Una inversión extremadamente necesaria. Este
curioso texto extraído del libro Huelva en su Historia, 4, pgna.328.
Nos
cuenta la importancia que tendría su descontaminación en sus 93 kilómetros de
recorrido. Ya que desde su más remota
antigüedad, se ha caracterizado por no tener vida debida a la contaminación que
recoge al pasar por los yacimientos mineros; el color rojo de las aguas
contaminadas le ha atribuido el nombre que recibe.
En su nacimiento tanto el Tinto como el Odiel,
son ríos con agua limpia y cristalina.
Sin embargo, es en su recorrido donde recibe los efectos naturales contaminantes. El Tinto en concreto es en el
mismo término de las minas, donde recibe las aguas de todos sus afluentes como
la del río Agrio, cuyas aguas ya vienen
contaminadas con sustancias como son: los sulfatos de cobre, de cinc, de
cobalto, y de metales pesados.
Todas las referencias
históricas nos reflejan que el río Tinto nunca ha tenido peces, ni vida y que
sus aguas jamás han podido ser
utilizadas por el ser humano para el uso ni para el riego de los campos.
Sin embargo, las
aguas cristalinas de los ríos podrían ser utilizadas por el ser humano. El
rescate de las aguas del río Tinto hace que sea posible convertir en zonas de
regadíos partes de los términos municipales de Niebla, Bollullos, Bonares,
Lucena, Villarrasa, Triguero, Beas, Moguer, Palos y Huelva.
Tres han sido las
formas propuestas para poder utilizar las aguas
del Tinto.
a)
El
desvío del cauce del río Tinto al del Odiel.
b)
El
trasvase del río en su nacimiento. Esta solución es la defendida por el
prestigioso ingeniero de minas D. Isidro
Pinedo. Ya que el nos dice que el estudios de los transvase fueron realizados
en la década de los años cincuenta, por los ingenieros de caminos Sres.
Villarino y Zapico por encargo del INI.
c)
El
entubamiento de las aguas desde el mismo nacimiento del río llevando sus aguas
a las presa del río Blanco.
Nosotros propugnamos que, bien se ejerciten estas obras para aprovechar
el caudal de los ríos la opción de elegir entre las diferentes formas de
ejercitar estas obras debería ser la técnica más idóneas.
Un trabajo que se está realizando por parte de la Junta de Andalucía es
el estudio de las diferentes emanaciones de las aguas ácidas, y de las
explotaciones mineras abandonadas, para que no viertan estas aguas al río
Odiel.
El ingeniero don Manuel Bolaño sugería en el año de 1930, que el riego
con las aguas del río Tinto y Odiel en la campiñas de Huelva y pueblos
alrededores, podían utilizarse en los regadíos siempre que se evite sus
contactos con las Plantas. Puesto que en dicho caso la proporción de roca
caliza que el suelo contiene en su capa vegetal basta para neutralizar los
elementos ácidos del agua.
Los baños con las aguas del río Tinto, como tratamiento y limpieza de la
piel, era de sobra conocido por los árabes dentro de su tratados de medicina
natural. Costumbre muy motivada en la cultura popular de Bonares, que tras
pasar el invierno y antes del primero de Julio, consistía en la de llevar a los
niños a bañarlos al río antes de marcharse a la playa de Mazagón.
No había más peligro que tener la mala fortuna de tropezar con los
llamados calderones, (nombre con que los parroquianos de mi pueblo les daban a
los agujeros o so bacones producidos en el mismo río, debido a las fuertes
corrientes que durante las grandes riadas del mal tiempo y al tener el suelo de roca caliza fuerte han
perdurado durante años). Estos calderones eran muy solicitados
antiguamente como poza de fermentación y
limpieza de las granas del cáñamo y del lino.
Añadiendo a el mal concepto que había sobre los calderones, era la
costumbre que había de antaño, en este pueblo que en tiempo de pandemia de la
gripe que asolo este pueblo por los años veinte del siglo pasado, era la de
tirar las ropas de los pobres difuntos a dentro de ellos, mientras en los
pueblos de los alrededores, se les prendías fuego.
Ya en siglo XVI, el erudito Rodrigo Caro lo recoge, como costumbre una buena receta y eficaz para
expulsar las lombrices de los bueyes, así como combatir las mataduras de los
equinos, mezclándose con una parte de cal viva y poniéndose en forma de empaste
las corregían.
José García Díaz.
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