Un misterio, que podía haberlo tratado Iker Jiménez en su
programa de Cuarto Milenio. Porque de esta aventura se sacaron río de tinta,
que iban de un enfrentamiento con un platillo volante, hasta un combate aéreo
contra un avión Mig- 16 soviético, sobre territorio español.
En donde la prensa
nacional, y la internacional quedaron asombrada por el misterioso e insólito
accidente aéreo, suceso que nunca encontraron una explicación exacta de lo
ocurrido en la provincia de Huelva, donde por suerte no se produjo desgracias
personales. Su balance fue solo la pérdida por el Ejército Francés de seis
reactores de entrenamiento, con un coste de tres millones de francos nuevos
cada uno, unos doscientos dieciséis millones de pesetas en total, y mira por
donde un bonariego fue testigo causal de los hechos.
Resumiendo, los
hechos quedan así, seis aviones reactores monoplazas “Mistere IV” franceses, despegan de la base de Cazaux (Burdeos), a
las 2 menos cuarto de la tarde del 27 de mayo con destino a Sevilla. Es un
vuelo calificado de “turístico”, concedido como premio a la actuación de los
pilotos militares en determinados exámenes, Manda la escuadrilla el capitán
Guers; el resto de los pilotos son los lugartenientes Turina, Bries, el capitán
Bertrand Olivier y el sargento Maistral. Su destino final Sevilla.
El vuelo se presenta
apacible. Pero cuando ya creían divisar la Giralda, por un error, los pilotos
se encuentran en los alrededores de Huelva. El combustible se acaba. Y optan
por la única solución: lanzarse en paracaídas y dejar los aparatos se
estrellasen contra el suelo. Así seis reactores “Mistere” franceses caen en tierra de Huelva, en un radio de sesenta
kilómetros, donde resultaron ilesos.
El misterio empieza
a surgir porque, aun cuando los pilotos insisten en que no les quedaba
queroseno para aproximarse a Sevilla, las autoridades francesas, insisten en
que llevaban suficiente, incluso para regresar a Biarritz. La prensa española
al dar la noticia del suceso, algunas en un breve artículo decían: “Esta vez lamentamos no elogiar el heroísmo
de unos aviadores de Francia que no dudaron en salvarse. La serenidad es
también una asignatura. Y la responsabilidad, un deber”.
Tuvimos que esperar
los días 3 y 4 de junio de este año de 1966, cuando el Ministerio Francés de
los Ejércitos y el Ministerio Español del Aire hacen públicos sendos
comunicados en los que señalan los resultados de las investigaciones llevadas a
cabo, para esclarecer el famoso suceso. Los franceses indican que el jefe de la
patrulla cometió “cierto número de
errores técnicos”, como subestimación inicial de las dificultades de un
viaje de navegación sobre un país extranjero, y errores de navegación al final
del recorrido, parcialmente explicables por una visibilidad mediana.
Los hechos se
produjeron sobre las 6 y media de la tarde del día 27 de mayo, y a poco
corrió por todo Huelva la noticia de que a la altura de Peguerillas había caído
un reactor y que su piloto se había salvado arrojándose en paracaídas. En
efecto, a seis Kilómetros de la capital, en la finca conocida por “La Media
Legua”, cerca de Cardeñas se había estrellado un avión al ser abandonado por su
tripulante cuando volaba a unos mil metros. El ocupante, capitán Bertrand
Oliver de 27 años, descendió en su paracaídas y hubo de luchar para no tropezar
con una conducción eléctrica de alta tensión, cayendo felizmente a unos
centenares de metros del aparato que estaba en llamas.
Al lugar del suceso
acudieron rápidamente número de la Guardia Civil de Tráfico, Policía Municipal
y el Servicio de Extinción de Incendios que, empleando unos doce mil litros de
agua, lograron extinguir el incendio. El avión se había partido en dos y su
morro estaba hincado unos dos metros en la tierra de labor. La cola se hallaba
a unos quince metros del resto. En ella leímos la inscripción “Avions M.
Dassaut IV A N.º 303”, otra inscripción con la marca: “Hispano Suiza. Verdon “.
El capitán Oliber, que se mostraba muy sereno y tranquilo tras el accidente,
permanecía varias horas después junto a los restos del aparato, intentando la
recuperación de su equipaje que se encontraba en la parte del avión empotrada
en el suelo.
El segundo, en el
paraje conocido como “La Tejita “en el campo de Lepe, dos en el coto de Doñana,
uno en Villamanrique de la Condesa cuyo aparato tenía el número 308, y su
piloto recogido. Este aparato estuvo dando voltereta sobre una extensión de
trecientos metros, sobre los que quedaron esparcidos muchos restos del mismos.
Por cierto, el último, donde realmente cayó en el termino de Trigueros, en la
finca “La Lobita”, entre el Arroyo Candón y el Dolmen de Soto.
Este fue observado,
desde muy cerca por varios vecinos de Bonares, entre ellos esa tarde se
encontraba arando la tierra cerca del Río Tinto, Ramón el Carrero que sintió la
fuerte explosión, parecida según el a la ocurrida años antes en el polvorín de
Niebla.
La mula, asustada
provocó que dejara de labrar y recoger los aparejos, para venirse lo más pronto
para el pueblo, por no encontrarse cómodo como era contemplar aquella cantidad
de humo raro y el mal olor que le parecía que desprendía.
La rareza del caso,
comentada por varios diarios de grandes tiradas en aquellos días mantuvieron la
misma explicación cuando se fueron obteniendo detalles. Afirmando que no se
trató de accidentes simultáneos, sino abandono de los aparatos por sus pilotos
al encontrarse todos sin combustible y sin el adecuado aeropuerto donde aterrizar.
Entones hicieron funcionar sus sillones catapultas.
Al día siguiente
de los sucesos, quedaron totalmente localizados los seis aviones franceses
siniestrados, uno cercano de Huelva, otro en Lepe, un tercero en el término de
Trigueros, dos en el Coto de Doñana, y el sexto, en Villamanrique de la
Condesa. Y lo mejor de las suertes es que los aviones no cayeron sobre
ninguna población.
Los aparatos, según
comunicado francés, iban perfectamente equipados con más de mil Kilos de
carburantes en reserva. No se comprende como la escuadrilla perdió contacto con
tierra y se despistó.
A poco rato del accidente
en Peguerilla, llegaron al lugar del suceso el Gobernador civil de la provincia
don Hernán Pérez Cubillas; el coronel Diego Daza Ramírez, hasta hace poco jefe
de la Comandancia de la Guardia Civil de Huelva, que se encontraba en nuestra
ciudad; el comandante jefe de Huelva don José Sansón Merino; el cónsul general
de Francia en Sevilla, que se hallaba con ellos; el representante consular en
Huelva; el delegado provincial de Información y Turismo don Daniel Regalado
Aznar y otras autoridades.
De Sevilla se había
dispuesto, al parecer, la salida de dos helicópteros que recogerían a los
pilotos en los lugares en que se encontraban, pero como al caer la tarde no
habían llegado, el señor Olivier fue trasladado a Huelva donde tras comprobar
los médicos que no padecía lesión alguna y después de agradecer las ayudas
ofrecidas por nuestra primera autoridad civil, quedó a cargo de su Consulado.
Asimismo,
posteriormente fueron llegando los restantes pilotos, que habían caído uno en
Lepe, dos en Almonte, en lugar próximo a la aldea del Rocío donde en esos
momentos llegaban de Huelva, Sevilla y Cádiz las hermandades que durante tres
días van a rendir su anual culto a la Blanca Paloma en la mundialmente romería.
Un quinto aparato cayó en Villablanca, cerca de la frontera portuguesa y el
sexto, en el condado de Niebla y San Juan del Puerto.
El jefe de la
escuadrilla era el capitán Guers, uno de los pilotos recogidos en Almonte. En
Lepe cayó el sargento Jean Charles Maistret, de 28 años. Los otros protagonistas
de la rara aventura eran los tenientes Turino, de Brie y Perene.
El suceso, por lo
insólito, está muy comentado que la providencia por parte de la Virgen del
Rocío, le han librado de la muerte a estos jóvenes militares, dejando el suceso
sólo en una sensible baja material bélico.
A primeras horas
de la noche tomaron tierra sobre el césped del Estadio Municipal de Deportes
dos helicópteros de la Base de Morón, desplazados hasta Huelva para recoger a
los pilotos de los aviones accidentados.
Con relación a los
múltiples accidentes de aviación ocurrido en Huelva, podemos decir que, desde Sevilla,
nos informa que con la escuadrilla francesa viajaba un séptimo avión de
diferentes características que un poco adelantado sobre los restantes tomó
tierra sin novedad en las pistas del aeropuerto de San Pablo. Donde los seis
pilotos de los aparatos siniestrados fueron evacuados a Sevilla, quedando
alojados en la Base Aérea de Tablada. Allí han prestado las primeras
declaraciones a los equipos de información que investigan las causas de los
siniestros.
El cónsul
general de Francia en Sevilla don Edouard D.Blampre estaba en contacto con los
seis pilotos, pero se han negado a hacer declaración alguna, alegando que la
causa estaba siendo informada por el Ejército del Aire español.
Pocas gentes se creyeron la versión oficial, que se publicó por parte de las autoridades, ahí hubo algo raro que aun perdura hasta el día de hoy.
José García Díaz.