sábado, 31 de octubre de 2020

La costa de Castilla.

 

                                                      


      Por el Ingeniero de Montes, don Luís Moreno y García. Sobre la desecación de las marismas de Huelva.

En Madrid el 29 de marzo de 1881.

En el célebre monasterio de la Rábida, que se levanta en no muy elevado otero donde concluyen los ríos Tinto y Odiel al Sur de Huelva, tiene como principio la “Costa de Castilla” que se extiende hasta la desembocadura del Guadalquivir, frente a Sanlúcar de Barrameda. Cierra por Sur un extenso territorio, poco conocido, y menos estudiado, en el centro lo forma una extensa faja de pinares de la especie Pinus Pinea, menos propia de esta latitud, clima y suelo que la maritíma o pinaster que mezclada de alcornoque y acebuches, pertenecen los pueblos de Moguer, Lucena del Puerto, Almonte e Hinojos, de esta provincia y limitando al Este y Oeste por las marismas arcillosas del Guadalquivir y las silíceas de Huelva.

   Este extenso desierto, de unos 70 kilómetros de longitud y 15 de anchura, no tiene actualmente población alguna ni aun vivienda de ninguna clase. La más espantosa soledad reina en aquella verdadera pampa española, no animada por las esquilas de los ganados, los cánticos de los labradores ni aún los trinos de las aves cantoras; es el silencio del Sahara se percibe allí constantemente, alterado tan solo por el ronco estridor de las olas del mar batiendo la costa.

   Su suelo es poco accidentado; llanuras extensas con algunas colinas de ancha base, las cuales, eslabonándose, forman ondulaciones que se levantan poco metros sobre el nivel del terreno, y cierran depresiones en que se acumulan las aguas de lluvia para formar lagunas, charcos y turbales, que al desecar por la acción del calor llenan el aire de emanaciones palúdicas, productoras de las fiebres perniciosas a cuyo destructor influjo no escapa el que se aventura en aquellas regiones alguna temporada.

   En la parte austro—oriental, en una extensión de más de 40 kilómetros de longitud a lo largo de la costa, la acción de las aguas del mar acarreando materiales silíceos, mezclado con resto de conchas, combinada con la energía del viento, ha dado lugar a la formación de cerros cónicos de arena, que, unidos por sus bases, forman un dédalo inextricable de montículos cuyas cimas volcadas por el viento huracanados, que sopla frecuentemente del África, adquieren un muy marcado movimiento de avance al interior, siendo conocido en el país este territorio, así formado con e nombre de las “Arenas Gordas”; y los montes arenosos de alguna extensión tiene nombres como los de Médano de la Retuerta, Charco del Toro, etc. que son otra cosa sino los que los franceses llaman duna, por ignorar los nombres de médano, mégano y medaño en nuestro país tienen estas formaciones.

                                                                


   En estos médanos, formado de arena fina, con exclusión de arcilla y calizas, solo vegetan algunos pinos piñoneros, P. Pinea L., raquíticos en general, unos casi enterrados en la arena, que no presentan al exterior más que sus copas de color verde oscuro, otros hundidos hasta las bifurcaciones de sus ramas madres, raros ejemplares de enebros y espinos, algunas matas de jaguarzo, cantueso y brezos, especialmente en las inmediaciones de los tollos, agujeros circulares en cuyo fondo existe agua cenagosa y fétida.

    El resto de esta estéril comarca, no ocupada por los médanos, está constituida por un suelo arenoso también, con poca arcilla, menos caliza, y casi ningún mantillo, que son los cuatros elementos esenciales de los suelos laborables; pero en muchos sitios descansa sobre un subsuelo excesivamente arcilloso, y por tanto eminentemente impermeable al agua, circunstancia preciosa para con el auxilio poderosa de la agronomía poder dedicar al cultivo agrario permanente en tan vasta región, cuando la iniciativa particular o empresa potentes piensen en tan lucrativo asunto.

    Como en todos los suelos arenosos el calor obra aquí sobre la arena, cuerpo muy reflector, pues que cada faceta de las que presentan el deformado cristal silicio es para la onda de calor un espejo, y de la infinita serie de reflexiones ejercidas sobre ellas, se forman a muy pequeña altura del suelo focos que, elevando la temperatura de la capa aérea inferior, producen la desecación del aire y la muerte de las plantas.

   Además, el aire atmosférico, así como los productos resultantes de la descomposición de las sustancias animales y vegetales que el suelo activo puede contener, no son retenidos en el, por su permeabilidad, para contribuir poderosamente a la nutrición de las plantas, pues sucede que gases y vapores les abandonan y se difunden en el aire, pasando a las capas superiores fuera del alcance de las plantas.

  Por lo cual este suelo es excesivamente suelto, seco, muy permeable para con el agua, el aire y los gases procedentes de la descomposición de las materias orgánicas, y con todos los caracteres comunes a los arenosos, y sería completamente impropio para el cultivo agrario permanente, a no ser por clima benéfico de la Bética, en que se halla, y por la propiedad citada de descansar sobre un subsuelo arcilloso, de cuya cualidad participa en diversos lugares el suelo inerte.

                                                                 


   Lo dicho hasta para deducir la pobreza de su flora. Algunos alcornoques en el coto de Doña Ana, o Doñana; escasos ejemplares de pinos, no porque las condiciones del terreno no se presten para la vegetación de este árbol, verdadera providencia de tales terrenos, como lo prueban los magníficos ejemplares del pino de la Corona, cuyo tronco mide tres metros de circunferencia, el Torice o del padre Céspedes, de cinco metros, y varios otros que se ven en  el monasterio de la Luz y dehesa del Estero; si no por la mala voluntad e incuria de los hombres; variadas especies de planta del género Cistus, algunos brezos, retamas, enebros, zarzas, helechos y gamones en las inmediaciones de los charcos, son los vegetales que se encuentran en aquellos solitarios sitios.

    Las condiciones del suelo, clima y situación de esta región, la hacen apta para vegetación del pino negral o marítimo, en primer lugar, que podía transformar las vastas soledades de los médanos en verdaderos vergeles, como se ha hecho en las Landas de Burdeos. La vid encontraría fuera de los médanos, admirables condiciones para desarrollarse, rindiendo buenos beneficios a los plantadores, que tendría fácil salida a productos por los puertos de Huelva, Palos y Sanlúcar de Barrameda, obteniéndose seguramente frutos análogos a los que recolectan en los limítrofes términos vecinales de Hinojos, Almonte y Moguer, que se exportan como de Jerez.

     El olivo vegetaría admirablemente en muchos pagos, como lo prueba al existir lozanos y robustos algunos ejemplares de acebuche u olivo silvestre en varios sitios de la comarca, especialmente si se aprovecharan para cultivo los puntos más a propósitos; y en general, todos los árboles propios de las zonas templadas, renderían productos notables, con lo cual no solo aumentaría la superficie agrícola de España con algunos miles de hectáreas, si no que, poblando aquellos solitarios lugares, cubriendo el blanco suelo de verdes plantas, e impidiendo el avance hacia el interior de las invasoras arenas de los médanos, se modificaría en parte el clima extremadamente seco de la parte meridional de la provincia de Huelva, y occidental de la de Sevilla.

       Para obtener tan grandiosos resultados, no puede prescindirse del concurso de la ciencia agronómica, que es la que enseña a dónde y cómo se han desecar las lagunas y turberas; en que terrenos se deberán aplicar los avenamientos o drenajes para sanearlos; cuando se emplearan los arados subsuelos para hacer des fondos los grandes de vertederas para mezclar la arcillas que constituyen la capa impermeable con el suelo activo e inerte y para transformar las arcillas, insalubres y triste llanuras de que nos ocupamos, en fértiles, pintorescos y productivos vergeles. Vasto campo es el que señalamos a la actividad de las grandes empresas agrícolas, que es seguro se constituirán en nuestro país, para explotar con gran provecho nuestro no muy atendido suelo, así como iniciativa particular, y si conseguimos llamar la atención hacia aquellas extensas soledades de la costa de Castilla marismas de Doñana, daremos por bien  empleado el tiempo que, en las vacaciones de nuestro territorio, defiriendo gustosos a las excitaciones de nuestro queridísimo y respetable maestro y amigo Sr. Abela, que nunca ceja en el generoso y noble afán de alentar a los que nos dedicamos al difícil estudio de la ciencia agronómica.

    José García Díaz.

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