Los toneleros un
oficio olvidado con el tiempo, y marco una etapa en la historia local, ya que
es su mejor tiempo en este pueblo llegó a tener 86 bodegas con sus respectivos lagares
para la elaboración del vino, que suministraban a más de 93 zampuzos en
Huelva, donde en la mayoría lo regentaba vecinos de este pueblo.
Dentro de los
últimos talleres de esta villa, era de propiedad del señor Antonio Rasco y su
hermano en la calle Santa Justa nº 40, y el último era uno pequeño en una casa
particular de la calle del Camino de Niebla, cuyo propietario era mi conocido
Francisco González Raimundo, (Paquillo el Tolenero) fallecido hace pocos años y
dando por terminado la labor de esta profesión, que durante muchos siglos se
encontraba introducida en la vida profesional de este pueblo, donde se
dedicaban a la fabricación de bocoyes y barriles de madera que tras moldearlas
y colocarles anillas alrededor para sujetar la citada pieza, cuya principal
misión era la de preparar y cuidar la maduración del vino, para destinarlo a su
transporte.
Era un trabajo
heredado de varias generaciones, en donde el citado Paco González Raimundo lo
comenzó a practicar desde niño junto con su padre en la bodega de José María
Conejo “El Churruso” la elaboración de las barricas.
El comentaba que
utilizaba la madera de pino, castaño y roble americano que lo adquiría en
las bodegas de la Palma del Condado, mientras que el castaño era el español y
que cada vez es más difícil su adquisición por su poca demanda dentro de esta elaboración,
sin embargo, la madera del pino sueco y del español se encuentra toda la que
necesite pero está descartado para darle sabor al vino, y solo lo empleamos
para la fabricación de barriles pequeños para el transporte de agua, para
destinarlo al servicio casero y el agrícola para el sulfatado de las viñas.
Pero este barril
tuvo su tiempo para el servicio casero en cuando llegó el agua a las viviendas
locales, y dejaron de fabricarse.
Comentaba que las
planchas de metal con que sujetaba el cuerpo de los bocoyes es conocido como
fleje, se compraban en rollo y luego se le iba marcando para hacer el corte a
la medida del volumen de la pieza en construcción según tamaño.
Lo más duro en su trabajo era los encargos que tenía por Ayamonte y Lepe, donde le
pedía la construcción de cubas para ponerlas en los jardines para adornos con
flores, y eso quedaba dentro de una nueva moda, y eran muy complicada su
elaboración para mantenerla en el fuego para moldearla, y tener cuidado de no
partir las tablas.
Lo más curioso del
trabajo y los más vendidos eran los barriles de decoración para los bares, y lo
más pequeños lo tenía como regalo para sus amigos de dos litros de capacidad,
dándole un sabor especial a cualquier bebida alcohólica que se le echase debido
a la solera que mantenía su madera por ser de roble antiguo conservado en los bocoyes
de las antiguas bodegas del Condado.
Decía que los pequeños
barriles que se vende en las tiendas para los turistas, son muy típicos en
nuestro país, que se venden como rosquillas, pero poco duraderos de tiempo ya que
en caso de quedarse seco en algún momento se quedaba flojo, y difícil es su
arreglo para componerlo.
También hay que
destacar los encargos de jarros de madera, que se vio obligado por compromiso.
Por donde “Paquillo el Tonelero” cuando se nos fue nos dejó huérfano de tan
curioso trabajo local.
José García Díaz.
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