lunes, 4 de abril de 2016

Niebla en mi alma.

                                                          


                              En Niebla a 5 de Enero de 1911.

       Dedicado a mi estimado amigo don Casiano López y Velazco.

      El pueblo de Niebla, con dejadez voluptuosa, duerme tranquilo su sueño milenario sobre sus campos de esmeralda.... El pétreo cinturón de sus murallas, que le oprimen teniéndole como engarzado, sigue siendo carne de los tiempos, blanco de los golpes; la carcoma de los siglos sigue la obra, inexorable, mordiendo su mora substancia, su esqueleto sáxeo, amontonado a sus pies la argamasa de la construcción. Los torreones que se alzaron gentiles, desafiando los vientos, hoy, derrumbados casi, nos hablan orgullosos de un pasado floreciente, nos lloran tristes un presente de abandono y nos auguran con alegría un porvenir glorioso, de una vida intensa y moderna, de una ciudad digna de su historia que se levantará sobre su cimiento medioevales. El esfuerzo intelectual y la labor y el trabajo de sus hijos harán el milagro.
       El río Tinto serpentea amoroso bajo sus plantas reflejando a la vetusta villa en su corriente serena, y al pasar besa sus muros, les envía sus rumorosas canciones y se pierde a lo lejos ensangrentado sobre los campos verdes, derecho a morir al Atlántico. Y Niebla, al verle pasar rindiéndole homenaje de admiración como a única señora del Condado, le envía su adiós y mira cariñosa desde sus rotas almenas, como se pierde en la lejanía gris, rizándose en suave ondulaciones y brillando al sol con destellos rojos.
            Niebla es ciudad de nostalgias. Bajo su cielo gris, bajo sus nubes pardas, en su ambiente tranquilo, yo he sentido en mi alma el ritmo acompasado de música ideales primitivas.
     Paseando por sus campos, yo he respirado la poesía sana y deleitosa de la Naturaleza. Viviendo en sus casas donde penetra un aire manso, yo me he dejado llevar por la pereza mora y el estoicismo árabe... y dulcemente.... suavemente... oyendo desgranar las horas en el silencio, he sentido vaguedades de sopor que invitaban a soñar.
        Y si he de hablarte de sus mujeres... !oh!.. éstas no han sufrido los golpes del tiempo; son las mismas de los tiempos de grandeza, son aquellas que engendraron héroes, que amaron a guerreros, que sirvieron a reyes son las mismas; arrogantes, pasionales, hermosas, son las mismas. Mujeres todo amor, todo ideal, todo corazón y belleza....
        Yo que sabido encontrar poesía en Niebla, porque he sabido leer la historia en sus ruinas, que he gozado en su placidez moruna, he sabido encontrar alegría también. Sus mujeres soñadoras tiene un algo que no sé.. Su mirada tiene toda la fuerza magnética de los ojos de bellas hijas de la Arabia, en sus cuerpos graciosos, la línea escultural ondulada provocadora.
        Por eso, allí, donde todo se desmorona al soplo del tiempo, donde las murallas se vienen al suelo, donde el río huye ensangrentado, donde las casas son de color de tierra, las mujeres son la única sensación de vida, las mujeres lo son todo...

      Por Eulogio González Fernández. En víspera de su boda con la señorita Carmen, hija del rico propietario don Benigno del Río Boza.
       Periodista por vocación y dedicación bastante culto corresponsal del diario "La Provincia", del "Liberal de Sevilla" escribía semanalmente la crónica de la Comarca en el nuevo diario del "Heraldo de Huelva", atendía a varios diarios de tirada nacional y a veces en el "A.B.C."
     
  José García Díaz.


   

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