jueves, 1 de octubre de 2020

Camino del Villar.

 

                                                                


 

    Según el diario Odiel en mayo de 1977, los campesinos del pueblo de Villanueva de los Castillejos, son los primeros que se rebelan bajo grandes protestas sobre las plantaciones de los eucaliptos; en donde una finca de explotación privada se encontraba secando sus huertos porque estaban sembrados cerca de ello.

   Daba comienzo, la declaración de odio al eucalipto por ser declarado responsable del agotamiento de los acuíferos, del empobrecimiento del suelo, y ser unos de los provocadores de los muchos incendios que padecemos en nuestra provincia. Pero que hasta estos momentos no haya constancia científica que lo demuestre y que lo avalen.

    Sin embargo, era muy querido y apreciado por la economía local de este pueblo, en donde cada día, unos treinta camiones acompañados de unos 120 trabajadores, vivían de la corta y transporte de esta madera para abastecer la empresa de la Celulosa S. A. de San Juan del Puerto, durante cerca de cuarenta años; ya que esta era la que mantenía el monopolio de la madera y marcaban los precios en la provincia.

    Estos arboles de crecimiento rápido y de gran valor económico, por adaptarse a los suelos pocos fértiles, tras de contar con una rápida reproducción tras su corta que lo hacía bastante rentable. Su madera una vez seca, proporcionaban una gran resistencia para su utilización en las obras de construcción y en soporte para las empresas mineras; de sus hojas se extraían a través de unas calderas industriales al vapor la conocida y medicinal esencia del eucalipto, ya que este pueblo llegó a contar hasta con nueve de estas calderas, de donde necesitaban de tres a cuatro operarios.

                                                        

                                                           


                                                                  

  Y de como una variedad determinada, sus hojas aportaban alimento para el ganado cabrío, en momento de escases de pastos en la campiña ya que habitaban en esta villa una media de 300 cabezas de estos animales citados.

   En este pueblo las mejores tierras para el cultivo de las fresas, son las que han estado sembrada de eucaliptus, como han quedado demostrado por los agricultores lugareños.

     Pero para poner a prueba estos árboles en las antiguas explotaciones, y para saber dónde podían sembrarse las diferentes especies para mejor rentabilidad en su uso, se crearon en la Comarca de Doñana diferentes campos de experimentación conocidos con los nombres de arboretos.

   Donde ha quedado como fiel testigo de esta historia en el término de nuestro pueblo el arboreto del Villar, de propiedad de la Junta de Andalucía, ubicado actualmente el monte del “Coto de la Matilla”. Donde este singular arboreto, se considere de los más importante de España y de Europa.

                                                              


  Una auténtica joya campestre de gran valor ecológico que sigue siendo un lugar desconocido para muchos vecinos de este pueblo.

  Y en donde la gran labor desarrollada en su día por el grupo ecologista local “Madroño”, cuando estos eran considerados como unos de los más activista en toda la provincia, pusieron en marcha incansablemente la recuperación y como no su salvación del abandono que sufría este citado arboreto por parte de las autoridades responsable de su mantenimiento.

     El grupo “Madroño” incentivó a la Consejería del Medio Ambiente, a través de la Delegación Provincial de Huelva se vieran obligados a invertir cerca de cuarenta millones de pesetas en prepararlo y dotarlos de grandes prestaciones para disfrute de sus visitantes.

   Desde aquí pido de nuevo a mis amigos y conocidos miembros del “Madroño” que retomen de nuevo su labor de protección y conservación de tal importante paisaje, y lo que representa para las nuevas generaciones tan generoso regalo de la naturaleza.

                                           José García Díaz.

 

 

 

1 comentario:

  1. Fue llamado por sus detractores "El árbol maldito", pero hay que decir que no era tan maldito, ya que contribuyó a erradicar el paludismo con la desecación de las zonas donde se criaban las larvas de los mosquitos.

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