miércoles, 3 de febrero de 2021

El pequeño dolmen junto al de Soto.

 

                                                           


   

 Muy cerca al Dolmen de Soto, como tanto se ha tratado de describir en algunos artículos, se alla las ruinas de otro Dolmen más pequeño, a una distancia aproximadamente de unos trecientos metros en línea recta sobre la ladera.

    Construido como el anterior dentro de otro montículo artificial, en la actualidad se presenta muy aplanado, tal vez por la acción conjuntas del hombre y los elementos naturales. Sus losas, sobre todo las de la cubierta, han sido arrancadas posiblemente en diversas épocas, por los habitantes de la región y quizá con el objeto de fragmentarlas y dedicarlas a otras construcciones, como algunos han querido encontrar en la vecina ciudad de Niebla.

  Sobre sus ruinas se puede hacer una idea y calcular más o menos que se componía de un corredor de unos diez metros de largo por uno y medio de ancho y una cámara ovalada de siete de largo por dos de ancho. Su altura no era muy considerable.

   Igualmente, que su hermano el dolmen mayor, también fue excavado por don Amando de Soto y estudiado por Obermaier.

   Según parece estaba lleno de sepultura por toda la extensión de su corredor y de su cámara, apareciendo, completamente destrozados por la capa de arcilla y cantos rodados que materialmente los aplastaba, gran cantidad de cráneos y otros restos de esqueletos. Por lo se puede deducir de la situación de los mismos una gran cantidad de cadáveres entre 15 a 20 personas habían sido enterrados junto a las losas verticales de la cámara, sentados en cuclillas mientras que otros habían sido depositados en posición decúbito supino orientados verticalmente en relación al eje del dolmen.

  Pocos objetos pudieron salvarse del ajuar funerario del dolmen, debido al lastimoso estado en que este se encontraba; pero hay algo muy curioso que nos servía para fijar la época en que fue utilizada esta necrópolis. Aparte de algún hacha, punta de flecha, de algún trozo de punzón de marfil, de un extraordinario peso de cuarzo cristalizado de punta hexagonal y de un kilo de peso más o menos, se encontró una hoja de puñal de cobre de diez centímetros de largo por cuatro de ancho, cuya espiga es cuadrada y termina en punta muy aguda.

                                                           


    Es de demostrado que la construcción de este pequeño dolmen es más antigua que su hermano mayor. Por aparecer este, del que estamos hablando lleno de cadáveres debieron de tener en cuenta de la construcción del nuevo y hacerlo más grande el hipogeo. No se pueden conocer las causas por la que este, que sólo recibió unas pocas sepulturas, fuera cerrado y abandonado miles de años. Y no deja de ser extraño el hecho de que, siendo mayor, el conocido con el nombre de Dolmen de Soto, de fecha posterior, no se encontrarse entre su ajuar un solo objeto de cobre y sí en el pequeño.

     El docto y erudito profesor Obermaier, mantiene esta teoría; pero algunos historiadores se atreven aventurarse en esta hipótesis. ¿No podría haber sido el dolmen mayor destinado a hipogeo de una familia de una casta superior, jefe tribal, por ejemplo, y el otro a enterramiento general? ¿No pudo esta familia desaparecer y ser cerrado el dolmen antes que el pequeño, en el que siguieron haciendo enterramiento hasta la fecha posterior que alcanzara a los albores de la edad del cobre y de ahí la existencia de ese puñal en su ajuar funerario?

    Aparte de esto sólo se recogieron de este pequeño dolmen gran cantidad de restos de cerámicas totalmente sin ninguna validez.

  Respecto a los grabados se puede hacer destacar uno que se aparece en unas de las losas. Este extraño grabado que hasta ahora no se ha podido ser del todo interpretado, y lo más curiosos es lo quiere representar es la forma de un arado romano.

    Antes de terminar estas notas divulgadoras sobre los monumentos megalíticos del término del pueblo de Trigueros; dando por seguro, que una vez más que el dolmen de Soto como su vecino, el pequeño pertenecen de lleno al período del Neolítico y su construcción se remonta a unos tres mil años antes de Cristo.

   Por lo tanto, debemos preguntarnos quien sería aquellos geniales constructores que habitaron nuestras tierras por aquellas fechas. Está claro que las teorías que los atribuyeran a los Celtas y a los cultos Druídicos no tengan nada que ver con estos hechos.

                                                                


  Dado que ya se sabe bien que los Celtas entraron en la Península procedente de Francia, unos 600 años antes de Cristo. También ha sido desechada la teoría de un “pueblo de los dólmenes” que recorrieron Asia, África y Europa dejando a su paso esa gigantesca y grandiosa construcciones. El profesor Bosch Guimperá considera que los constructores de los dólmenes en nuestra Península fueran los descendientes de los pueblos que habitaban aquellas regiones en la época de la piedra tallada. Peo todo hasta hoy son sólo hipótesis. Y la verdad se queda envuelta en la niebla de los tiempos como una eterna tentación para el estudioso que se afana en la desvelación de los orígenes de nuestra raza y de nuestra civilización.

  Fuente de la aportación del profesor: Don A. García Bellido.

José García Díaz.

 

 

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