De la revista
Quercus de Septiembre de 1994, cuaderno, 103.
Página: 19, 20 y 21.
El río Tinto se ha
citado siempre como ejemplo de cauce contaminado por residuos procedente de una
actividad minera cuyos inicios se remontan a la Edad del Cobre.
Sin embargo. Las
aguas de este curioso río han tenido siempre una elevada acidez y notables
concentraciones de varios metales, producto de las peculiares características
geológicas de su tramo alto. Pero, sobre todo, las aguas del río Tinto en
apariencia muertas, albergan una nutrida comunidad de organismo perfectamente
adaptados a un medio poco propicio para la vida.
El río Tinto, que
debe su nombre al color rojo intenso que caracteriza a sus aguas, nace al pies
de la sierra de San Cristóbal, al noroeste de la provincia de Huelva, y recorre
ochenta kilómetro hasta la desembocadura donde, junto al Odiel, forma la ría de
Hueva. La sierra en la que se origina forma parte de la llamada franja pirítica peninsular, formación geológica de origen
volcánico marítimo, compuesta básicamente
por piritas, calcopiritas y minerales con elevadas cantidades de
sulfuros complejos. Los afloramientos de estos materiales han dado origen a una
de las zonas de más antigua explotación minera que se conoce.
Hay vestigios de
este tipo de actividad que datan de la Edad del Cobre (3.000 años a. C.),
aunque en la época de la dominación romana (siglo primero I y mitad del siglo
II d.C.) cuando se inicia una explotación masiva, principalmente de minerales
de hierro. La actividad minera decae durante la Edad Media y deja de tener
importancia hasta que, en 1873, un consorcio inglés compra gran parte de este
territorio y funda la Río Tinto Company
Limeted, con el propósito de extraer fundamentalmente cobre, dando origen así a una de las explotaciones más
importante a escala mundial.
En 1954 la compañía
pasa a manos de españoles con el nombre de Río Tinto Minera, S.A. En la
actualidad la extracción del cobre ha
dejado de ser rentable y la actividad se reduce a la extracción y procesado de
gossan, un mineral rojizo del que se obtiene oro y plata.
Las características
geológicas de la zona donde se asienta la mina no solo han influido
decisivamente en el modelado del paisaje por el hombre desde la prehistoria, si
no que resultan esenciales a la hora de explicar la naturaleza del río. Las
aguas del Tinto que nacen dentro de la explotación minera tienen un pH (grado
de acidez) muy ácido, en torno a 2.5 acompañado de una alta concentración de
metales, principalmente hierro, cobre u zinc. Estas características, consideradas muy extremas para el desarrollo
de cualquier organismo han hecho pensar que el Tinto era un río muerto carente
de vida. Sin embargo sus aguas albergan una gran variedad de seres vivos que
son, en realidad, los responsables directos de sus peculiaridades.
Las características
fisicoquímicas de las aguas del Tinto son constantes incluso fuera de la mina,
por lo que nosotros creemos que este río no es producto en exclusiva de la
actividad minera, si no que sus propiedades han sido generadas por multitud de
factores que en algunos casos son ajenos a dicha actividad.
Desde 1.670, la
extracción de metales en las minas de Ríotinto se realiza mediante el proceso
llamado lixiviación que, tal y como explicaron Taylor y Whelan en 1943,
consiste en las solubilización de los metales contenidos en los minerales
gracias a ciertos ácidos. El primer dato sobre esta actividad microbiana
(biolixiviación) data de 1.947 cuando
ColmerHinkle describieron un microorganismo aislado del río Tinto que era capaz
de obtener toda la energía necesaria para vivir oxidando determinadas
sustancias inorgánicas, como el azufre elemental (S), y cationes metálicos,
como el hierro ferroso (Fe 2 -I-). Este
microorganismo, denominado más tarde
Thiobacillus ferroxiadans (una
de las bacterias más utilizadas en la solubilización de metales).
Los seres vivos
capaces de obtener energía de esta forma ( usando compuestos inorgánicos), normalmente
utilizan dióxido de carbono (C02) como única fuente de carbono, por lo que son
denominados litoautótrofos (del griego litros: piedra y autotropho: alimentarse
a sí mismo). Las bacterias litróficas son muy abundantes en el río, no sólo en
el origen, sino a lo largo de todo su recorrido. Sin embargo, no son estas
bacterias los únicos habitantes de las aguas del Tinto, puesto que en él existen multitud de organismos
eucariotas (con células cuyo material genético se encuentra en un núcleo
separado del citoplasma por una membrana). Ya que en su nacimiento, el río
registra una alta productividad biológica al estar su lecho literalmente tapizado por algas y
filamentos de hongos. En estas mismas condiciones viven los hongos y levaduras
que se puede encontrar a lo largo del
río.
La
variedad de estos organismos es asombrosa: se han aislado 274 hongos
filamentosos durante los muestreos estacionales realizados entre el invierno de
1.992 y el de 1.993. Es habitual encontrar levaduras que son capaces de crecer
en condiciones ácidas y no es sorprendente hallarlas también en el río. El género
aislado con mayor frecuencia en las
aguas del Tinto es la Rhodotorula, aunque también están presentes de
manera notable los géneros Cándida y
Criptococcus.
En el río Tinto, son
las bacterias litotróficas de las que
hablamos antes las principales responsables de las características del río, al
degradar los minerales produciendo ácidos y liberando los metales. Estas
propiedades, muy valoradas por las industrias.
Han permitido el
desarrollo de métodos de desulfuración de carbones, ya que ciertas bacterias
como Thiobacillus ferroxiadans son capaces de utilizar el azufre que se
encuentra como impureza en los carbones. Este azufre es la principal causa de
la contaminación, durante la combustión de los carbones. Este azufre es la
principal causa de contaminación durante la combustión de los carbones y el
responsable de la lluvia ácida.
Por otro lado
las algas y los hongos son objeto de estudio al ser capaces de retener y
acumular, bien de forma extracelular, cantidades apreciables de metales como
oro, cobre, aluminio y uranio, lo que puede ser muy importante en la
descontaminación de metales encontrados en las aguas residuales procedentes de
industrias pesadas.
La gran capacidad
metabólica de los hongos para generar multitud de enzimas y otras sustancias
especialmente útiles para el hombre nos ha hecho pensar en la posibilidad de
estudiar las especies aisladas del río Tinto, ya que por su particular hábitat
podrían producir sustancias desconocidas ahora y de potenciar utilidad.
Tenemos que
considerar el río Tinto no como un río muerto, producto de la contaminación
industrial, si no como a un ecosistema
que existe tal y como hoy lo conocemos desde hace mucho tiempo. La selección
natural a lo largo de sus historia ha dado lugar a una serie de organismos
adaptados a estas condiciones todo ello
hace que el río Tinto sea un hábitat único en el mundo, con una biodiversidad y un altísimo interés
científico y, aunque resulte paradójico también ambiental debido a sus
características extremas.
En la actualidad el
Gobierno autónomo de Andalucía, en colaboración
con el Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente,
(MOPTMA). Proyectan embalsar las aguas del río Tinto y desviarlas al mar como
medida de descontaminación del río. Sin embargo, como hemos visto, la verdadera
naturaleza del río es producto de las características geológicas y biológicas
de la comarca en el cual está situado.
Por lo tanto,
pensamos que la construcción de embalses haría desaparecer un paraje natural
singular y supondrían la extinción de muchos de los organismos que habitan en
el río, de manera que se perdería la posibilidad de encontrar nuevas e
interesantes formas de vida y conocer en profundidad un hábitat tan complejo
como único.
Los autores del
trabajo:
D. Ricardo Amils es catedrático
de Microbiología de la Universidad Autónoma
de Madrid (UAM); Irma Marín es doctora en Biología Molecular y profesora
ayudante en la (UAM); David Moreira es licenciado en Biología ha centrado su doctorado en el genoma de las
bacterias quimiolitótrofas; Anabel López es licenciada en Biología Ambiental y
ha dedicado su doctorado al estudio de la ecología microbiana del río Tinto.
José García Díaz.
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