jueves, 31 de marzo de 2016

La gitana y el payo.

                                                   
                                                         
                                                             

     Era una gitana morucha, de ojos garzos, grandes y limpísimos, esta gitana trianera que luces su cuerpo garboso, arrebujada por un clásico mantón, que contribuye a que su figura morisca resalte más entre la multitud que desfila por esas calles. Sus ojos negrísimos, traidores, miran derramando sobre los hombres toda la fascinación enervadora, capaz de derretir el corazón más duro.
    Carmen---como la de Merimée--- se llamaba esta morena gitana de cutis bronceado y gesto de sultana del Albaicín. Quisiera amar, como todas, a los hombres de su raza traicionera, que puebla el mundo con su gente antigua, vestigio de otras épocas española de dominación y poderío; pero no puede, es una excepción esta Carmen gitana, pues adora con toda su alma vigorosa a un hombre que no es de su raza, pero ella que aborrece a los suyos, será capaz de llegar al sacrificio de su amor, si alguien se interpone entre ellos.
        Los gitanos jóvenes, valientes y enamorados de Carmen, saben los amores de ésta, y se propuesto asesinar a su novio, antes que consentir que a una gitana le estreche en sus brazos un hombre que no pertenezca a su raza de héroes.
       A oídos de Carmen ha llegado este rumor y temerosa suerte de su novio, está decidida a que nadie toque un pelo a su amado.
    Fue una noche invernal, fría; pero clara y nítida como la Primavera, en que la luna--como lámpara colgante-- iluminaba la calle. Carmen ha salido de su casa envuelta en un mantón de espuma negro. Va decidida a arrastrar su vida y a impedir la emboscada que sus paisanos preparan a su novio.
     Llega al sitio señalado por sus gitanos---tres pretendientes que ella aborrece--- y se sienta junto a un árbol del camino por donde regresa su novio--es periodista---que vive en las afueras de la capital--- y allí espera el momento oportuno.
       Llega al sitio señalado por sus gitanos en cuyos ojos morenos brilla la venganza traidora, que es el lema de esta raza. Carmen procura no ser vista por ellos, y éstos tampoco se dan cuenta del acecho de aquella mujer.
    Las doce suena fatídicas, retumbando en el silencio de la noche. Se oyen los pasos del sentenciado a muerte por los gitanos, que se parapetan convenientemente.
       De repente suena el fogonazo de un revólver y un hombre cae ensangrentado; los otros dos se dan a la fuga; es Carmen que acaba de matar a uno de los gitanos, pero en el momento que va echarse en brazos de su amante estupefacto, unos brazos vigorosos la detienen y ve con asombro que son los de su padre que la ha seguido.
----¿Qué has hecho, miserable?-- le dice.
----Nada, padre. En mi corazón amante y gitano, no podía encerrarse el secreto de la venganza que esos preparaban contra mi novio. Prefiero que muera uno de mi raza, antes que un hombre a quien yo adoro, y que no tiene ninguna culpa si mi corazón loco le busca para que me ame.
----Pero, si ahora tampoco puedes casarte con él.
----Ya lo sé, pero prefiero verlo vivo por ahí, que no muerto traidoramente por unos gitanos.
     Y cayó desmallada en los brazos de su padre, mientras su novio derramaba lágrimas por la gitana hechicera, a quien jamás podría poseer y viviría siempre entre gitanos que no apreciarían la hermosura de su corazón, que solo tenía gitana el nombre, pues era netamente andaluza, alegre y valiente.
   !Pobre gitana morucha, de trenzas negras y relucientes, que matan tu corazón libre, esclavizándolo, sin poder volar como los pajarillos en los árboles frondosos de los paseos...!

      Dentro del apartado de cuentos y leyendas; escogemos este curioso trabajo del periodista, escritor, funcionario  del Consulado francés en Sevilla llamado E. Mor D´ Iverols, donde nos relata unos hechos que fueron cierto acaecido en el pueblo de Castilleja de la Cuesta en 1907, y en donde el novio de la Carmen era su amigo.

José García Díaz.



No hay comentarios:

Publicar un comentario