Del
día 7 de Diciembrre de 1845 del periódico madrileño “El Heraldo”
Existe en Andalucia, conocida bajo el
nombre de Coto de Doña Ana, una magnifica posesión de veinte y cinco leguas
cuadradas de circunferencia, bañada por un extención de ocho leguas de costa,
perteneciente un tiempo a los bienes del marqéz de Villafranca, y secuestrada
hoy a favor del Estado, desde el día en que aquel celebre personaje se declaro
cual uno de los más acerrimos defensores
de la causa carlista. Ya de antiguo esta finca, que por sus grandes bosques, su
terreno montañoso, y a su aproximación al mar ofrecía tanta ventajas al
contrabando, era la playa preferida por los contrabandista andaluces, su
guarida contra la persecución, y teatro más de una vez de atrevidas luchas con
la fuerza púbica, provocando desafortunadas muertes por ambas partes. El
escandolo había llegado ya a tan alto punto, y héchose el mal crónico, que para
estirparlo de raiz no halló mejor medio el intendente de la provicia de Huelva,
que econmendar la persecueción del
fraude al arredantario y administrador un tiempo de los bienes del marquéz de
Villafranca, sujeto celoso y entendido, y que tenía un conocimiento práctico
del terreno que servía de campo a las proezas de los contrabandistas.
Se consiguio así en efecto, y los
resultados vinieron pronto a demostrar la escelencia del pensamiento. El Sr.
Castellano supo dar caza a los
defraudores de las rentas públicas, que el contrabando estaba proximo a
desaparecer de aquel suelo, cuando la mala envidia voluntad de ciertos
funcionarios y las ojerizas de que hicieron blanco a este celoso ciudadano
luchador, le han obligado a desistir de su loable empresa, con profundo
sentimiento de la autoridad que le encomendara a su cuidado y graves perjuicio
de los intereses del Erario. El Sr. Castellano a dado a luz con este motivo un
folleto en estreno curioso, relatandos los hechos que en compedio dejamos
narrados, y de los cuales se hace ayer cargo unos de los diarios de Madrid.
Nada vamos hoy a decir de un sistema que
hace necesario recurrir para sostenerlo a medios como el empleado por el
intendente de Huelva; convencidos como estamos de que el gobierno piensa
seriamente en su reforma, y que la cuestión de aranceles, unas de la más
importantes para España, sera sin duda de las primeras que ocuparan a las
Cortes en las prócimas lejilatura, dejando para entonces la esplanación de
nuestros principios ecónomicos, tan opuestos a un estado de cosas como el
actual, que tanto favorece el contrabando, como a una libertad ilimitada que
destruyese nuestra naciente industria. Tampoco vamos hablar de la conducta de
los funcionarios corruptos de Hacienda de la provincia de Huelva; los severos
cargos que contra ellos se dirigen no nos constan, y apenas podemos creer su
certeza. Espero que si las cosas
hubieran pasado como se cuentan, seguros estamos de que el gobierno sabria que
castigar semejante olvido de todos los deberes policiales.
Sería inconcebible en efecto que funcionarios
públicos, representantes del gobierno, que por dinero, favorescan el
contrabando, cuando este lo persigue con gran celo, y que semejante falta
quedase sin castigo, cuando aun tenemos noticias últimas que hechos como estos,
se estan llevandose ahora en el paraje los Asperillos.
Otra
cuestión más alta, dado se roza con los principios de la más elevada política,
han puesto la pluma en nuestras manos. El periódico que se hace cargo del
folleto del señor Castellano, aprovecha la ocasión para indicar ligeramente y
como de pasada, la alta convenencia de alzar los secuestros impuestos contra
los que defendía y hoy no ha desamparado del todo aun la causa de D. Carlos.
Ignoramos absolutamente cual puede ser el pensamiento del gobierno en este
punto.
El estado del pais, no resuelta aun la
cuestión del enlace de nuestra Reina, y cuando una parte del bando carlista
combate por todos los medios la situación presente, son sin duda considraciones
políticas de gran importancia. Por otro lado vemos el fondo de injusticia que
en si envuelve la medida de los secuestros por causas políticas, desterrada de
las naciones más civilizadas de Europa, la alta muestra de magnanimidad y
fuerza que con adoptarla daria el gobierno de S.M. y la probalidad grande de
que esto paso apresurarse el día de la reconcilación de la gran familia
española en derredor del Trono costitucional de Isabel II.
José García Díaz.
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