Muy cerca al Dolmen de
Soto, como tanto se ha tratado de describir en algunos artículos, se alla las
ruinas de otro Dolmen más pequeño, a una distancia aproximadamente de unos
trecientos metros en línea recta sobre la ladera.
Construido como el
anterior dentro de otro montículo artificial, en la actualidad se presenta muy
aplanado, tal vez por la acción conjuntas del hombre y los elementos naturales.
Sus losas, sobre todo las de la cubierta, han sido arrancadas posiblemente en
diversas épocas, por los habitantes de la región y quizá con el objeto de
fragmentarlas y dedicarlas a otras construcciones, como algunos han querido
encontrar en la vecina ciudad de Niebla.
Sobre sus ruinas se puede
hacer una idea y calcular más o menos que se componía de un corredor de unos
diez metros de largo por uno y medio de ancho y una cámara ovalada de siete de
largo por dos de ancho. Su altura no era muy considerable.
Igualmente, que su
hermano el dolmen mayor, también fue excavado por don Amando de Soto y
estudiado por Obermaier.
Según parece estaba
lleno de sepultura por toda la extensión de su corredor y de su cámara,
apareciendo, completamente destrozados por la capa de arcilla y cantos rodados que
materialmente los aplastaba, gran cantidad de cráneos y otros restos de
esqueletos. Por lo se puede deducir de la situación de los mismos una gran
cantidad de cadáveres entre 15 a 20 personas habían sido enterrados junto a las
losas verticales de la cámara, sentados en cuclillas mientras que otros habían
sido depositados en posición decúbito supino orientados verticalmente en
relación al eje del dolmen.
Pocos objetos
pudieron salvarse del ajuar funerario del dolmen, debido al lastimoso estado en
que este se encontraba; pero hay algo muy curioso que nos servía para fijar la
época en que fue utilizada esta necrópolis. Aparte de algún hacha, punta de
flecha, de algún trozo de punzón de marfil, de un extraordinario peso de cuarzo
cristalizado de punta hexagonal y de un kilo de peso más o menos, se encontró
una hoja de puñal de cobre de diez centímetros de largo por cuatro de ancho,
cuya espiga es cuadrada y termina en punta muy aguda.
Es de demostrado
que la construcción de este pequeño dolmen es más antigua que su hermano mayor.
Por aparecer este, del que estamos hablando lleno de cadáveres debieron de
tener en cuenta de la construcción del nuevo y hacerlo más grande el hipogeo.
No se pueden conocer las causas por la que este, que sólo recibió unas pocas
sepulturas, fuera cerrado y abandonado miles de años. Y no deja de ser extraño
el hecho de que, siendo mayor, el conocido con el nombre de Dolmen de Soto, de
fecha posterior, no se encontrarse entre su ajuar un solo objeto de cobre y sí
en el pequeño.
El docto y erudito
profesor Obermaier, mantiene esta teoría; pero algunos historiadores se atreven
aventurarse en esta hipótesis. ¿No podría haber sido el dolmen mayor destinado
a hipogeo de una familia de una casta superior, jefe tribal, por ejemplo, y el
otro a enterramiento general? ¿No pudo esta familia desaparecer y ser cerrado
el dolmen antes que el pequeño, en el que siguieron haciendo enterramiento
hasta la fecha posterior que alcanzara a los albores de la edad del cobre y de
ahí la existencia de ese puñal en su ajuar funerario?
Aparte de esto sólo
se recogieron de este pequeño dolmen gran cantidad de restos de cerámicas
totalmente sin ninguna validez.
Respecto a los
grabados se puede hacer destacar uno que se aparece en unas de las losas. Este
extraño grabado que hasta ahora no se ha podido ser del todo interpretado, y lo
más curiosos es lo quiere representar es la forma de un arado romano.
Antes de terminar estas notas divulgadoras sobre
los monumentos megalíticos del término del pueblo de Trigueros; dando por
seguro, que una vez más que el dolmen de Soto como su vecino, el pequeño
pertenecen de lleno al período del Neolítico y su construcción se remonta a unos
tres mil años antes de Cristo.
Por lo tanto,
debemos preguntarnos quien sería aquellos geniales constructores que habitaron
nuestras tierras por aquellas fechas. Está claro que las teorías que los
atribuyeran a los Celtas y a los cultos Druídicos no tengan nada que ver con
estos hechos.
Dado que ya se sabe
bien que los Celtas entraron en la Península procedente de Francia, unos 600
años antes de Cristo. También ha sido desechada la teoría de un “pueblo de los
dólmenes” que recorrieron Asia, África y Europa dejando a su paso esa
gigantesca y grandiosa construcciones. El profesor Bosch Guimperá considera que
los constructores de los dólmenes en nuestra Península fueran los descendientes
de los pueblos que habitaban aquellas regiones en la época de la piedra
tallada. Peo todo hasta hoy son sólo hipótesis. Y la verdad se queda envuelta
en la niebla de los tiempos como una eterna tentación para el estudioso que se
afana en la desvelación de los orígenes de nuestra raza y de nuestra
civilización.
Fuente de la
aportación del profesor: Don A. García Bellido.
José García Díaz.
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