Del diario El Gobierno del día 23 de Julio de
1874.
MINISTERIO De FOMENTO.—El presidente del Poder ejecutivo de
la República, de acuerdo con lo propuesto por la dirección general de Obras públicas,
lo dispuestos, con fecha del día 13 de este mes, que dejé en suspenso la
resolución de los expedientes de petición de los terrenos de las marismas de
Huelva, continuando solamente la tramitación de los que estén incoados hasta
que se forme un plano general de los terrenos de aquella clase, en el cual se
señalen los trozos concedidos y los solicitados, y se estudie u proyecto
completo de saneamiento comprendido las secciones en que pueda dividirse para
otorgar su concesión y las bases a que se han sujetar las obras para la
realización de aquel proyecto. Ha dispuesto así mismo que se exceptúen de la
anterior prescripción las peticiones que tengan por único objeto ocupar algunas
partes de las marismas para la ejecución de una obra pública, concediéndose en
tal caso solamente la parte de terreno necesaria para el establecimiento y
explotación de la obra.
Toda esta buena
disposición, antes medio años que terminase la Primera República federal
española en donde quebraría la Banca a favor de aumentar los nuevos
capitalistas acompañados de los latifundistas que representaban la nobleza y el
clero, que eran los verdaderos propietarios de las mayores partes de las
tierras de esta provincia.
Las compras de
los llamados Bienes Nacionales, se destaca uno muy singular publicado por un diario
sevillano el 13 de diciembre de 1891, donde se comenta que el señor Conde de París ha
extendido considerablemente sus posiciones de Villamanrique, con una importante
compra que acaba de hacer, colindando con sus primitivos terrenos.
Una de ella es el coto llamado “Lomo del
Grullo”, en donde existe un gran caserío del tiempo de los Reyes Católicos,
conocido con el nombre del Palacio del Rey, finca de una gran superficie y de
gran utilidad para la caza, a cuyo fomento lo dedicaba el Señor Conde de París,
que como es bien sabido, es un entusiasta por esa afición y unos de sus
protectores. A demás ha incorporado a este coto las marismas llamadas de
“Hinojo” y la de “Aznalcázar”.
Estas tres fincas
una superficie de cerca de unas 60.000 hectáreas, de las cuales, 8.500 de estas
pertenecen al citado coto del “Lomo del Grullo”, que lo dedica a la caza y al
arbolado dedicando las marismas al pasturaje del ganado de los pueblos
inmediatos.
Las tres fincas se
unirán a la dehesa del “Gato” que pertenecía a la S. A. formando de esta suerte
una sola finca de unos 45 kilómetros de longitud y más de ancho (unas 60
lenguas cuadrada aproximadamente). Lo que hace que el Conde de París tenga la
posición de tierra más extensas de toda Andalucía.
El año siguiente en
el mismo diario con el título siguiente: “El Coto se Oñana”.
Este coto es quizá
por su extensión y abundancia de caza sea el más importante que hay en España y
Europa occidental y central y seguro que es el más conocido entre los “sportmen”
ingleses que viajan a nuestro país. Se han celebrado en el cacerías de gran
renombre; tal la verificó para agasajar a Felipe IV y que anda escrita en
crónica e historias y es el mayor ejemplo de fastuosidad que ha podido dar la
antigua opulenta nobleza en obsequio de su soberano. Dicho coto de Doña Ana o
“Oñana”, antigua propiedad del ducado de Medina Sidonia, arrendado actualmente
por los señores Gualterio Buk, don Alejandro Williams y don Pedro Noriega
González, “spormen” de Jerez y anfitriones de grandes cacerías, a las que
suelen concurrir sus amigos de Inglaterra.
En Doñana se caza el
venado y el jabalí, la chocha y la perdiz, el pato y la agachadiza, el conejo y
la liebre, la codorniz y la tórtola; la caza de monte y la de agua; cuanto desea
el cazador en sus fantásticos delirios y sus ansias incansables. ¡Que más
¡Pudieran cazarse camellos y dromedario en cuyo suelo feraz y totalmente
africano se reproducen, como realmente se cazan burros salvajes a lazo, ni más
ni menos como se hacen con los caballos en las Pampas! Burros, si, no lo duden
los pacíficos cazadores de alondras y pinzones. Una de las cosas que más
divierten a los que cazan en el coto es ver manadas de sanos cimarrones o
remontados, que huyen del hombre como diablo de la cruz. Cuando los guardas
necesitan alguno para sus menesteres procuran cazarlo a lazo, y a duras penas
se somete al yugo de la domesticidad.
Otra particularidad
de Doña Ana. Los gatos cervales o monteses están acotados; los dueños de la
posesión les han declarado inviolables; es una de las condiciones del contrato
del arrendamiento les pone a cubierto de las escopetas, trampas, el lazo y el
veneno. Y claro está, hay peste de ellos, y con su fuerza ingénita y sus mañas
destructoras no dejan con vida una perdiz, ni un pato, ni un animal de los que
se ponen delante de sus guarras. ¿Porque esta idea? Se preguntarán algunos
lectores; ¿a qué conduce eso de rebajar la caza fina de ratas de montes y
convertir el florón venatorio de la casa Medina sidonia en una inmensa gatería?
Sencillamente porque Jhon Bull de desvive por cazar gatos cervales, y los
propietarios de la finca aspiran a tener cazadero “sui generis” en España que
es admiración de los ingleses, aun más de lo que ahora lo es.
En cambio, y váyase
el bollo por el coscarrón, se sigue la buena costumbre de no tirar a las
ciervas como lo hacen los señores Calvo de León en “La Mezquitilla”, y todos
los propietarios de “Forest” en Escocia, y todos los cazadores en terreno libre
o ajeno, pero no se debe hacer ni consentir en los propios.
A la montería que se
dio en febrero último asistieron cerca de veinte aficionados, ingleses y
andaluces, y en cuatro días se mataron 16 reses y alguna de caza menor. Por
poca por motivos de los citados gatitos montañeses. La nota más saliente de esa
montería fue el haberse matado una “Cochina mayor” sin señal alguna de
colmillos ni de haberlos tenido, escapada hace meses del corral de unos de los
guardas; pero en cambio tuvieron que echar los suyos los ojeadores para
encontrarla y matarla. Mientras la montería que se celebró en marzo concurrió
don Joaquín Rivero, don Pedro N. González y don Carlos H. Younber, donde le
entraron al señor González nada menos que ocho venados uno tras otros, casi
todos coronados, de los cuales a tiro de rifle, mató dos hirió otros dos que,
por mucho que siguieron, no pudieron cobrar. Que se sepa nunca en las se ha
dado un episodio semejante.
José García Díaz.