viernes, 29 de enero de 2021

La Cultura dolménica en la provincia de Huelva.

                                                            


 

    El dolmen de Soto.

  Por el ilustre profesor Historiador, catedrático de Arqueología de la Universidad de Madrid:

   “Pretendo iniciar con este artículo, que no pretendo ser erudito, ni aún siquiera original, una serie de ellos en la que procuramos e intentamos llevar al conocimiento del lector conceptos y datos elementales de los que fueron las culturas dolménicas en esta provincia. Para ello vamos a ir describiendo a grandes rasgos los dólmenes descubiertos en nuestras tierras, así como algunos emplazamientos creemos conocer. Y entorno a estas descripciones iremos hablando muy someramente de las culturas de los constructores de tales monumentos.

   Empezamos con la atención al Dolmen de Soto. Está enclavado en la finca de “La Lobita”, del término de Trigueros, situado al margen de la carretera de Huelva a Sevilla, entre los pueblos de San Juan del Puerto y Niebla. Hay un monolito que señala el comienzo de un ramal de carretera que conduce hasta el famoso hipogeo, situado a una distancia de un kilómetro aproximadamente.

    Cronológicamente se puede situar este importante megalítico en los albores de la edad del Cobre. Es uno de los más importantes monumentos de este tipo en toda Andalucía y tal vez de toda España, según la autorizada opinión del profesor alemán Obermaier, que le dedicó especialmente una gran atención y un meticuloso estudio. Parece ser que su antigüedad se remonta a unos tres mil años antes de Cristo.

   En “La Lobita”, cerca de la casa del guarda, se alza sobre un suelo llano llamado Cabezo del Zancarrón. No es esta otra cosa que un túmulo artificial en cuyo interior se encuentra el dolmen que venimos estudiando. El diámetro aproximado de este cabezo artificial, de forma semicónica, es en su base de unos setenta metros. El hipogeo construido en su interior es de los llamados de corredor o galería cubierta; su longitud excepcional en esta clase de monumentos, es de veintiún metros; está orientado de Este a Oeste. El corredor se desvía de la horizontal desde la entrada, inclinándose en ligera pendiente que vuelve a nivelarse en la proximidad de la cámara para mantenerse ya oriental hasta el final. En la actualidad la altura en la entrada es de un metro cincuenta centímetros y su anchura de un metro aproximadamente. Son de gran peso y dimensiones tanto las piedras que forman sus paredes como las de sus cubiertas.

                                                 



        Las fotos son cedidas por el profesor de la Univercidad de Sevilla don Antonio Palau, realizadas en marzo de 1963.

    La más pequeña de estas pesas siete toneladas y la mayor de ellas, que cubre la cabecera de la Cámara, unas veinte y dos aproximadamente; siendo sus dimensiones de tres metros cuarenta centímetros de altura por tres metros quince de ancho.

   Tanto las paredes como la cubierta están formada en exclusivamente por monolitos, graníticos en su casi totalidad. Hemos de hacer notas que las canteras de granito más próximas se hallan en Escacena del Campo, a unos treinta y siete kilómetros, sorprendiendo por tanto la preferencia que dieron a este material para la construcción del gigantesco enterramiento. Para el transporte de estas enormes piedras debieron construirse pistas especiales y emplear gran número de trabajadores que las arrastraban sobre grandes rodillos de madera, que debían de ser mojados constantemente para evitar que se incendiasen por el gran calor producido por el roce. Por el mismo procedimiento llevarían hasta el lugar las grandes piedras de arenisca que forman parte del monumento.

    La técnica empleada para la construcción del dolmen debió ser la siguiente; En primer lugar debieron acumular la acilla suficiente para formar el túmulo artificial que alberga al monumento en su interior; una vez realizado este trabajo se procesaría a vaciar en su centro el espacio de lo que había de ser corredor y cámara del mismo; a continuación se arrastrarían hasta los bordes de la fosa las grandes piedras que habían de formar sus paredes, dejándolas deslizar en la posición que habían de quedar, esto es en la vertical; para evitar que se moviesen se acuñaron sus base con cantos rodados y se consolidaron con una argamasa compuesta  de arcilla y pequeñas piedras calizas que formaron una especie de hormigón de gran dureza. Para colocar las colosales piedras de la cubierta es casi seguro que sus constructores procedieran a rellenar de tierra toda la oquedad, al objeto de evitar peligrosos deslizamientos que hubieran podido arrumbar todo el trabajo con tanto esfuerzo realizado, retirando dicha tierra una vez colocadas y consolidadas las citadas piedras coberteras.

       Grabados en estas piedras que forman las paredes del dolmen aparecen extraños signos, siendo de notar que todos los restos humanos descubiertos en las excavaciones efectuadas aparecieron siempre al pie de las piedras que ostentaban estos signos o dibujos. Varios de estos grabados parecen representar de manera esquemática figuras humanas y parece ser el resultado de una larga evolución de la representación de tales figuras que puede seguirse a través de las pinturas rupestres esparcidas a lo largo y ancho de la Península. Es muy significativo un grabado que aparece en una de estas losas laterales representando en esquema a una persona mayor protegiendo a otra más pequeña.

                                                        


   Efectivamente al pie del mismo se hallaron los esqueletos de una mujer y un niño. Todos los dibujos sepulcrales coinciden con otras manifestaciones artística de la época del cobre en España. Vemos en algunas losas dibujos de puñales contrapuestos con empuñaduras en forma de bolas y al parecer metidos en vaina cuya punta parece estar protegida por un regatón. Se repiten estos grabados representado puñales triangulares típicos de la Edad del Cobre. También se aprecia en otra losa unos grabados en forma de cazoletas de significados probablemente religioso. Según Obermaier estos emblemas arrancan sin duda del periodo Azilliense, cuyo foco más importante parece extenderse n la península a lo largo de la costa cantábrica.

   Creemos con el profesor Wernet, que estos grabados esquemáticos están en íntima relación con el culto de los antepasados. Posiblemente cada uno de ellos es el símbolo del difunto que recibió sepultura a su pie. Y como, según las ideas de la época, el alma de los muertos seguía morando en el cuerpo hasta tanto se descomponía, así como los egipcios recurrían a la momificación de los cadáveres, nuestros coterráneos del Eneolítico llegaron a la misma solución por un camino más especulativo, más ideológico, más intelectual: la pervivencia mágica del alma sobre un esquema simbólico que representaba a la persona bajo el yacente.

  De esta manera hacemos comprender a nuestros comprovincianos el lugar prominente que ocupa nuestra provincia como cuna y asiento de los albores de nuestra provincia como cuna y asiento de los albores de nuestra civilización.

  Siendo el Jueves 25 de marzo de 1964.

 José García Díaz.

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