huelva. Destrozada en el dolmen de La Lobita por la presión de la arcilla
durísima que invadía el interior del mismo, escasa y tal vez destruidas por
falta de cuidado en las excavaciones, como los del Mirón, el de Agapo, el de La
Pava, etc., pocos datos nos suministra de la habilidad y perfección de aquellos
primitivos alfareros de nuestros suelos. Las escasas piezas y fragmentos que
hemos podido estudiar nos mueven a firmar que, así como destacaron por la
finura y habilidad en la talla y pulimentación de la piedra, no descollaron en
el arte de la cerámica del que sólo dejaron muestras de escasos valor.
Son conformes los más solventes
investigadores de arqueología en atribuir la invención de la cerámica, al
periodo del Neolítico. Tal vez favorecido por la benignidad del clima de
nuestra Península, sobre todo en las regiones Sur y Sureste, el hombre
Troglodita renuncia a la vida de nomadeo, acampa en sus templadas y fértiles
llanuras, inicia el cultivo de las tierras, la domesticación y pastoreo de
animales que les proporciona nuevas fuentes de la vida más reposadas, le queda
más tiempo para discurrir valiéndose de ramas de árboles convenientemente
curvadas, construye los primeros arados. Y adaptando trozos de sílex a los
extremos de varas y leños rectos, sus primeros utensilios de trabajo y sus
primeras armas de caza y guerra.
Loa necesidad de retener líquidos, semillas
lleva a la construcción de las primeras vasijas de barro. Comienza por copiar
con el barro las formas cóncavas más conocidas por ellos como son las conchas
de los moluscos y concavidad craneana. Para endurecerlas se limitan a dejarlas
secar al sol. El modelado es tosco, como hecho por unas manos torpes, de bastos
dedos y si acaso con la pobre ayuda de un palo ligeramente desbastado. Más adelante
inician el arte de la cocción. En sus primeros intentos el resultado es pobre
pues el barro se resquebraja. Para evitarlo empiezan a mezclarse partículas de
mica, mármol, conchas marinas y otros diversos materiales con los que obtienen
piezas de más fino acabado. La coloración de estas vasijas siempre es negruzca
debido a la impureza del barro empleado y al rudimentario sistema de cocción
que consistía en rodear las piezas de tierra y mantener el fuego en derredor de
las mismas hasta que están suficientemente endurecidas. Cuando quiere producir
vasijas de mayor tamaño y más acusada concavidad recurre al artificio de hacer
una especie de formaletas o moldes de fibras de vegetales que recubre de barro
y que desaparecen carbonizadas por efecto de la cocción.
El hombre del Eneolítico realiza un notable
progreso en esta industria, sobre todo en las zonas levantina y meridional de
la Península. Sus primeras vasijas son cuencos en forma de casquete de paredes
alargada. En muchas de ellas aparecen una especie de pezones para sujetarlos
que más tarde se transforman en asas que presentan una gran variedad de
fantásticas formas. Mayor riqueza decorativa consiguen aun con la ayuda de incisiones
sobre la superficie del barro. Estas incisiones se agrupan en series de línea
paralela horizontales, verticales, en aspas o en zigzags. Otras veces realizan
el decorado con la aplicación a presión de un cordel sobre el barro aun tierno,
por lo que reciben el nombre de acordonados. A veces rellenan las incisiones de
pasta blanca para hacerlas resaltar más sobre el fondo oscuro del barro cocido.
Es de señalar que hoy se admite por las
autoridades en la materia que el foco inicial de la fabricación de los célebres
vasos campaniformes tuvo su cuna en Andalucía en la que aparece en épocas anteriores.
Desde aquí seguirse su difusión por toda la Península, pasando a Italia por
Cerdeña y luego a través de los Alpes hasta el Danubio. Es típica de esta
cerámica la decoración en zonas, aunque no exclusiva pues la vemos en vasos de
distintas formas copas, cazuelas y cuencos.
Con la edad del Bronce aparece una cerámica
más perfecta, de superficie enteramente lisa con adornos de perfiles y un
ligero bruñido.
No queremos terminar sin hacer resaltar el hecho de que fue aquí, en nuestro suelo, donde estuvo situado unos de los focos de civilización que irradió su cultura hacia esa Europa que olvidándose de ello nos mira hoy un poco por encima del hombro,como si fuéramos un pueblo de gente incultas y retrasada.
José
García Díaz.
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