La Virgen de Roció y su
romería, contada en el año 1846.
Procesión de rogativa en Andalucia, Cuadro de Salvador Viniega.
Sevilla, titulado El independiente.
Para las
personas que no hayan tenido la fortuna de visitar el santuario de esta Señora,
en los días consagrados a su culto, no será indiferente conocer una de las
peregrinaciones más antiguas y famosas, por su concurrencia y por las raras
circunstancias que le acompañan.
El santuario
de la Virgen del Rocío, distante nueve de esta capital, se halla el termino de
la Villa de Almonte, en los límites que separan el coto del Rey, patrimonio de
la corona, del coto de doña Ana, propiedad del marqués de Villafranca, un
desierto hermosísimo, a la entrada de los pintorescos bosques de ambas
heredades, y en medio de esa magnífica sabana que se llama marisma, que se
admira a la derecha del Guadalquivir. Los pueblos colindantes son Almonte ,Villamanrique, Pilas e Hinojos, distante tres leguas de la ermita.
Parece que la Señora del Rocío fue aparecida a un
pastor en épocas lejanas, y es tan numerosa la historia de los milagros que
cuentan obrados por su intercesión, que varios pueblos le rinden un culto
religioso, que en los días clásicos de su celebración es imponderable.
La
festividad se verifica el día segundo de pascua de pentecostés, no habiendo a
caso en toda la Península una romería más concurrida. Las hermandades que asisten
a su función son por orden de antigüedad de los pueblos como Almonte, Sevilla,
Villamanrique, Pilas, Hinojos, Carrión, Moguer, Bonares, Bollullos del Condado,
La Palma, Sanlúcar de Barrameda, Rota y otros que en estos momentos no
recordamos: todas las cuales, de los diferentes puntos donde parten, vienen en
carretas aderezadas con mucho gusto, con vistosos arcos de flores, palmas,
ramilletes y otros adornos de cinta de colores, llevando cada hermandad un
numero de carretas de 20, 25 y otras veces más: la más ataviadas la que conduce
solamente el pendón de la congregación, y en las demás el hermano mayor y
varias familias que concurren por gusto o por devoción a esta fiesta solemne
destinándose una exclusivamente a las provisiones. El lujo consiste en llevar más
número de carretas y más vistosas, compitiendo unas y otras en gusto y elegancia.
También se ven crecidas cuadrillas de jinetes en buenos caballos, mucha gente
en bestias menores, y no pocas a pie, por cumplir las promesas, de hacer de
esta suerte el viaje.
Otras de
las cosas raras en esta peregrinación es que todas las hermandades salen de sus pueblos, en días
calculado, a fin de llegar todas juntas al desierto en una misma hora de la
tarde, víspera de la función, y es de ver, como por distintos puntos acuden
estas extrañas tribus, poblando con más de 20.000 almas en un momento el que
antes era apartado retiro, desamparado terreno, donde solo se
divisaban algunas chozas inmediatas a la ermita, propiedad de los más ricos vecinos
de los pueblos colindante. Llegados al
lugar, entre las risa, la algazara y la fiesta alegre de los peregrinantes,
preparadas las guitarras de la reunión, sin olvidar el tamboril y las gaitas
que acompañan siempre a cada hermandad, formándose distintos ranchos, haciendo círculos
con las carretas de cada pueblo, después de haber dado cada cofradía la vuelta
al Real, que así se llaman a los alrededores de la ermita, y se entregan todos
a los placeres sencillos del campo, con absoluta independencia el uno del otro
rancho, presentado aquel desierto el más bello paisaje que pudo imaginar jamás
la poética imaginación del artista.
Todo es
alegría y diversión en aquella noche, todo música y danzas, al estilo cada uno
de su país, sin que se altere en lo más mínimo la paz de tanto círculos, ni
haya memoria de haberse cometido excesos, de los que comúnmente se observan en
grandes reuniones, pues es cosa sabida, que cuando algunos sobrasos o sobrados
díscolos, o pocos sufridos enredan disputas, no hay más que tirar un indiferente sombrero por
alto, dando al mismo tiempo un viva a la virgen del Roció, y en el momento, y
como por encanto, los contendientes se separan, como heridos por una palabra
mágica, y todo al estado de alegría que antes se interrumpiera.
José García Díaz.
Pepe El Carnicero
No hay comentarios:
Publicar un comentario