domingo, 25 de octubre de 2020

Las marismas y la Primera República.

 

                                                               


 

 Del diario El Gobierno del día 23 de Julio de 1874.

MINISTERIO De FOMENTO.—El presidente del Poder ejecutivo de la República, de acuerdo con lo propuesto por la dirección general de Obras públicas, lo dispuestos, con fecha del día 13 de este mes, que dejé en suspenso la resolución de los expedientes de petición de los terrenos de las marismas de Huelva, continuando solamente la tramitación de los que estén incoados hasta que se forme un plano general de los terrenos de aquella clase, en el cual se señalen los trozos concedidos y los solicitados, y se estudie u proyecto completo de saneamiento comprendido las secciones en que pueda dividirse para otorgar su concesión y las bases a que se han sujetar las obras para la realización de aquel proyecto. Ha dispuesto así mismo que se exceptúen de la anterior prescripción las peticiones que tengan por único objeto ocupar algunas partes de las marismas para la ejecución de una obra pública, concediéndose en tal caso solamente la parte de terreno necesaria para el establecimiento y explotación de la obra.

   Toda esta buena disposición, antes medio años que terminase la Primera República federal española en donde quebraría la Banca a favor de aumentar los nuevos capitalistas acompañados de los latifundistas que representaban la nobleza y el clero, que eran los verdaderos propietarios de las mayores partes de las tierras de esta provincia.

       Las compras de los llamados Bienes Nacionales, se destaca uno muy singular publicado por un diario sevillano el 13 de diciembre de 1891, donde  se comenta que el señor Conde de París ha extendido considerablemente sus posiciones de Villamanrique, con una importante compra que acaba de hacer, colindando con sus primitivos terrenos.

        Una de ella es el coto llamado “Lomo del Grullo”, en donde existe un gran caserío del tiempo de los Reyes Católicos, conocido con el nombre del Palacio del Rey, finca de una gran superficie y de gran utilidad para la caza, a cuyo fomento lo dedicaba el Señor Conde de París, que como es bien sabido, es un entusiasta por esa afición y unos de sus protectores. A demás ha incorporado a este coto las marismas llamadas de “Hinojo” y la de “Aznalcázar”.

     Estas tres fincas una superficie de cerca de unas 60.000 hectáreas, de las cuales, 8.500 de estas pertenecen al citado coto del “Lomo del Grullo”, que lo dedica a la caza y al arbolado dedicando las marismas al pasturaje del ganado de los pueblos inmediatos.

   Las tres fincas se unirán a la dehesa del “Gato” que pertenecía a la S. A. formando de esta suerte una sola finca de unos 45 kilómetros de longitud y más de ancho (unas 60 lenguas cuadrada aproximadamente). Lo que hace que el Conde de París tenga la posición de tierra más extensas de toda Andalucía.

   El año siguiente en el mismo diario con el título siguiente: “El Coto se Oñana”.

    Este coto es quizá por su extensión y abundancia de caza sea el más importante que hay en España y Europa occidental y central y seguro que es el más conocido entre los “sportmen” ingleses que viajan a nuestro país. Se han celebrado en el cacerías de gran renombre; tal la verificó para agasajar a Felipe IV y que anda escrita en crónica e historias y es el mayor ejemplo de fastuosidad que ha podido dar la antigua opulenta nobleza en obsequio de su soberano. Dicho coto de Doña Ana o “Oñana”, antigua propiedad del ducado de Medina Sidonia, arrendado actualmente por los señores Gualterio Buk, don Alejandro Williams y don Pedro Noriega González, “spormen” de Jerez y anfitriones de grandes cacerías, a las que suelen concurrir sus amigos de Inglaterra.                  

                                                             


   En Doñana se caza el venado y el jabalí, la chocha y la perdiz, el pato y la agachadiza, el conejo y la liebre, la codorniz y la tórtola; la caza de monte y la de agua; cuanto desea el cazador en sus fantásticos delirios y sus ansias incansables. ¡Que más ¡Pudieran cazarse camellos y dromedario en cuyo suelo feraz y totalmente africano se reproducen, como realmente se cazan burros salvajes a lazo, ni más ni menos como se hacen con los caballos en las Pampas! Burros, si, no lo duden los pacíficos cazadores de alondras y pinzones. Una de las cosas que más divierten a los que cazan en el coto es ver manadas de sanos cimarrones o remontados, que huyen del hombre como diablo de la cruz. Cuando los guardas necesitan alguno para sus menesteres procuran cazarlo a lazo, y a duras penas se somete al yugo de la domesticidad.

                                                                

                                                            

El Conde de París.

  Otra particularidad de Doña Ana. Los gatos cervales o monteses están acotados; los dueños de la posesión les han declarado inviolables; es una de las condiciones del contrato del arrendamiento les pone a cubierto de las escopetas, trampas, el lazo y el veneno. Y claro está, hay peste de ellos, y con su fuerza ingénita y sus mañas destructoras no dejan con vida una perdiz, ni un pato, ni un animal de los que se ponen delante de sus guarras. ¿Porque esta idea? Se preguntarán algunos lectores; ¿a qué conduce eso de rebajar la caza fina de ratas de montes y convertir el florón venatorio de la casa Medina sidonia en una inmensa gatería? Sencillamente porque Jhon Bull de desvive por cazar gatos cervales, y los propietarios de la finca aspiran a tener cazadero “sui generis” en España que es admiración de los ingleses, aun más de lo que ahora lo es.

    En cambio, y váyase el bollo por el coscarrón, se sigue la buena costumbre de no tirar a las ciervas como lo hacen los señores Calvo de León en “La Mezquitilla”, y todos los propietarios de “Forest” en Escocia, y todos los cazadores en terreno libre o ajeno, pero no se debe hacer ni consentir en los propios.

 

   A la montería que se dio en febrero último asistieron cerca de veinte aficionados, ingleses y andaluces, y en cuatro días se mataron 16 reses y alguna de caza menor. Por poca por motivos de los citados gatitos montañeses. La nota más saliente de esa montería fue el haberse matado una “Cochina mayor” sin señal alguna de colmillos ni de haberlos tenido, escapada hace meses del corral de unos de los guardas; pero en cambio tuvieron que echar los suyos los ojeadores para encontrarla y matarla. Mientras la montería que se celebró en marzo concurrió don Joaquín Rivero, don Pedro N. González y don Carlos H. Younber, donde le entraron al señor González nada menos que ocho venados uno tras otros, casi todos coronados, de los cuales a tiro de rifle, mató dos hirió otros dos que, por mucho que siguieron, no pudieron cobrar. Que se sepa nunca en las se ha dado un episodio semejante.

  José  García Díaz.

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario