viernes, 4 de junio de 2021

El vendimiador.

 

                                                  


 Un personaje del campo del Condado.

           Yo le conozco. Se llama José y es vendimiador; más por necesidad que por vocación, Desde que era pequeño trabaja en la viña. Tiene ahora cuarenta y cinco años y la cara surcada por veinte hondas arrugas. Es moreno. Alto. Los ojos ahuevados y nariz perfecta. Las manos del vendimiador son grandes y peludas y los brazos largos y musculosos. Con el torso desnudo pareciendo un amable boxeador con ganas de acariciar las cosas.

 José es un buen hombre, que ama el hogar y la vida familiar. Algunas veces, cuando estamos bebiendo en cualquier taberna, me enseña las palmas de sus callosas manos y se ríe. Se ríe con carcajada de gigante loco. Dice que quisiera tener un hijo por cada callo que le produce el trabajo.

   Mañana vendrá a Rociana el señorito Perico, para contralar las cuadrillas que vendimiará este año su viña. José irá a la “plaza del Mercado” y allí esperará que se fijen en él, como en veranos anteriores.

--: Sí Dios quiere y me dá salú…!

  Claro que Dios querrá, amigo José, y te dará salud, para que todos los sábados puedas llevar a tu casa el bien ganado jornal que con tu honrado trabajo sepas conseguir.

   A las viñas de Rociana viene a vendimiar, a parte de los hijos del pueblo, mucha gente de Portugal, de la vecina Niebla… con sus amplios y redondos sombreros de palma y sus frágiles blusillas. Muchachos y viejo de todo el contorno vinatero. Las viñas de Rociana acogerán a estos hombres preñadas de prietos racimos. Cuando José y sus compañeros lleguen a la viña de del señorito Pedro, de don Celedonio, como le llaman al amo los jóvenes, todo estará preparado; las finas canastas, los rubios redores, los arreos de las mulas…La alegría de la labor inundará entonces la viña.

  Ya está José en la viña. Lo estoy viendo en el recuerdo. Me estoy imaginando, como otras veces, caminar de “madrugada”, apresurado el paso, hacia la viña. Carretera adelante, con su hatillo de ropa al hombro y el canasto de la compra en mano. Lo veo llegar a la viña. Pararse en la entrada de la besana y respirar, como quien ve cumplido un ardiente deseo. Cuando traspase el umbral, cuando pasa del asfalto al verde mar de la viña, será un cortador más, un vendimiador. Todo u perfecto y honorable vendimiador.

 Las faenas de vendimias han comenzado. Buscan ágiles el fruto, las manos de los viñadores. La uva se va rindiendo al paso de las rápidas y bien afiladas navajas. A cada tajo caen, unos tras otros, los pesados gajos. Apresura mente se van llenando las canastas, merced al laborioso esfuerzo del hombre. ¿Ya está! Uno, dos tres,… En fila interminable de monumentos humanos” la uva es trasladada a los redores, Entrecruzan la viña los vendimiadores portando sobre sus hombros la olorosa carga, hasta el almijar, el hombre adquiere un bestial y humano aspecto de autentico protagonista, hundida la cabeza bajo los desbordado capachos o ladeada ligeramente hacia la izquierda, forzada por la obligada molestia de la canasta cabalgando sobre el hombre derecho. Admira ver aquí al hombre, héroe anónimo del mandato de Dios, zambullido en el oleaje del trabajo, ¡sudando la gota del “ganará el pan …!” en real contacto con la madre tierra.

                                                             


  El vendimiador es como un pequeño dios de la producción, que siempre sale victorioso del cansancio, Forzudo que levanta el mundo de las borracheras en sus manos, sin un temblor, sin una duda. Es un buen atleta de los campos andaluces, de andar seguro y morena espaldas, que le salen los codos por la herida camisa, a fuerza de tensar y estirar los nervios.

   Así he visto yo a estos hombres de las viñas, cara al sol de todos los septiembres. Ellos mejor que nadie, escriben a punta de acero de Albacete el prologo maravilloso de la Historia del vino del Condado.

  

          J. de la P.                                        José García Díaz.

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