martes, 30 de mayo de 2017

Reflexiones de Doña Elena.

                                                                             

En la foto de Pepe Gómez, es sobre Noviembre del 1932.
!Vamos a la feria! 

                           ! Tierras sedientas.!

     Desde hace días algunos diarios provinciales están tomando nota de la importancia que tiene el agua de riego en la economía locales de toda la Comarca.
      En donde puedo afirmar que durante los 16 años de residencia en esta, he seguido estudiando sin parar la evidencia material que existe en el perímetro de Niebla de que los ingenieros hidráulicos ibéricos supieron aprovechar por métodos por demás científicos, unos enormes caudales de agua que existen enterrados, pero a muy pocas profundidad, tanto al Norte como en el Sur de esta ciudad sin par en la prehistoria europea.
        Empecé dichos estudios debido al donativo a este Museo de un mapa geológico de los arenales entre la ribera Sur del río Tinto y el Atlántico. El citado mapa es muy antiguo y anónimo, pero indica claramente la veta  impermeable de barro gris que constituye, por decir, la "madre" de un vasto lago a menos de dos metros, debajo de aquellos arenales, depositados según todos los indicios, por la tremenda catástrofe, llamada en el folklore popular de la religión, como el "Diluvio Universal".
      Funda mi hipótesis personal de la época de este "Diluvio" tradicional, en los grandes depósitos de conchas atlánticas que hallamos en ambos lados de todas las pequeñas ondulaciones en los arenales, que son fósiles que acusan más edad que tiempo que van de 10 o quizá 15 mil años, según me ha explicado algunos geólogos, repasando los ejemplares recogidos por aquí.
     Lo que impone de verdad en el asunto es que hoy día gozamos en Niebla de un surtido inagotable de esa agua purísima, traída "por su pié" de un punto de una legua distante y 50 metros más alto que Niebla. Según cuenta la tradición popular tan arriesgada en toda la vecindad, el agua viene del "Templo del Agua" poco más arriba de los ricos huertos de Bonares, conocido por Valdemorales, pero enterrada al obrar desde tiempo olvidados, con un aljibe, o sea cisterna tan gigantesca que al descubrirlo habría producido otro Diluvio Universal.
     Infortunadamente, yo, si bien estoy honrada tanto con la autorización gubernamental como mis grandes amistades, con los hortelanos bonariegos que poseen los terrenos indicados, para hacer todas las excavaciones precisas, que no he podido emprenderlas hasta el presente por falta de fondos económicos.
     Pero  he examinado todo el trayecto minuciosamente con amigos aficionados como yo a la arqueología hidráulica, y puedo enseñar al mismo señor Bilbao, si me honrara con su visita, los restos visibles del conducto prehistórico que hoy día abastece a los 2.000 y picos de habitantes de Niebla con 250.000 litros de agua potable.
         Gracias a las relaciones amistosas que he tenido siempre con los sucesivos  Ayuntamientos de Niebla, en el año de 1921, el Secretario, don Pedro Barrera, (q. e. p. d.) aficionado como yo a tales estudios, consiguió permiso para que yo registrar lo que yo tenía por rotura en dicho conducto, si bien muchos de aquí la tomaban por "un manantial natural" brotando de la "caliza" (! !) que forma la ribera Este del Tinto, frente a las murallas de la Ciudad alzadas en el peñón, que allí alcanza unos 20 metros de altura.
     La única condición impuesta fue que el mismo señor Secretario presenciara mi excavación del caño, que yo insistí debía hallarse, proveyendo los 80.000 litros diarios que brotan de la llamada "Ollita" por una boca de metal colocada hace como medio siglo por el Ayuntamiento. Y no los grifos por la sencilla razón que no hubo nadie que resistiese la fuerza de la corriente del agua de "la Ollita".
    Evidente está que este conducto, conocido en todo su trayecto por los "Caños de Niebla" no era aprovechado bajo el dominio romano, porque mientras la obra prehistórica yace en mucha parte de su extensión a unos cuatros metros debajo del nivel actual de la tierra, a la vista están restos de otros ecoducto, de labor romana, pero completamente en ruina cimentado sobre el curso del ibérico.
   El conducto fue abastecido de una ranura del antiguo, que  puede verse todavía, si bien estropeada la obra, y nunca trajo ni la centésima parte de la que sale de la también ranura en la labor ibérica por la "Ollita". Cruza el río, donde todavía se ven los tubos romanos destrozados, en ambas riberas cerca del puente del ferrocarril de M. Z. A. y sube la cuesta a la Puerta del Agua, y de allí atraviesa toda la población hacia el Castillo, de donde perduran los restos del hermoso "Acueducto romano" dentro del recinto Norte de la gran fortaleza.
        Hasta el año de 1597, según consta en el Archivo Municipal de esta fecha, la población fue surtida por el mismo conducto romano, pero ya en aquel año se quejaban del abandono y escasez de agua en la fuente de la Puerta del Agua, y, al fin cayó en la ruina más completa, dado que Niebla no tuvo agua potable dentro de su casco municipal, y solo dos fuentes públicas afuera; la de la "Ollita", accesible en el invierno cuando la pasada por el Tinto, y la otra llamada la Fuente  que se encuentra intransitable, solo por el puente romano con dos kilómetros de paseo, y otra llamada la Fuente del Duque, de la cual trato más abajo.
        Para acortar en lo posible historial tan largo, concreto la evidencia material ofrecida refiriendo que en el verano de 1925 yo di después de algunas pesquisas constantes desde 1921, con otro "manantial" en la ribera del Tinto, al pie de las murallas. Desde luego, procedía de otra grieta de la galería prehistórica, cuya obra constituye la pasada referida, de la que nadie se había dado cuenta, más que en las leyendas de los abuelos, que creyeron firmemente que sus padres habían atravesado el río por dichas galerías.
    Yo comprendí enseguida que noté un hilito de agua dulce que debía ser salidero de "los Caños", porque se nota la diferencia del color al medio de un charco del líquido venenoso y amarillento del " río Vitriólico", de los autores clásicos. Cogí unas gotas en la mano para saborearla y era dulce del todo. Enorme tiene que ser la fuerza de la corriente cuando pudo atravesar acaso unos 4 o 5 metros de hondo del fango cobrizo y al llegar en su pureza natural a la superficie.
   Sin perder momento, puse mi hallazgo en conocimiento de entonces Alcalde, don Diego Ramírez Cruzado, quien entusiasmado de tal modo por el beneficio implicado para su pueblo amado, que llamó inmediatamente a los ingenieros indicados para el caso, y a fuerza de garantizar de su peculio los crecidos gastos precisos, mientras no pudiera incluirlos en el presupuesto municipal, ya en el mes de Enero de 1926, Niebla tenía en su plaza central de su recinto la preciosa fuente que hoy vemos con el agua inagotable de los prehistóricos caños de Niebla.
    Y mi persona, sin merecerlo fui premiada por mi humilde intervención en el descubrimiento con ser elegida por el Ayuntamiento "hija adoptiva de la Ciudad", título de honor que yo, que no soy siquiera de nacionalidad española, aprecio más que  fuese un ducado.
     ¿Se habrán convencido los lectores algunos peritos en la materia que efectivamente, existe debajo de aquellos vastos arenales, una cantidad tremenda de agua de fácil explotación para fines agrícolas ? Pero siempre queda algo de más.
    En las faldas de las Sierra de Aracena, al Norte de Niebla, hay otro lago o laguna subterránea de no menos importancia que el que actualmente vierte un caudal de riqueza incalculable por mil riachuelos en la playa del Atlántico, a unos 30 kilómetro de Niebla y demás pueblo de la comarca.
      Este y otro  surtidor, también tiene en pie resto visible de las obras prehistórica, que en tiempo todavía más lejano que la construcción de los Caños trajo agua abundante a la ciudad. Llegaba por un acueducto importante de obra maciza llamado la "Bien Venida" por la tradición, y perdura la "Fuente del Duque", al pie de la muralla Norte de Niebla, abastecida por una cañería misteriosa cuya boca está labrada en la misma roca caliza, de la cual por cierto, nos salen manantiales naturales del peñón donde los iberos levantaban su "Ili--pula" traducción natural de la "Ciudad sobre la Peña" en el idioma de aquella raza preeminente en la cultura primitiva del hombre.
      El objeto de mi persona en molestar  a mis fieles seguidores, con tantos detalles arqueológicos, es de tratar de despertar el interés del benemérito Sindicato de los Agricultores de la Provincia de Huelva en la comprobada existencia de estos dos caudales inagotables de agua subterránea muy cerca de la superficie, por si acaso pudiera aprovecharlo en beneficio de mis amistades obreras en mi pueblo adoptivo, tan castigadas por la espantosa crisis actual de trabajo, sin los grandes gastos preliminares que implican la política hidráulica basada sobre la construcción de pantanos que cuestan muchos millones de pesetas.
                                Elena M. Whishaw.
   Directora de la Escuela AngloHispana--Americana de Arqueología y Miembro de la Sociedad Española de Antropología, Prehistoria y Etnología y de la Asociación Hispano-Americana de Artes y Ciencias, de Cádiz.
    Museo de Niebla, en el año de 1932.
  José García Díaz.



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