sábado, 13 de febrero de 2016

La gitana y el abogado.

           
                                                 


         Mariquilla “La Espigá”” trinaba con razón, contra don Pedro Márquez, único abogado del pueblo de Alosno.
    Habíale prometido prometido poner en libertad a su Maoliyo, preso en la cárcel de aquél pueblo por “destripar un cofre”, y aún no lo había hecho.
       Mariquilla no despreciaba ocasión para pedir a don Pedro la libertad de su gitano´.
 ---- Misté, zeñó. Zi mi Manue no ha jecho ná. Zi mi Manue es la persona más honrá del Univerzo. Zi tíe er corazón más bueno que el que ze frabica. Andosté don Pedro; échemelo osté fuera del calabozo. Por la salú é sus churunbeles. ¡Permita Dios se vea zentao en la siya der Pae Zanto, que está en el cielo!.
 ---- No tengas prisa, mujer,---replica el abogado.—Hoy he hablado con el juez y me ha dicho que mañana lo suelta.
----- ¡Bendito sea er señó jué! ¡Qizá Dio que viva cien años pá que jaga obras de cariá como ésta.—decía la Mariquilla al mismo tiempo que se alejaba, más contenta que unas pascuas.
     Pero la mala sombra le perseguía. El otro y el otro y el gitano continuaba encerrado. La gitana no sabía que hacer. Estaba desesperad, y realmente la cosa no era para menos.
---- ¡Valiente abogao!---decía en el colmo de la desesperación---¡zi zabrá figurao que yo soy un trompo!...!Permita Dio y ze le caiga la campanilla a ese malaje!
                                                          II
          Era una calurosa tarde del mes de Agosto. El sol parece que se complace en torturar a todos los habitantes de Alosno, enviándole sus más abrasadores rayos. Era la hora de la siesta y, por consiguiente, en el pueblo no se “oye ni una mosca.”
    En la puerta del casino de Fernando y bajo una magnifica parra, en torno a una mesa, cuatro hombres conversan amigablemente.
    Son éstos el abogado, el juez, el cura y el veterinario. Cuatro personajes, en toda la extensión de la palabra.
    “Así las cosas…” , acertó a pasar por allí la Mariquilla, con un cesto colgado del brazo y repleto  de medias y calcetines, amén de una baraja vieja y sucia, con la que solía embaucar a la pobres gentes que aún creen en tan fantasmagóricas predicciones.
   La gitana, al percibir aquel grupo se acercó a el y con ironía dijo:
------ ¿Otavía no se descerroja a mi Manué?
------- No te pongas pesadas,-- contestó don Pedro.—Ya te he dicho que no insistas, porque hasta que no llegue la ora no se le pondrá en libertad.
----- ¡Mardita zea! – exclamó la Mariquilla-
------ Y encarándose con el abogado, le dijo en tono despreciativo y alejándose rápidamente:
-----¡Andosté, que es osté al revés de San Sebastián!
        Intrigados quedaron los circunstantes con esta grave maldición, y cada se hecho a pensar el alcance que podía tener.
       Así estuvieron preocupado un par de horas, al cabo de las cuales tuvieron que confesar que no daban con el “quid.”
     Pero no paró ahí la cosa. Se había empeñado el juez en saberlo y lo conseguirá, según decía él, “cueste lo que cueste;” para lo cual propuso llamar a la gitana, para que ésta descifrara el misterioso enigma.
     Y así se hiso, y a los cinco minutos se presentó Mariquilla, temblorosa y tímida, porque temía que aquellos señores hubieran comprendido el alcance de su maldición.
 ----- Vamos a ver, Mariquilla,- dijo el juez.—Es preciso que nos diga lo que le has querido decir a don Pedro.
 ---- ¡Na  zeñó…, zi no es ná!---respondió.
---- No sea tonta, muchacha,-- volvió a decir el juez—que decirlo o nó, depende la libertad de tu Manuel.
      Y la gitana, al pensar que dos palabras suyas bastaban para poner en libertad a su Maoliyo, hizo un esfuerzo de ánimo y dijo:
---- Po misté, don  Pedro es al revés de San Sebastían, porque San Sebastián es el abogado de la peste mala, y don Pedro ¡ es la peste de los abogados!...

        Por CHARCO---AlONSO, Huelva 1903.
                                                                            José García Díaz.



 


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