Se menciona en el Lloyd
Español del 20 de Marzo de 1890 el naufragio del día antes de ayer Sábado sobre
las 7 de la mañana embarrancó en la salida de la barra el vapor inglés de 1.000 toneladas,
“Admiral RooKe”, que cargado con mineral salía para Inglaterra. Se sospecha que
con el vendabal de estos días se ha perdido por completo .El capitán del barco
no pudo conducir con precisión a causa de la fuerte niebla reinante en aquellos
momentos acompañados de tormentas, lo que pidió al oficial del practico esperar
a la nueva marea, con la esperanza de que ésta los pusiese a flote; pero fue
todo lo contrario con entrada de mar gruesa, que empezó a empujar cada vez más
al Admiral Rooke hasta la costa de Castilla, que iba poco a poco enterrándole
en la arena.
Se da la paradoja que
hace cuatro años y medio poco o más en el mismo sitio embarrancó otro vapor
francés llamado el “Marmora” cargado con pipas de vinos que dejó con su
hundimiento centenares en la playa de Torre
Arenilla hasta la de Oro numerosas barricas, que fueron arrojada por el mar
hacia la orilla
Iba a bordo del
navío Admiral RooKe además de los tripulantes, un matrimonio con cinco niños el
mayor de ocho años a nueve años, además de encontrarse la señora embarazada de
ocho meses, y dos pasajeros, don Luís Claus y otro cuyo nombre no conocemos
hasta ahora.
Durante este día los
tripulantes hicieron el gran esfuerzo para llevar un cabo a tierra, pero todo
fue inútiles por la violencia del temporal que puso en inminente peligro la
vida de los marinos ocupados en esta faena.
El día
siguiente Domingo fueron algunas personas a la playa del “Picacho” pero la
falta de medios hizo imposible que le prestaran los socorros necesarios para su
salvamento que su apurada situación pedía. En tan duros momentos, nuestro amigo
el señor don Gabiso Spier, agente comercial de la Compañía de Río Tinto, citó a
todas las tripulaciones de los buques ingleses surto en la bahía, que eran
cinco, y les expuso la situación de los náufragos; por fortuna uno de los
capitanes del navío “Pierremont” tenía dos cohetes lanzas cables y por fortuna
también bastó para llevar al vapor naufragado un cable que por él, en una
especie de saco o bolsa de lona fuesen bien atados por su seguridad descendiendo a la
playa los pasajeros. Estando el cable bien sujeto en tierra y el otro extremo
en la cofa del palo mayor, Esta operación se verifiçó el lunes por la mañana en
donde se produjo el desembarco de la señora embarazada citada anteriormente,
demostrando hasta donde es capaz de llegar el espíritu humano cuando se apodera
de él instinto de conservación de como en medio de una lluvia torrencial que
enviabas las nubes, de las fuertes rompientes
de las olas embravecidas, y de los chasquido y latigazos producido por
el fuerte viento huracanado, cuando el mar amenazaba de un momento a otro
tragarse el buque, esa señora, en el estado que ya se indicó, sube por la
movible escala de alambres hasta lo más alto del palo mayor para convertirse en
un punto de partida de un viaje aéreo. Allí, con los ojos vendados y atada a un
sillón, dejándola descender por el cable suspendida sobre el abismo.
Cuando
descendió a la arena, estaba esta mujer desmallada. Cinco hijos de esta
descendieron después por el cable metido en dos cajones, haciéndolo por fin el
padre, cuyo sufrimiento moral durante tres días que se vio en inminente peligro
junto con toda su familia.
Desembarcado
todos los pasajeros, toda vía quedaba alguna horas más la tripulación a bordo, dudando en
abandonar el buque, hasta que el fin resolvieron hacerlo.
Los náufragos
se mostraron muy agradecidos con los carabineros de la costa, que
les proporcionaron alimento y toda clase de ayuda ya que se encontraban sin
abrigos y castigados por la lluvia y el viento a quienes de nuevo tienen mucho
que agradecerle teniendo que regresar a Huelva en unas lanchas que tomaron en el
estero de la Rábida.
Tenemos que
citar por otra parte la actitud tomada por el valiente y arrojado patrón Manuel
Rodriguez y los marineros Francisco Arroyo, Manuel Gomez, Bautista García, José
Mesa, José Pacheco, que por gestión de la Sociedad de salvamento de náufrago,
salieron de este puerto la tarde del domingo, para socorrer a los náufragos, llegaron
hasta las inmediaciones del Admiral Rooke, y botando una lancha, trataron de
llegar a su costado, pero las bravas olas no permitió el atraque, estando a
punto varias veces de zozobrar. La Sociedad de salvamento de náufrago, encontró
hombres de temple que se atrevieron con peligro de sus vidas a salvar a sus
semejantes, pero el valor, aunque temerario, es inútil en muchas ocasiones, y a
llenar su deficiencia vienen la mecánica y la ciencia de sus aparatos. Lo que
no pudieron hacer estos valerosos marinos. Lo hicieron los carabineros y cuatro
amigos particulares de los náufragos, lanzado desde la playa un cable impulsado
por un cohete que la ciencia ha hecho expresamente para estos casos.
De desear es
que con la ayuda de todos la Sociedad de salvamento de náufrago de Huelva,
pueda hacerse de estos aparatos tan precisos para ejercer la misión a ella encomendada.
El señor
don Luís Claus y el otro acompañante que disponemos aun de su nombre, fueron
trasladados de la playa del “Picacho” en caballería hasta Moguer tomando
después un coche, que los trajo de nuevo a Huelva.
Mientras tanto el buque se hallaba esa
mañana del Domingo enterrado más de diez pies la bodega de proa desfundada y
empezando a entrar el agua en la máquina y las olas barrían su cubierta,
haciéndole crujir cada empuje de la mar, en extremo brava. Desde
entonces, la situación de los de a bordo, empezó a ser en extremo grave. Saltar
a la próxima playa en botes, unas cuantas horas antes hubiera sido cosa fácil,
era en estos momentos imposible sin exponerse a una muerte casi segura.
En el
diario La Provincia este día por la mañana sobre las 10 hora venía entrando el
vapor “Norte” que se encontró de frente con la situación, donde anunciaron sus
tripulantes que el barco Admiral Rooke se encontraba en situación de perdido,
no habiendo permitido la mar prestar socorro a sus tripulantes, viendo el
esfuerzo que hacían para salvarse y salvar el pasaje, y como tres bravos
marineros junto con el piloto, se lanzaron a las olas en un bote, llevando un
cabo desde el vapor para afirmar en tierra un cable por medio de una estaca
para que sirviese de guía y seguridad para poder desembarcar todos. Después de
una lucha titánica con las olas por espacio de muchas horas, pudiendo ganar
tierra, pero perdiendo en la lucha el cabo y el bote que se los llevó la
resaca. Los esfuerzos de estos valientes resultaron inútiles para los que
quedaban a bordo.
Ayer fueron a la playa de Mazagón con
objeto de reconocer el estado del buque y llevarle víveres a los veintes
tripulantes que se encuentran toda vía en la caseta de los carabineros, los señores
Hayne, Spier y otros responsable de la
casa fletadora y propietario del buque con sede en Cádiz, acompañados desde
Moguer, donde le proporcionaron caballerías, por el capitán de carabineros,
nuestro querido amigo señor Goñi. El buque está completamente perdido y destrozado;
en la baja mar se llega a él a pie enjuto, encontrándose hundido en la arena
diez y siete pies. Respeto al material de carga de unas mil toneladas, lo ha
abierto, entrando el agua en la bodega y demás comportamientos que están al
nivel de las mareas. El buque “Admiral RooKe” no tenía más que ocho años de construido.
El capitán Yhon Fister que lo mandaba en este momento era interino; lo hacia en
reemplazo de su hermano, que era el efectivo. Este fue el segundo viaje que
hizo mandado el buque.
La citada compañía
desde Cádiz a enviado tres vapores con el material necesario para el salvamento
de lo que se pueda realizar. Pendiente que de mejores el tiempo, porque aunque con grandes averías es preciso
proceder a descargarle por completo. De todas las maneras es preciso retirarlo
porque es el punto donde se halla encallado puede ofrecer perjuicios para la
navegación.
Por este
motivo la prensa se ha hecho eco de la importancia que tendría una caseta cerca
de la barra una o dos botes salvavidas, algunos aparatos lanza—cable, junto con
aparato telegráfico, en fin, un material con personal, aunque fueran pocos
podrían corregir algunos de estos naufragios.
José García
Díaz.