Marzo de 1974, el Dolmen ,foto de Indalecio Iglesia con Pepe el Carnicero.
El Dolmen de la Lobita.
Acabamos el
Domingo 26 de Enero de 1925 de visitar un grupo de amigo el Dolmen de La Lobita
o mejor aún el dolmen de Candón, ya completamente restaurado y que a nuestro
juicio, tiene el defecto de la poca Luz que se ha dejado que penetre en su
inferior.
Cierto que en sus tiempos primitivos estaba
completamente cerrado; pero como en nuestro días ha pasado a ser un monumento
de estudio, fastidia no solamente al profano, sino al arqueólogo que no puede
hacerse de velas o antorchas, la poca claridad que se le ha dejado para
apreciar en singular estructura y los grabados de las piedras.
Pues si el
objeto ha querido ser restablecido todo en su punto, no ha debido de ponerle
esa puerta de hierro macizo con
alambrada, pues lo típico hubiera sido colocarle una puerta de piedra, como la
tuvieron la mayoría de estos monumentos en sus tiempos primitivos. Y aquí cabe
decirle al profano, que quiere estudiar de todo:! Zapatero a tus zapatos!
Se nos ha asegurado que la Comisión de
Monumentos no conoce todavía el dolmen, ni puede visitarlo por expresa
prohibición del dueño, ni ha dado cuenta de ello a la Real Academia de la
Historia. Si esto es así valiera más que la Comisión se disolviera y esto
cuanto antes, para no hacer el papel destacado que ello representa a pesar de
la protección que les dispensan las leyes; pues no queremos suponer que sea por
ineptitud o miedo de los señores que la componen.
A nuestro juicio
este monumento debe pasar a la propiedad del Estado, por ser el mejor de
Andalucía, y para que pueda ser visitado por todo el mundo sin las cortapisas o
caprichos del señor don " Armando Soto".
Lo que no podemos
conceder los técnicos es el nombre de Soto que claramente le ha dado el
catedrático alemán, pues los dólmenes tanto españoles como extranjero, solo
llevan el nombre de la región o lugar donde se hallan enclavado y donde los
construyeron las razas primitivas, de ningún modo el nombre del propietario de
las fincas, que quiere buscar en ello un autobombo de su personalidad y lo que
es peor si son profano a esta clase de estudios. Así que el dolmen que nos
ocupamos, se llamará siempre en los anales prehistóricos como "El dolmen
de Candón" o el de "La Lobita" por el nombre de la dehesa o
región en que se halla enclavado.
En defecto de cicerone
debía repartirse o venderse una hojita impresa sobre su significado sobre el
tiempo y raza que lo construyeron. De lo contrario ocurre a la mayoría de los
visitantes que salen de allí con los pies fríos y con la cabeza caliente, sin
saber lo que está viendo, como aquel señor, que habiendo pedido un helado, por
primera vez, en un casino de Sevilla, al tomárselo de un solo golpe, gritó
locamente: !Que me quemo! !Que me quemo!.
Además el opúsculo
del Jesuita Oben-Mayer no sirve para el público normal.
Otra cosa haremos
notar, que debido a los caprichos y rarezas que se ha tenido después del
descubrimiento del dolmen, parece que le rodea un silencio sepulcral, no
obstante la popularidad que merece, pues nadie se ocupa de ello, como justo
desdén a la idiosincrasia y al poder cumpliendo sobre ello la paradójica
sentencia: "Si el sabio no aprueba, malo. Si el necio aplaude, peor".
Por don Cristóbal
Jurado Carrillo.