jueves, 9 de junio de 2022

La tragedia de un jamón serrano.

 

                                       


¿Pero un jamón puede causar una tragedia? ¡Quien lo duda!

 Todo en esta vida puede ser causa de una tragedia o de un gran bien, según el uso que hagamos de aquello; todo depende de nuestra voluntad.

  El átomo con su desintegración, portentoso invento del siglo XX, nos ofrece incalculables posibilidades de beneficios para la humanidad si se aplica para el bien, o es causa de la muerte y destrucción de naciones enteras si lo empleamos en una bomba atómica que se hace estallar.

   Un magnífico automóvil que tantas ventajas proporciona, puede ser la causa de la desaparición de una familia entera por culpa de un falso viraje o de otra imprudencia parecida; pues el jamón con sus magníficas cualidades alimentarias se puede convertir en la causa de una tragedia familiar.

  Ya es bastante que, con su elevado precio por ser un alimento exquisito y un artículo de lujo, desnivela con su adquisición cualquier presupuesto familiar tanto más si la familia es de modesta condición, pero no es a esta circunstancia a la que queremos referirnos porque al fin y al cabo esto es voluntario y está en nuestra mano el prescindir de comprarlo si no se puede; nos referimos a una auténtica tragedia que fue la causa de la muerte de un hombre.

   El hecho es rigurosamente histórico sin que los artificios de la literatura puedan variarlo.

  Nos encontramos en un pueblecito serrano, pequeño, donde naturalmente se prepara el clásico jamón y era allá por el año 40. Habíamos salido victoriosos de una guerra civil que duró cuatro años, que nos costó muchas vidas y muchas ciudades y pueblos destruidos.

  Había escasez de todo y era natural que la hubiera tanto más cuanto que por la incomprensión de muchas naciones europeas España se encontraba aislada y tenía ante su vista una labor para muchos años.

   Había escasez de la producción por falta de mano de obra, escasez de alimentos, escasez de distribución, de transporte, de todo; era lo inherente a una contienda como la que habíamos tenido. Había sido pueril el tratar  era por la de ocultarlo, antes por el contrario era un título de gloria y con el mismo orgullo que un mutilado por la guerra pasea su mutilación ante el mundo juntamente con su uniforme donde campea la Cruz Laureada de San Fernando y otras distinciones, así el que hubiera padecido escasez podía ostentar también con orgullo los estigmas de estas privaciones por la causa de la guerra y se ésta era por la salvación de España con mucho más motivo.

  En los años 40 del siglo pasado se les llamó el año del hambre.

   En los pueblos empezaron a aparecer enfermedades por carencia, por avitaminosis y las revistas médicas se ocuparon de ello, enfermedades que llevaron a muchos a la muerte.

 Las gentes del campo empezaron a inventar fórmulas de preparación de toda clase de hierbas, pero aquello no era bastante y en muchos pueblos hubo víctimas de inanición.

  En el pueblo de nuestra historia se le ocurrió a alguien para un fin benéfico, tal vez para aliviar la situación de los que padecía escasez, rifar un jamón; y efectivamente así se hizo. Pronto fueron vendidas un buen número de papeletas que todos aceptaron de buen grado, dado el altruista y caritativo objeto de la rifa.

   Ni que decir tiene que todos los que tuvieron conocimiento de la idea coincidían en un solo pensamiento: el que le tocará el jamón al más necesitado.

  La oración colectiva tiene mucha fuerza y el jamón le tocó al que más necesidad tenía.

                                                            


  Impresión fue el no haber nombrado una comisión que se encargara de administrar el alimento tan fuerte como es el jamón a un hambriento y este fue el fallo que le costó la vida, por que aquel hombre cuando se vio con el jamón en sus manos decidió comérselo de una vez y se lo comió…

 ¿Qué sucedió entonces?

  Me parece estaros viendo con las manos en la cabeza, cerrando los ojos y tapándose los oídos como se espera la explosión de un petardo al cual se ha encendido la mecha.

  Sucedió lo que tenía que suceder… que aquel pobre hombre no pudo soportar aquella cantidad de alimento tan fuerte de una vez y se murió.

¿Quién la había podido decir que aquel jamón serrano que podía haber sido la solución de su problema era la causa de su muerte?

 Ignoramos lo que pondría el doctor que extendió la papeleta de defunción si fue por inanición, falta de alimentos o por exceso.

  Con razón decíamos al principio que el jamón también puede ser el origen de una tragedia como esta que acabamos de relataros.

Rafael.

José García Díaz.

 

 

 

 

 

 

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