martes, 1 de marzo de 2022

Necrópolis prerromana en Niebla.

 


                                                     


                                                              

  Hace unos años, estando una tarde en casa de mi amigo y profesor arqueológico, don Cristóbal Jurado (q.c.p.d.), presbítero de la ciudad de Niebla, hombre de gran cultura y sabiduría y que dedicó una parte de su vida a las Ciencias Arqueológicas, me dijo que la habían avisado unos trabajadores que en el sitio de este término municipal llamado “Estación de Sevilla” (actualmente la de Bonares y Rociana), un compañero de trabajo, cavando en una viña, se había encontrado grandes y enormes sillares que denunciaban la presencia en aquellos lugares de viejas edificaciones.

   Por hacer calor, esperamos que fuera más tarde y nos dirigimos los dos a dicho lugar, el como profesor y yo como alumno, comprobando la veracidad del hallazgo.

   Con grandes esfuerzos levantamos algunas piedras y pudimos observar que contenía restos humanos, por lo cual se dedujo que eran sepulturas. Las sepulturas encontradas fueron tres.

   De su tosca construcción y primitivos materiales empleados en su labor, sacamos como consecuencia su remota antigüedad. Estas sepulturas podemos calcular que son del último periodo de la dominación cartaginesa en la provincia de Huelva, o principio de la época romana.

   Las fosas estaban construida a base de grandes losas de barro cocido, y además demostraban ser de origen caldeo o babilónico, según manifestaba mi citado profesor. Aproximadamente medía unos 70 centímetros de largo por 50 de ancho. En ellas se hallaban colocados los cadáveres boca abajo, según los usos de la antigua Babilonia, apoyándose el cráneo en un gran adobe que le servía de almohada.

   Con gran cuidado pudimos reconocer esto cadáveres, de los cuales dos eran de varones y uno de hembra.

   Cuando lo tocamos, se desintegraron, por lo cual no pudimos tomar medidas de ellos ni sacar otra cosa más, que la cabeza de uno de ellos, la cual aparecía unida a la base del cráneo teniendo lo que actualmente llaman los doctores “fractura conminuta. El otro, tenía hundido el temporal izquierdo, de lo cual se dedujo que había sido producido por piedra lanzadas, con hondas, o eran heridas recibidas en las guerras de aquellas edades.

   Las tres fosas de hallaban reforzadas de grandes ladrillos, formando un grueso muro, cubierta la parte superior por piedras de sillería que revelaban ser poco más o menos, del periodo dolménico o piedra del túmulo funerario.

   En uno de los cadáveres, mi profesor pudo comprobar que se trataba de un hombre de raza negra africana, (iguales a estas sepulturas, y con las mismas características los cadáveres, han sido encontrados en la finca que, en el término de Aljaraque, posee la señorita viuda de don Cristino González, cuyo maxilar inferior de tamaño no normal, se pudo conservar y lo conservó el ingeniero de minas, don Federico Mayboll).


                                                       

En la foto, el arqueòlogo Don Antonio García Bellido, en la finca donde apareció la Necrópolis era en aquel tiempo de mi tíos, y en donde algunos vecinos de Bonares, pudieron rescatar algunas vasijas que fueron reconstruida gozando de gran belleza.

   Sobre la cabeza de estas sepulturas estaba una pila de piedra con señales de grasa requemada, suponiéndose sirviera de recipiente para depositar las carnes o corazón del difunto.

   Las grandes piedras que cubrían las fosas eran adobes con agujeros, los que supusieron hechos para poner en comunicación con la atmosfera el interior de las sepulturas, o tal vez para darle salida a los espíritus de los muertos, o también para dar respiración a las lámparas que quedaban ardiendo y que según sus creencias servían par iluminar las almas de los difuntos en sus viajes a las regiones de un mundo desconocido.

    En los pies estaba cuatro ladrillos formando especie de circulo y todos tenían gravados un segundo circulo, que supusimos fuera un símbolo o imagen de la divinidad solar. También algunas presentaban labores toscas en forma de X, labrada al parecer con los dedos de la mano; pero lo que más nos llamó la atención es que algunos de los citados adobes, aparecía la figura de la mano impresa y extendida, símbolo mitológico de los cartagineses. (Según me comunicó uno de los ingenieros de esta Jefaturas de Minas, igual o parecidos a éstos, se habían encontrado adobes en las minas de Tharsis. Este señor me preguntó el significado de la mano y yo le expliqué el símbolo cartaginés). Parece ser que es el mismo signo, que tiene la estela votinea de Tharsis. Este señor me preguntó el significado de la mano y yo le expliqué el símbolo cartaginés). Parece ser que es el mismo signo que tiene la estela votínea de Tanit, en el templo de Cartago.

    Según don Cristóbal, la mano derecha extendida hacia el cielo o hacia lo desconocido, representará el poderío de la divinidad y quiere decir protección y bendición. Todavía los árabes, en algunas regiones, perpetúan estas viejas tradiciones, colocando manos pintadas en las puertas de sus casas para alejar los maleficios. El rito de la elevación de las manos a la Divinidad es de tradición antiquísima. En el sepulcro del cadáver femenino apareció un objeto parecido a la cabeza de mujer de mármol que recuerda las descubiertas en el Cerro de los Ángeles, o sea, la Tamit cartaginesa.

   Esta cabeza o cosa parecida, fue recogida por mi profesor para llevársela a su museo, y me dijo que con motivo de la próxima visita de una dignidad eclesiástica a Niebla, pensaba dedicarle un artículo de esta hallazgo.

   Por eso, al leer en la prensa, la noticia de que habían sido hallado restos romanos en el subsuelo de Niebla, no me llamó la atención.

Son muchos los que creen que los íberos, con el nombre de tartesios, fueron los que fundaron la ciudad de Niebla, entre ellos Tolomeo, y le dieron nombre que recordaba su país; pues no solo se llamó Ilipula Niebla los tiempos, aproximadamente, de la fundación de Cartago.

    Según el señor Martínez en sus datos epigráficos, la palabra Ilipula, es de origen griego. Parece que Tito Livio, al referirse en sus parajes a esta ciudad, dice que sirvió como punto de avanzada para contener la invasión de los celtas lusitanos. Acercándonos a los tiempos históricos, Plinio llama a Niebla Ilipula, los visigodos Elepla, y los árabes Lebla.

      Las monedas encontradas datan de mucho tiempo después de la fundación de la ciudad, pues según se desprenden le asignan unos 200 años a. de C. y son semejante a la acuñada durante la segunda guerra púnica, siendo en dicha época cuando estableció Escipión soldados en ola frontera del territorio español; época que los tartesios aprovecharon para adoptar parte del lenguaje romano. Estos son los orígenes que hasta ahora se saben de la milenaria ciudad de Niebla.

  Por  el profesor y Miembro de la Real Academia de la Historia don Antonio  García Bellido.

José García Díaz.

 

 

 

 

 

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