jueves, 25 de agosto de 2016

Cuando el agua era gratis.

                                                                 


      Una noticia sensacional recogidas por todos los periódicos provinciales, y no era para menos, ya que el artículo empezaba de la siguiente manera:
       Hasta 80.000 litros diarios de agua potable para la villa de Niebla.
           La cuestión del abastecimiento de agua ha sido para Niebla todos los veranos un verdadero problema, puesto que no la  hay potable dentro de la población. Cuando los manantiales más cerca se merman con el verano, los vecinos tienen que utilizar una fuente conocida por la "Ollita" en la orilla opuesta del Río Tinto distante un kilómetro del centro de la villa.
         Tanto las autoridades como el pueblo creyeron que la "Ollita" era un manantial natural, aunque llamaba la atención la gran fuerza que llevaba el agua, que brota de un pequeño depósito moderno labrado recientemente al lado de otro que parece árabe. Pero desde que Niebla llegó a ser acogida como centro para las excavaciones de la Escuela Anglo Española de Arqueología, su directora doña Elena Whishaw, con sus alumnos prestaron atención preferente al manantial de la "Ollita" y ahora, gracia a ciertos estudios emprendidos por el culto Secretario del Ayuntamiento, don Pedro Barrera, en los archivos municipales y a las investigaciones científicas de la Escuela, ha quedado plenamente comprobado que la "Ollita" no es ningún manantial sino una rotura en una cañería antiquísima, hasta el presente desconocida.
      Por la tradición se sabía que antiguamente en Niebla estuvo surtida por un acueducto subterráneo que partía desde la huerta de Valdemorales de Bonares, situadas en una colina a cincuenta metros de altura sobre la ciudad amurallada y distante una legua de ella, pero dicha tradición había llegado a ser mirada como un mito y nadie pensaba que el agua pudiera todavía llegar por dicho conducto. Gracias a las investigaciones mencionadas, la tradición ha sido convertida en una realidad; hoy contamos con una gran cantidad de agua riquísima, capaz de elevarse casi por su propio peso al nivel más alto de la población, terminándose por fin el conflicto que tanto ha preocupado al vecindario de Niebla.
          Todavía no se ha dado con la entrada que ha de existir sin duda, de la galería subterráneas labrada en la peña frente a Niebla, ni con el depósito donde se recogen las aguas de los manantiales de la huerta de Valdemorales; pero si se conoce el desagüe o "ladrón"  habiéndose encontrado restos de las antiguas cañerías, reformadas por los árabes, a través de toda la vega como también una cañería abierta en la roca para el agua sobrante del "ladrón".
        Desde la peña hasta la "Ollita" y mucho más hacia el puente romano, la cañería abierta está compuesta de tubos de barro cocido embutidos en una masa de hormigón, por el estilo de la imponente obra hidráulica conocida por "El Río de la Toma" de Ronda, que todavía surte de agua al barrio bajo de dicha población.
          Aquella también la recompusieron los árabes y es sumamente interesante comparar el antiguo ingenierismo hidráulico rondeño con el de nuestra Niebla. Ni el uno ni el otro tienen traza alguna de ser origen árabe ni romano; ambos son netamente indígenas y cualquiera se atreve a decir los siglos y siglos que han perdurado obras tan estupendas.
        Se calcula que la cantidad de agua que sale de la cañería por la "Ollita" y por otras roturas, es de unos 80.000 litros cada veinticuatro horas.    
        Durante el próximo invierno nada podrá hacerse para aprovechar tal don de Dios, porque el local de la "Ollita" se inunda todos los años por el crecimiento del Rio Tinto, pero mientras tanto se está estudiando el medio más práctico de elevar el agua al pueblo, y gestionando la autorización necesaria de entidades e individuos para realizar las obras.
        Restos de los antiguos atanores, hormigón y ladrillos árabes pueden verse en el Museo de Niebla, como también el reborde de una gran tinaja indígena recogida en la vega.

      El corresponsal en Niebla en Octubre de 1918.


     El huerto de Valdemorales de Bonares, ha mantenido durantes años, la leyenda de poseer unos de los manantiales de aprovechamiento de la ciudad de Niebla. Y como todas las leyendas tienen algo de verdad, este curioso caso, era conocido por los propietarios hortelanos, como la "Charca de la Zarza", que hasta bien entrado los setenta, ya su mermada aguas, se empleaban para regar pequeñas parcelas de los vecinos propietarios.
      La segunda pequeña parcela, destinado como huerto de subsistencia casera, era y es de mi familia encontrándose completamente abandonado, por carecer del agua necesaria para su riego, mientras la otra parte, se encuentra lindando con el arroyo del "Lagra".
  La continuación de la tierra de la parcela, se mantenía el riego con posos de cigüeñales árabes que actualmente no hay ni rastros de ellos.


 José García Díaz.

lunes, 22 de agosto de 2016

La pisada del caballo de Santiago.

                                                           

En la fotografía de José Gómez Feria se aprecia a un grupo de bonariegos, posando junto a la piedra de la pisada del caballo de Santiago.



  
                  La leyenda de la pisadas del caballo de Santiago.

                Por don Cristóbal Jurado, párroco de la villa de Niebla.
          Dedicado al ilustre y respetado hombre como es don Armando de Soto.
        Aquella jornada fue muy dura para las tropas cristianas. Antes de comenzar la pelea, don Rodrigo, arzobispo de Toledo, celebró el sacrificio de la misma en los grandes patios del Alcázar morisco de Niebla y dio la comunión a la tropas.
       Las huestes del Islán, rehechas por los auxilios recibidos de los régulos de Badajoz, Onuba y los Algarbes, se presentaron ante los desmantelados baluartes de la ciudad, pero fueron fácilmente contenidas por las tropas cristianas. Más en el ardor de la lucha, envalentonadas, hicieron una temeraria salida, cayendo en la emboscada de los Agarenos, siendo al fin desechas, con la pérdida de la plaza, en las proximidades del cabezo de San Cristóbal de Bonares, por su altura, regresando desde allí las mesnadas fugitivas y dispersas de los cristianos en dirección a Toledo.
                                                      .........
       Abu--Said, el general vencedor de las tropas de Aen--Mafot, rey de Niebla, al entrar triunfante en la ciudad, de dirigió orgulloso a la gran mezquita oriental y dio gracias a Alá y a Mahoma, haciéndoles la siguiente súplica: "Alá, dios único, el grande, el victorioso, el sublime, el que hace reír, el que hace llorar, por quien todas las cosas subsisten, os damos gracias por haber vencido con tu auxilio los ejércitos de los perros cristianos, que Satanás maldiga, y a los cuales yo espero vencer siempre con el poder de tu fuerte brazo y el aliento divino del padre de los creyentes, el gran Mahoma, superior a Santiago, el defensor de los cristianos".
      Después, al salir de la mezquita, di orden a las tropas de saquear los templos y las casas de las cristianos, antes toleradas, y de destrozar las pinturas e imágenes de sus iglesias y de maldecir a Cristo.
                                                    ----------
          Las brisas y aromas de la tarde agradable primavera convidaban al placer. El orgulloso Abu--Said, seguido de un escuadrón de jinetes árabes, se dirigía en paso triunfal hacia la grande laderas del cabezo de San Cristóbal, que los muslines la llamaban el cerro de Mahoma, en contraposición a los cristianos, para recrearse en el teatro de la últimas victorias ganadas a los cristianos.
        De su boca salían durante el trayecto exclamaciones de rabia y blasfemia horribles, asegurando por Mahoma que el vencería siempre el empuje de los cristianos, a pesar del decantado auxilio de Santiago.
       Más de improviso se oyen ruidos como lejana tempestad; el rostro de Abu-- Said palidece y el brioso caballo se espanta y resbala hasta dar con sus manos y cabeza en la dura piedra, permaneciendo en esta postura largo rato.
    Abu--Said, caído en tierra, dirige sus extraviadas miradas hacia la visión de un hermoso jinete, en caballo blanco, de relucientes cascos y armadura, que le dice:
       " En vano, te empeñas en dar coces contra el aguijón. Yo soy Santiago, apóstol de Cristo, a quien Dios ha confiado la defensa de España contra la morisma. Por tus horribles blasfemias, en breve perderás la vida y la plaza de Niebla, en cuya refriega mi celestial protección se hará visible para la tropas cristianas."
      Los jinetes árabes, extrañados y llenos de terror, acudieron con presteza en auxilio de su caudillo.
      Más antes de partir de aquellos sitios, observaron, admirados, que en la roca viva habían quedado señalados, no solamente los cascos y herradura del hermoso caballo de Abu--Said, sino también la figura de sus brazos, al caer como arrodillado y las impresión de su boca al morder el polvo de la tierra.
         Según la tradición y la leyenda, Abu--Said, después de aquel trágico suceso, falleció a los pocos días en la ciudad, resultando fallidos sus vaticinios. Más antes de morir, encargó a su esposa que al entrar nuevamente en triunfo las tropas cristianas en Niebla, se convirtiera a la fe de Cristo y edificase en honor del apóstol Santiago una hermosa iglesia.
         No se retardaron mucho las predicciones diversas, pues al poco tiempo, la ciudad era tomada por las tropas victoriosas de Alfonso el Sabio de Castilla y Sahara, la bella esposa de Abu--Said.
        Después, la dama árabe hizo trasladar los restos de su infortunado esposo al nuevo santuario, colocándole una lápida, en la cual decía:

                             Aquí yace Abu--Said, general
                           de Aben Mafot, convencido
                           de Dios y de su profeta
                           Santiago, protector de los cristianos
                            !Rogad por el!

            Aún todavía a través de los siglos, se contemplan intactas en la dura roca de las grandes estribaciones del cabezo de San Cristóbal, las huellas del hermoso corcel de Abu--Said, humillado ante la aparición del  Santo Apóstol, protector de los cristianos.
        Llamase a este lugar " las pisadas del caballo de Santiago", causando la admiración de las gentes.
     


    José García Díaz. 

domingo, 21 de agosto de 2016

Un bautizo algo original.

     
                                                           



 Del diario "El Liberal" de Sevilla del día 30 de Junio de 1918.

           Con el título de "Una bonita conversión"
        Ocurrió ayer mañana, siendo las diez y media de la mañana en la Colegio Inmaculado Corazón de María, y con toda solemnidad, recibió el agua del bautismo la ilustre hispanófila señora doña Elena Whishaw, a quien le fueron impuesto los nombres de María Elena San Pedro, siéndole administrado el Sacramento por el rector de dicho colegio y actuando de madrina la superiora de las hermanas de San Vicente Paul, que tienen a su cargo las cocinas de la calle Pagés del Corro (Triana), y de padrino al reputado jurista don Enrique Porres.
       El acto se celebró en la mayor intimidad, no asistiendo más que el capitán señor Sandemám, del Consulado británico; el presidente de la Junta de Protección de la Infancia, don Amante Laffón, y el secretario de la Junta de damas aliadas, nuestro amigo don Guillermo Trotter.
      Terminada la ceremonia religiosa, los asistente al acto fueron espléndidamente obsequiados con un desayuno por el reverendo padre rector.
     Aun sabiendo que molestamos la excesiva modestia del padrino de la neófita, señor Porras, queremos hacer constar que dicho señor ha tenido el buen acuerdo de suprimir el banquete con que suelen celebrarse estos acontecimiento, en sustitución por el cual, se ha costeado la comida para 200 niños pobres en la cocina de la calle Pagés del Corro, las cuales fueron repartidas ayer a las cuatro de la tarde.
       Del diario compañero "La Provincia" recogemos este curioso artículo, que  aun que meses antes, tiene que ver con la labor que la señora Elena Whishaw, está desarrollando en la histórica ciudad de Niebla.
      En vista de la situación crítica porque atraviesa el proletariado a causa de creciente encarecimiento de las subsistencias, la señora Elena, ha tenido la feliz idea de celebrar su cumpleaños dando una comida a todos los ancianos necesitados, de más de sesenta años.
    La comida resultó un acto simpático, siendo obsequiados los ancianos y sus familias que en total ascendía a cien personas con un suculento puchero, pan, naranjas y vino de Niebla, donado por el digno secretario del Ayuntamiento don Pedro Barrera. La mesa colocadas debajo de un olivo, en el jardín de la Puerta del Buey, ostentaban las banderas españolas e Inglesas.
    Ayudaron a doña Elena Whishaw en su benéfica tarea la señora Walter, esposa del Director del Consejo de Administración de "The Times", quien está de visitando varias poblaciones andaluzas, con motivo de las comidas organizadas por la Junta de Damas Aliadas, presidida por la señora Whishaw, para festejar la toma de Jerusalén.
         Dicha dama que ha visitado ya Málaga y Granada y marchará para Sevilla, Cádiz y Jerez de la Frontera, poblaciones en las cuales la Junta está dando a comer diariamente a seiscientas madres que crían a sus hijos. sale hoy para Huelva con el objeto de asistir a la comida de los 500 niños amparados por el Comité de Jerusalén de dicha capital y visitar las Escuelas de San Francisco para estudiar el notable sistema de enseñanza, practicado allí con tanto éxito por don Manuel Siurot.
         El sábado, acompañada por la señora de Whishaw, la ilustre periodista norteamericana Mistresa Brewater Jordán, y las hijas de don Pedro Barrera, la señora de Walter estuvo en Moguer, Palos y la Rabida.
          La ilustre dama muestrease encantada de las bellezas que encierra nuestra provincia, especialmente de la poética e Histórica Niebla.

   El Corresponsal.
   
  José García Díaz.

  

viernes, 19 de agosto de 2016

Una tumba romana.

            
                                                         


                        Una Necrópolis  pre--romana en Niebla.

                         Por don Cristóbal Jurado, Pbro.
           Miembro de la Real Academia de Historia de Toledo.

      Dedicado al Excmo. Sr. Arzobispo de Sevilla, a su paso por esta villa en Febrero de 1918.

       Hace algunos días, en el sitio de este pueblo denominado la "Estación de Sevilla", el obrero Eusebio Padilla natural del vecino pueblo de Bonares, se encontró, al labrar una viña, grandes y enormes sillares, denunciadores de viejo monumentos. Una vez levantadas, no sin grandes esfuerzos, algunas de las pasadas piedras, se pudo observar que contenían debajo restos humanos.
        Los sepulcros encontrados han sido tres y de su tosca construcción y primitivos materiales empleados, así como de alguna obritas halladas en su interior, de labor rudimentaria, se desprende su remota antigüedad, que se puede calcular de los últimos periodos de la dominación cartaginesa en Niebla o principios de la época romana.
       Las fosas todas presentaban en la parte inferior grandes losas de barro cocido, de origen caldeo o ibérico, de 58 centímetros de larga por 42 de anchas, sobre las cuales se hallaban colocados los cadáveres boca  abajo, según los usos babilónicos, apoyándose el cráneo en un gran adobe, que le servía de almohada, de 40 centímetro de largo, 26 de ancho y 7 de grueso. En la parte de los pies cuatro adobes, labrado "ad hoc" formaban un circulo, tal vez imagen del sol.
         Las tres fosas se hallaban circuidas de grandes ladrillos de 28 centímetros de longitud por 21 de latitud y 5 de grueso, formando un grueso muro, cubiertas en la parte superior por grandes sillares de varios quintales de peso, reveladores de una época de transición del periodo de los dólmenes o grandes piedras tumulares o funeraria.
        Uno de los cadáveres, de cráneo alargado, que recordaba, las razas negras africanas, tenía varios nudos de huesos en la frente, indicadores de las pedradas de hondas recibidas en las guerras de aquellas edades, y sobre su cabeza una gran pila de piedra, de una arroba de peso, donde se encontraron señales de aceite o grasas requemadas, o bien servía de recipiente, donde se depositaban las cenizas de los antepasados o las carnes y corazón del difunto.
        Las grandes piedras que cubrían las fosas tenían agujeros oblicuos, labrados expresamente para poner el interior de los sepulcros en comunicación con el aire atmosférico, tal vez para dar salida a los espíritu o manes de los muertos, o también para dar respiración y aire a las grandes lámparas que quedaba ardiendo en el interior, que servían para iluminar al difunto en su incierto viaje a las regiones de un mundo desconocido.
       En otro de los sepulcros aparecía una tosca cabeza de mujer, labrada en mármol, cubierta con un velo, que nos recuerda a las descubiertas en el cerro de los Ángeles, figura de una Venus arcaica; la Tanit cartaginesa.
      Las grandes losas de los sepulcros llevaban todas gravado el circulo, imagen de la divinidad solar o de Baal Hamnión, como aparece de la estela Núminica, hallada en Magrana. También presentan labores toscas rectangulares, remedando el frontón de un santuario o bien en forma de equis, labradas al parecer, con los dedos de la mano.
        Pero lo que más llama la atención es que en algunos adobes aparece la figura de la mano, extendida, labrada rudimentaria, símbolo mitológico cartaginés, según se observa en la estela votinea de Tanit, hallada en la aldea de Malga, no muy lejos del sitio donde estaba emplazada la antigua ciudad de Cartago, donde aparece la mano extendida, así como en otra estela votinea existente en el Museo Arqueológico de Paris, exvoto del templo de Tanit, en Cartágo, donde se nota la pelamide y el atún.
       La mano derecha extendida hacia el cielo, en la actitud de que habla Virgilio: "Duplices tendens ad sidera palmas", representaba el poderío de la divinidad y expresaba protección y bendición. Todavía los árabes, perpetuando estas viejas tradiciones, colocan manos pintadas o grabadas en la puertas de sus casas, para alejar las infamias perniciosas y evitar maleficios.
       El rito de elevación de las manos, al dirigirse a la divinidad, es de tradición antiquísima. Así, en las estelas votineas funerarias, egipcias, en el Museo de Bulac, vemos figuras orantes con las manos extendidas, Moises, con sus manos levantadas hacia el cielo, obtuvo el triunfo de Israel sobre los amalecitas, y las pinturas que representan los orantes en las catacumbas de Lucina y en la iglesia de San Apolinar in Clase, en Revena, están con las manos levantadas, siendo notables las liturgias de la iglesia sobre la elevación e imposición de manos.

    José García Díaz.


   

jueves, 18 de agosto de 2016

Una de espías.

                                                                


       Estos hechos se han desarrollado en la desembocadura del río Segura y en la orilla izquierda, sobre una eminencia arenosa, se encuentra enclavada una pequeña caseta que los carabineros del puesto de Pinet, que han construido para resguardarse de las inclemencia del tiempo.
          Desde esa casilla pueden estos sufridos funcionarios atalayan un gran espacio de terreno del sometido a su vigilancia.
     Muy especialmente se vigila el punto denominado la "La Gola" para cuyo servicio exclusivo existe una pareja.
   Le estaba encomendado ese turno en la noche del 4 al 5 de Abril, a la pareja que formaban Pedro García Riquelme y Vicente Pastor Pons
      Muy fría todavía las noches en esta estación, nada más extraño tiene que los carabineros se refugien en la aludida caseta, donde perfectamente vigilan la zona que les tiene encomendada.
        Próximamente a las cuatro de la madrugada, cuando faltaba escaso tiempo para ser relevado, el García Riquelme que se hallaba en el dintel de la casa, advirtió que alguien, que parecía venir de la playa, se dirigía hacia la ribera del Segura.
       Dándole el alto, y el conocido contestó al momento "España".
         Se le invitó a subir al lugar donde se hallaban y obedeciendo se presentaron antes de ellos, era un hombre con los vestidos chorreando agua y trémulo de frío.
      Todo denotaba en el haber permanecido bastante tiempo luchando con las olas para poder ganar la playa.
        Los miembros entumecidos, casi rígido por el frío y el agua. En ciertas partes del cuerpo estaba a punto de brotarle la sangre.
       Ofrecieron asiento que aceptó dando las gracias y para reanimarlo encendieron una gran fogata, con lo que pudo entrar en calor y secar sus ropas completamente mojadas.
       Al preguntarle los carabineros quien era y como se encontraba allí, dijo que se llamaba Rafael Merino, español y que había naufragado el barco del que era tripulante.
      Fácilmente advirtieron los carabineros que aquel hombre, a pesar de hablar el castellano correctamente, tenía un inconfundible acento extranjero, por lo cual no le creyeron y así se lo manifestaron.
    El ocultar su nacionalidad, tratando de engañar a quienes les interrogaban, causó el consiguiente recelo y los carabineros concibieron la sospecha de que aquel hombre no era un simple náufrago.
      Asediado a preguntas el desconocido, sin decir de donde era natural les dijo que se había fugado de un barco italiano donde le trataban pesimamente.
       No admitieron como verdadera la explicación, y cada vez más recelosos respecto al individuo, pidieron les entregarse si llevaba algún arma.
    Obedeció la intimación el pretendido Merino, dándole una excelente pistola automática que solo tenía dos cápsulas cuya arma, descargada, se devolvió a su dueño.
        Los cuidados  que se le habían prodigado y la amabilidad con que se le trataba hicieron concebir el falso Merino la esperanza de que no había despertado sospecha alguna su arribo a la playa en circunstancia novelescas, y pensó que después de reponerse de la fatiga que le ocasionara la lucha que con los elementos había sostenido, le dejarían libre.
        Vana quimera. Los carabineros, consciente de su deber, les hicieron saber que había de presentarse a su jefe.
        En vano fue que las suplicas, intentando convencerles de que nada malo harían con dejarlo marchar.
       Viendo que las súplicas no conseguía torcer la disposición de sus aprehensores, se les ofreció una fuerte cantidad de dinero, si desistían de llevarle al cuartel.
       Fue subiendo su oferta hasta llegar a prometerle una suma tal que para gentes tan modesta, constituía la plena seguridad de que aun les costase la expulsión del cuerpo a que pertenecen el dar suelta al detenido, tendrían el problema de su vida resuelto económicamente.
       Tampoco esta tentadora proposición ibas hacer olvidar el cumplimiento de sus deberes a los íntegros carabineros, quienes opusieron la más rotunda negativa a los deseos expresados por el que luego resultó ser un oficial sobresaliente de la Marina alemana.
       Sin duda que los marineros teutones tienen del honor un concepto muy distinto que el de los españoles que visten de uniforme.
         El caso del capitán del submarino que se evadió de Cádiz, habiendo empeñado su palabra de honor, y el de este marino que intenta seducir a unos militares para que falten a los deberes que su Ordenanza les impone, así lo demuestra.
          Bien merecen ser recompensados los que de manera tan digna resistieron las tentadoras proposiciones que con muy poco escrúpulo les hicieron el héroe de la aventura que relatamos.
      Como fuera ya la hora del relevo, ya alboreando, los carabineros invitaron  al extranjero a que les siguiera, y se dirigieron hacia la casa cuartel del Pinet, a cuyo puesto pertenecen.
       A unos dos kilómetros del cuartel y al llegar cerca de la casilla denominada la "Antina", el náufrago dijo a los que conducían, que por aquellos alrededores tenía un saquito con algunas provisiones que había abandonado en la arena.
   En efecto, en un lugar situado en las dunas cercana a la playa, encontraron unas alforjitas de lona que encerraban las provisiones.
        Cuál sería la sorpresa de los carabineros al ver que además del saquito con los comestible, medio sepultada en la arena aparecía una caja que había dejado en aquel sitio el misterioso náufrago, de la cual le confesó el dueño y que le dijo que contenía algunas medicinas y postales.
      La caja tiene unos 60 centímetros de longitud, por 40 de ancho y otros tantos de altura.
       Es de madera, forrada de zinc y herméticamente cerrada, atornillada además.
    Pesa unos ocho o diez kilos y de su contenido hablaremos en otro lugar de esta información.
        El náufrago que confesó ser su propietario, se la colgó al hombro con una cuerda que a ese fin lleva la caja y dijo a sus aprehensores que podían marchar cuando gustase a la presencia del jefe del puesto, que estaba deseando presentarse ante él para que le dejasen en libertad.
        Mientras esto ocurría, el carabinero Diego Soler de vigilancia en los alrededores de la casilla "La Antina", había encontrado en la playa, varado en la arena, un botecillo salvavidas, de lona impermeable, algo destrozado y que indudablemente había sido arrojado allí por las olas.
      El bote, de construcción americana, al parecer tiene forma oblonga y es como han dicho de lona impermeabilizada, teniendo en la parte superior un tubo de goma como un neumático de bicicleta que se llena de aire y hace flotar el aparato de salvamento.
       Este botecito puede plegarse reduciéndose su volumen tan considerablemente que abulta como una maleta grande, cuyo aspecto ofrece una vez plegado, teniendo unas asas a los costados para poderlo llevar más cómodamente. Este hallazgo lo relacionaron con la aparición del falso Merino y los carabineros supusieron, con fundamento, que el misterioso individuo se había servido del bote para ganar la costa y ya sospecharon muy bien que pudiera provenir del algún submarino de los que operan por estas aguas.
         Apenas llegaron a la casa cuartel, fue presentado el detenido al comandante delo puesto, cabo Gonzalo Guardado Cristo.
         Este le interrogó, obteniendo de él idénticas manifestaciones que las que hicieron la pareja.
       La llegada de esta pareja con su extraño acompañante, produjo entre todos los habitantes de la casa cuartel del Pinet la consiguiente curiosidad.
       Todo se preguntaba quién sería aquel hombre rubio, joven, muy joven, representando unos 23 años . Después se ha sabido que esta es su edad. Alto, magro, elegante, a pesar de las pobres ropas que vestía cuya modestia no era suficiente a ocultar la natural distinción de quién las llevaba.
        Su rostro imberbe y algo aniñado predispone en su favor. Vestía una chaqueta corta a estilo andaluz, de color café con botones de metal blanco, que llevaba grabada una imagen de la virgen con la siguiente inscripción "Santa María".
        Pantalón negro de pana, de cinta estrecha y ala muy ancha, parecido al de los exploradores norteamericanos.
       Calzaba alpargatas.
      Pudo observársele una cicatriz de unos diez centímetros en la mano izquierda.
       Llevaba algunas monedas de plata extranjeras. En su cartera bien provista tenía varios billetes del Banco de España.
       Allí fu examinado el saquito de provisiones, que contenía una botella de ginebra, un gran pan de guerra alemán, un buen trozo de jamón y conservas, manteca y queso, en latado.
     Del pan hemos podido proporcionarnos un trozo que se exponen en el comercio "El Rio de la Plata" de la calle Mayor.
      Este pan, que es, indudablemente, el mejor que se fabrica en Alemania, puesto que lo llevaba un oficial de la Marina de guerra alemana, demuestra cual es la verdadera situación de aquel país en punto de la subsistencia.
        Se trata de una masa negra, confeccionada con centeno, cebada y patatas, que no acertamos a imaginar cómo hay estómago capaz de dirigirla.
        Extraño fue para la señora del cabo de que pudiera comerse aquella especie de cartón piedra. El detenido se esforzó en convencerla de que ese pan es exquisito y le cortó una rebanada que untó de manteca y acompaño de sendos trozos de queso y jamón invitándole que lo probaran.
         No obstante el "acompañamiento", la buena señora no pudo pasar bocado, contrariando sobre manera al anfitrión el poco honor que se hizo sobre su manjar.
        Pasó el detenido a las habitaciones del jefe de puesto. Que entre otros cuadros , el cabo tiene varios retratos de soberanos, uno de ellos Guillermo II; no bien le hubo visto, el detenido se cuadró militarmente ante él.
      Esto acabó de confirmar las sospechas que el misterioso arribo y las contradicciones en que incurría, hicieron concebir al cabo Guardado.
      El pretendido náufrago era un influyente militar alemán, que con algún propósito se encontraba allí. Desde aquel momento se prometió no perderlo de vista.
     Por si alguna duda le quedaba de que era un gran pájaro de cuenta, aquel joven tan fino y simpático, la pareja de carabineros que participó en el intento de soborno que se había cometido con ellos




   Este grave accidente sirva la importancia, para que pueda enseñar a quien corresponda, probar que, efectivamente, si quieren mantener la neutralidad, ya que cualquier tibieza o debilidad en un asunto de esta índole quizá fuese fatal para España.
       Parece que el hecho de tener el cabo señor Guardado, el retrato del Kaiser, inspire al detenido una confianza ciega.
      Debió creerle devoto de Alemania y que se prestaría a servir sus planes y trató de intimar con él.
    Para ello comenzó por relevar su verdadera personalidad. Era alemán, oficial de la Armada, condecorado con la Cruz de Hierro.
   Se llama Adolfo-- según otra versión Alfredo-- Guillermo Clauss y su padre es el cónsul de su país en Huelva.
     Hizo el más caluroso panegírico de  Alemania y a creerle, la guerra acabará dentro de unos meses, claro es que con el triunfo completo de los teutones.
     Anunció que por todo este mes llegarían los alemanes a la costa francesa del mar del Norte, desde donde bombardearían Inglaterra con el cañón de gran alcance.
      Como profeta nos parece que hasta el presente ha quedado muy medianamente Herr Clauss de Huelva. Distan bastante de Calais y Dunkerke los ejércitos de los Teutones.
        Dibujó, con gran facilidad, el esquema del famoso cañón con el que bombardean París y trató de anonadar al cabo con la relación de los grandes medios de que dispones Alemania !Doutachland fübar alles!
         Guardado le dejaba charlar cuanto quería y nuestro hombre no se cansaba de referir, la grandeza y más grandeza de sus compatriotas.
     Innumerable escuadras de zeppelines arrasará, muy pronto las populosas ciudades de los países enemigos; flotillas inmensas de submarino tan grande como los superdresdnongts, hundirá en el abismo del océano a cuantos buques beligerante o neutrales se atrevan a surcar los mares.
       No obstante estas narraciones, con las cuales creyó el Clauss ganar por completo al jefe del puesto, cuando se habló de dejarle en libertad y devolverle la cajita, aquella cajita con postales y botiquín, Guardado la hizo ver la imposibilidad de complacerle. Había que presentarle al jefe de la línea, residente en Guardamar y el dispondría lo que se procediese.
     Procuró el alemán conquistar al cabo, primero con palabras de afecto y luego ofreciéndole un buen empleo y una cuenta económica bastante buena, para que no diera cuenta de su arribo.
       El no trataba más que de llegar a Madrid, donde tenía buenos amigos-- cierto vecino de la Castellana daría muchos miles de marcos por verle en libertad--- y lo que quería aludir las molestias anejas a toda presentación a las autoridades de cualquier clase que sean.
      Caso de no avenirse a esto, le suplicaba que, por lo menos, no presentara la cajita. Después de todo, poca importancia podría tener el ocultar una caja con postales y medicinas.
      Como tampoco se aviniera a ello, el cabo, sufrió honda decepción el marino y se oyó decir: "Estoy perdido"
      Las lógicas consideraciones confirmado por nosotros y su autenticidad es absoluta.
       Ahora vamos a exponer, por nuestra cuenta como periodista de este diario, algunas hipótesis que nos expliquen ciertas lagunas que pueden notarse en la información precedente.
    ¿Cómo arribó a la playa del Pinet el alemán? Es lógico suponer que Guillermo Clauss salió de Alemania en un submarino, cuya misión era, sobre toda otra, desembarcar en costas españolas en unión de la famosa caja.
    El pan no cabe duda que es alemán y no haría un mes que había sido amasado pues se conservaba todavía algo tierno.
   El porqué de elegir esta parte de la costa no tiene muy fácil explicación, a primera vista, pues que el objetivo de Clauss  como veremos está en Andalucía.
    ¿Será quizá porque en la costa andaluza no sea nada fácil pasar desapercibido el arriar un bote del submarino y arribar felizmente a la playa, dada la vigilancia tan estrecha que ejerce por las patrullas navales inglesas que recorren esta zona vigilando el Estrecho? Muy posible es que esto haya motivado la elección de la costa alicantina como lugar más apropósito para su desembarco, de lo más cercano a Andalucía. Verdad es que más próximo está el litoral cartagenero, pero también es de los más vigilados desde el hallazgo de un Bolete que tanto ruido causó.
   Ya frente a nuestras costas, el submarino transbordó al Clauss al botecillo salvavidas y se hizo a la mar el protagonista de esta historia en demanda de tierra, guiándose por algunos de los faros.
     ¿Creyó hacer rumbo al de las Huertas, donde alguien le esperaba--se ha dicho que aquella noche se vio a dos caracterizados alemanes en la "Albufera", como si esperasen a alguien que hubiera que desembarcar-- o era su propósito llegar a Santapola, donde también parece que es teatro a propósito para encontrar fácil acceso los alemanes. Lo que parece indudable es que su propósito no era llegar a la solitaria playa Pinet, rodeada de dunas y lejos todavía de comunicación.
        Sabemos también, de modo curioso, que muy pocos días antes del desembarco del alemán, en una famosa cervecería de nuestra capital, cuyo propietario alentó muchísima simpatías por los invasores de Bélgica, dos súbdito de Guillermo II, examinaban con gran interés en una estancia interior del mencionado establecimiento, un plano del litoral español del Mediterráneo.
    ¿Tendría relación este hecho con el arribo del alemán huelvano Clauss?
       Los vientos hicieron desviar el rumbo de la débil embarcación que derivaría sensiblemente hacia el Poniente.
      Todavía fue mayor la desgracia para el navegante, pues quedó inutilizable el frágil botecillo, y hubo de arrojarse al mar con la impedimenta de la caja y las provisiones.
      El audaz argonauta debió sostener una ruda lucha con el líquido elemento. El estado de fatiga en que se mostraba al hallarse los carabineros lo hace suponer así.
       Ceñida al cuello la caja, que no es grano de anís. no era tarea fácil ganar a nado la playa.
        Ya en salvo, su primer cuidado fue depositar la caja en sitio seguro y enfrente cas de donde desembarcó enterrándola en la arena con el propósito de recogerla después.
      Fue descubierto por los carabineros, tropiezo con el que quizá de dar con el lugar donde quedaba, en el caso de soltarle, como esperaba, por no resultar cargo alguno contra él.
¿Cuál era el contenido de la caja que tan preciosa era para el súbdito del Kaiser?
    Según nuestras averiguaciones, encerraba un aparato que se ha dicho era de radiotelegrafía y que en realidad en el día de hoy, no se sabe todavía para qué uso se destina. Clauss  dice que una invención suya, de la que nadie será capaz de descubrir el secreto.
     Hay también unas cajitas conteniendo cada una varios tubos de cristal, en forma de huso, con ciertos líquidos con los que pueden confeccionarse explosivos potentísimos. Estos tubos están graduados y tiene un punto señalado determinada temperatura.
      Había igualmente una cajita muy pesada, conteniendo cierta substancias en polvo, cuya calidad no se determinó al pronto, bastante tornillos y algunas espoletas.
       En unas latitas de doble fondo se encontraron unos pañuelos encarnados que nadie acertaba a explicar para que servían.
       Todo ello fue llevada al laboratorio de la Escuela de Torpedista de Cartagena, para su análisis.
       Posteriormente nos han dicho que tratando dichos pañuelos por los ácidos débiles, se ha conseguido en uno de ellos determinar claramente un plano de un lugar que no se ha podido identificar todavía, pero se supone que es costa de Huelva y que se dibujó con alguna tinta de las denominadas "simpáticas"
      También contenía la caja un paquete de cartas, algunas de ella escrita en español.
    Persona que parece estar bien informada, nos segura que en la caja iban doce potentes máquinas infernales o que se podían construir con los elementos que hemos mencionado-- esto no nos lo han determinado bien-- cuyos explosivos son de una potencia tremenda.
    Lógico es suponer que la misión encomendada a Clauss fuera de la más excepcional importancia. No se destina a un submarino para traer a España a un oficial con una simple misión diplomática.
    El alarmante "equipaje" con que viajaba el teutón, nos permite imaginar, con fundamento, que sus propósitos no eran otro que los de hacer a nuestro país, teatro de los criminales atentados que en Norteamérica realizaron durante mucho tiempo los agentes alemanes.
    Fábricas de municiones y material de guerra, que eran destruidas por incendios voraces; puentes magníficos que saltaban para inutilizar por cierto tiempo las líneas de transporte por donde eran enviadas a los puertos las mercancías destinadas al aprovisionamiento de los aliados; buques en cuyas bodegas se colocaban por manos misteriosas bombas y aparatos explosivos para hacerles saltar en alta mar.
     Toda esta era la obra siniestra de la legión de espías y agentes alemanes en los Estados Unidos, que cesó tan pronto rompieron las relaciones con Alemania y puso a buen recaudo a todo cuanto habían participado en la citada misiones.
       Pues indudablemente en España se ha intentado reproducir estos vandálicos hecho.
         Así parece indicarlo el descubrimiento que ha poco más de un año se hizo en las cercanías de Cartagena. Aquellas boyas y depósitos de explosivos que se hallaron en la playa del Bolete pertenecientes a los alemanes, se destinaban a ser empleados en nuestra patria y no precisamente en usos industriales.
      Recordamos entre otros puntos que se daban como elegidos para destruirlos, era el puente sobre el Bidasoa y el túnel de Canfranc.
       Fracasaron aquellos proyectos, con la prisión de algunos de los dinamiteros; pero los alemanes, que no reparan en emplear toda clase de medios con tal de conseguir sus fines, tenían que repetir sus intentos de preparar la destrucción de algo que proporciona en España a sus enemigos elementos de combate.
       Y a esto ha venido, indiscutiblemente, Guillermo Clauss.
       Una vez desembarcado su tropiezo, le hubiera sido fácil llegar al punto que constituía el objetivo de su misión, que sin vacilar afirmamos que era las minas de Río Tinto en la provincia de Huelva. Y esta afirmación no es fruto de nuestra fantasía, nos consta su certeza, aunque estemos obligados a no relevar la fuente de nuestra información, que puede ser más fidedigna.
      La riquísima cuenca minera de Ríotinto de Huelva surte a los aliados de casi todo el cobre y sus compuestos que en los fines de la guerra se emplean.
       Destruir los muelles por donde embarca el mineral en Huelva, era un golpe maestro, que causaría incalculables perjuicios a los países de la Múltiple.
      De no haberse detenido a Clauss en la playa de Pinet, quizá habríamos de lamentar en estos momentos una horrenda catástrofe que, además de las pérdidas en vidas y riquezas nos habría acarreado una complicación internacional de las más difíciles que hayamos tenido en nuestra historia.
    Afortunadamente, no se dejaron seducir los carabineros por las ofertas de quien les creyó vánales y prestaron, sin presumir quizá su transcendencia, un eminente servicio a su patria.
    La vida que sigue de este curioso espía alemán, tenemos que consultar la "Obra Maestra" de mi estimado y apreciado amigo don Jesús Ramírez Copeiro del Villar, en su libro "Huelva en la II Guerra Mundial".
    
         José García Díaz.