Este curioso
caso, sucedió el jueves 12 de julio de 1877.
A través del periódico "El Solfeo", primero y único
diario de su índole que en España se publica, insertará en todos sus números
caricaturas políticas o de costumbres y artículos humorísticos, revistas
cómicas, noticias serias en broma. Etcétera,etc
Sus lemas son:
oposición constante e imparcialidad absoluta.
Justicia seca y caiga
quien caiga, porque esto es nada menos que un diario para músicos y danzantes;
después de esta breve presentación, nos vamos a un curioso pueblo de la
provincia de Huelva.
En Moguer, donde
hay un alcalde que dice haber recibido del Gobierno ese honroso cargo, y que es todo un águila en el oficio, como mis
lectores van a ver.
Antes mis ojos
tengo el formidable bando que acaba de publicar esta criatura, y que acredita
el acierto con que ha procedido el Gobierno en su elección. Por el preámbulo o
empuñadura del mencionado documento se comprenderá en seguida que no es el
alcalde de Moguer un funcionario de tres al cuarto, si no una verdadera
autoridad conservadora, un alcalde transcendental para la humanidad.
He aquí en qué
forma comienza su código de policía urbana, en el Salón Municipal que a la paternal solicitud del Gobierno deben
los dichosos y afortunados habitantes de Moguer.
“Al aceptar el honroso cargo que me han
conferido el Gobierno, cumplo con el primero de mis deberes dictando algunas
disposiciones que juzgo oportunas para imprimir el reposo público y gozar este
vecindario de aquella calma y seguridad que sólo puede permitir la solidez y
vigor de una autoridad basada en principios de justicias.”
Y dicho y hecho.
Esta sólida y vigorosa autoridad, creyendo que “para imprimir el reposo
público” y dejarlo bien impreso y estampado no bastan algunas disposiciones en
corto número, adopta nada menos que 38 en su bando, que pasará a las edades
futuras como un monumento literario y acabado modelo de legislación municipal.
Después de las
teorías de Sr. Cánovas y de las revistas taurinas del “Tío Cándido” no conozco
nada más completo y acabado que las tres docenas y picos de disposiciones
adoptadas por el alcalde de Moguer.
Religión,
política, ciencias artes, agricultura,
industria, comercio, higiene, salubridad, espectáculos públicos y diversiones
privadas, todo, absolutamente todo cae bajo la jurisdicción de ese magnífico
alcalde que entre Romero Robledo y la Divina Providencia han dado a Moguer.
Sobre todo legisla, para todo da reglas a de todo saca multas ese portentoso
bando que pone a su autor, D. José Joaquín Basco y Herrera, simple abogado de
los Tribunales nacionales, al mismo nivel que Zoroastro, Manou, Confucio,
Moisés, Licurgo, Solón, Calderón Callantes y otros grandes legisladores.
En esas 38
disposiciones que desde el 1º del corriente están labrando la dicha de los
afortunados habitantes de Moguer, se prohíbe jugar a la brisca y al tute en
ningún establecimiento o sitio público, aunque “no se aventure dinero,” si no
cantar Avemaría y Salves. También se prohíbe a las caballerías, “de cualquier
clase que sean, pelarse en las calles, si no en el interior de las casas o
extramuros”
Se conoce que para
el alcalde de Moguer, tanto ofende a las costumbres y a la moral el que en un
café o “botellería” (sic) juega a la brisca, como el asno que tiene la osadía
de pelarse en la calle; a uno y a otro impone la misma multa, que, entre
paréntesis, no es floja: veinticinco pesetas.
Pero en ninguna
ocasión da el alcalde de Moguer tan clara muestra de su solida y vigorosa
autoridad como cuando legisla sobre los perros: se conoce que les tiene una
tirria particular.
Oigan ustedes
lo que dice:
“Todos los perros
que tengan dueño llevaran un collar con el nombre de la persona a quien
pertenezcan, y durante la estación de verano un sálamo (bozal) ajustado, que no puedan morder ni causar
daños”
Prescindiendo de
las alcaldadas que la autoridad de Moguer se permite con la sintaxis, y su
poniendo que los perros de esa ciudad tienen un Diccionario de la Lengua mejor
que el mío y por el logran saber que es un sálamo ajustado, cosa que yo no sé,
todavía al plantarse este misterioso utensilio y un collar con el nombre de su
amo no han conseguido los pobres canes ponerse al abrigo de la ley. He aquí lo
que les dice el alcalde a renglón seguido:
“Los perros
alanos, de presa y mastines estarán siempre encerrados, y cundo tenga que
travesar las calles lo harán con el sálamo y sujeto con un cordel o cadena de
un metro de largo a lo más, que han de llevar constantemente en la mano las
personas que los conduzcan, mayores siempre de los diez y seis años”
El alcalde de Moguer
no se contenta con imponer una fuerte multa a los perros que olviden cualquiera
de esos numerosos requisitos, sino que además los insultan sin el menor pudor
gramatical, llamándolos “vagamundos,” y los condenas a perecer por la
estricnina.”
Repito que deploro no poder insertar el bando
completo; es cosa buena. Mas ya que esto es imposible, ahí va su primera
dispocisición como prueba de lo bien que pone la pluma el alcalde de Moguer.
Dice así:
“Dispuesto a
velar con cuidado esmero a que ninguna persona se produzca con expresiones o
hechos que ofendan el respeto debido al autor de nuestra santa religión, a sus
ministros y a la dignidad del templo, o bien promuevan escándalos o incomoden
al vecindario, solo o en número, con palabras o canciones inmorales e impropias
de todo pueblo culto, será castigado con la multa de cinco a veinticinco
pesetas.”
¿No hay una
plaza en la Academia Española o siquiera una gran cruz para el alcalde de Moguer?
José García Díaz.