viernes, 8 de agosto de 2025

Bonares en la Vicaría de Niebla.

 


                                                                 

 

     Corría por el año de 1750, cuando la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de Asunción de esta villa, era la identidad más influyente en la vida social local, tanto políticamente como económicamente, junto a la siguiente Hermandades: las de las Ánimas, las del Santísimo,  de la Vera Cruz y de la Santa María Salomé, seguido de la Fábrica Parroquial de Bonares, cuyos Mayordomos eran a su vez los Regidores locales, que tenían la capacidad de nombrar cada año a los dos Alcaldes Pedáneos entre ellos, o bien persona adepto al sistema implantado.

     Seguido de aquellas órdenes religiosas que tenían propiedades arrendatarias en este término por los vecinos locales, y aquellos de otros lugares, siendo la mayor de ellas las pertenencias que tenía la Fabrica Parroquial de Niebla, y las Religiosas del Convento de Santa Clara.

    Que, para la recaudación anualmente del diezmo eclesiástico, debían de disponer de los medios necesario para esta labor, que se encontraba alojado en la Vicaría de la vecina Niebla, y esta a su vez se debía al Arzobispado de Sevilla, en donde el vecino que dejase de cumplir con este deber, quedaría bajo la pena de excomunión.

    La Vicaría de Niebla, se encontraba clasificada dentro de la vereda morisca, y la formaba las siguientes Parroquias: la de Santa María, la de Santiago, la de San Martín, la San Miguel y la de San Lorenzo en esta villa, seguida la de Palma, Villarrasa, Villalba, Bollullos del Condado, Almonte, Rociana, Bonares y Lucena del Puerto en su Condado.

     Por donde este pueblo recaudo en este año la suma del diezmo de 3,150 reales, donde ya por si se queda el Cura Párroco con el 30 por %, el Hospital de la Misericordia se queda con el 12, el resto para el Duque y al Arzobispado, la misma cuenta se aplicaba a las 5 parroquias de Niebla, que recaudaban más de 20,000 reales todo un capital en aquella época, donde sin duda los grandes beneficiados eran los veintes eclesiásticos de la Catedral de Sevilla. Mientras la casa de Medina Sidonia, también había cobrado una buena parte de las tercias reales a dos novenos del pueblo de Bonares, juntos con toda las Vicaría de Niebla.

     Quedando otra singular y curiosa pensión procedente de las rentas eclesiásticas, que se daba temporalmente era la “la prestamera” o becas destinadas a los estudiantes pobres, y aquellos que luchaban contra los infieles de la morería, impuesta según alguno estudioso por parte del Rey Sabio, pero la Iglesia que ya por aquellos años, era conocida como Santa y Pecadora, aprovechó que al correr el tiempo se apropió de ella hasta convertirla en beneficio eclesiástico. Por donde la citada “prestamera” pasó a mano de los prelados, donde temporalmente se le abonaban los gastos de los nuevos curas, o aquellos que militaban al servicio de la Iglesia.

     Cuando esta prestamera, se concedía a ciertos individuos como pensión con carácter vitalicia, se le exigía bajo juramento que, dentro de los rezos de las horas canónicas diaria, debía hacerlo con cinco Padrenuestro y cinco avemarías.

      La cuantía, que debía de pagar este pueblo a la renta anual de la citada prestamera, es la misma que se abonó en las rentas pontificales, que supone otro 3,150 real para el buen servicio de la Iglesia Católica y de sus acólitos.

    La fábrica de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de esta villa, junto con sus Hermandades recaudaban unos beneficios económicos como arrendatarios de sus campos agrícolas, juntos con las aportaciones que prestaban y servían a sus feligreses, era la suma de 1,700 reales, donde se quedaban solo con el 11 por % de las llamadas tercias de las fábricas, para gastos de mantenimiento y compra para sus necesidades eclesiástica.

                                                       


          

   Los Curas Párrocos primero de los cinco que había, tenían el derecho de hacer cada año el padrón de sus feligreses, dado queda vecino se le conoce como responsable de tributar, cuando es persona de comunión, es decir que ya ha cumplido la edad de los siete años y se encuentra obligado a confesarse y tomar comunión, ya que en beneficio de la Iglesia se cobraba dos reales por los bautismos, lo mismo con los casamientos que se hacían en las casas de los desposados, y de igual cuantía los funerales.

  Cuando además les quedaban a los Curatos de esta villa, las conocidas “primicias”, que consistía en donar al clero local los primeros frutos quedaban el campo, en canasto por cada cura de la parroquia, las primeras brevas, las uvas, los higos, las granada y demás frutos que daba la temporada, que estuvieran acondicionada a la inclemencia del tiempo, para cobrar además el diezmo sobre las cosechas de los cereales trigo y cebada, todas las semillas, legumbres, carne de cabritos, pollo, gallina, pichones, palomos, huevos, cera, mitas de miel, de las huertas todo lo que produce la tierra, uva, vino y pasas, lana, queso, aceite y aceituna, , bellotas y las tejas y ladrillos, estos impuestos era los considerados como los personales.

      Quedando, aquellos que siembran por primera vez las tierras de baldíos, y tienen además en su propiedad, becerros, vacas, potros, borricos, mulas y caballo. A pesar que este año citado de 1750, este pueblo, junto con toda Andalucía estaba pasando por una fuerte sequía, donde una parte de jornaleros con sus familias pasaron hambre y miseria, tuvieron que colaborar obligados en este año con la aportación de 896 reales.

   Incluso algunos Curas también llegaron a pasar hambrunas, como así se explicaba el Vicario de Huelva, don Antonio Jacobo del Barco “¿Podrá acaso considerarse sin dolor que al tiempo que parecen hambre 30 o 40 clérigos de un pueblo, se enriquezcan 3 o 4 forastero que por favor o fortuna consiguieron las piezas simples que hay en él? Pues a este abuso, digno de toda consideración a V.M. solo se puede ocurrir haciendo beneficiales y pilongos los curatos”.

     Dado que esta situación de pobrezas y miseria que pasaban en ocasiones los Curas, eran sin duda motivado por el mal repartimiento de las rentas impuestas, pero nada comparado con aquellos vecinos braseros que, sin trabajo por falta de jornales, no podían llevarse el pan a su casa para mantener a su familia.

  Dado que en aquellos años el, concepto que había con el “diezmo eclesiástico era una décima parte de todos los frutos, justamente adquiridos, debido a la voluntad del Dios Todopoderoso, en reconocimiento de su universal y su supremo dominio, para que se entreguen a los ministros de la Iglesia”.

    Por este motivo la Iglesia Católica reconocía, a Dios como Donador y Supremo Señor de todos los bienes, teniendo como su gran obra el mantener a los citados ministros de Dios, y después el sobrante para ayudar en el socorro de los pobres.

     En los Archivos de la Catedral de Sevilla, en la Sección II, Mesa Capitular, donde en concepto de productos de la huerta, encontramos las siguientes rentas destinadas al Arzobispo, de los  productos locales, como son las coles, lechugas, rábanos, todos tipos de cebollas, tanto de porretas como de cabeza, llantas o berzas, vinagreras, zanahorias, pepinos o cohombro, todo tipo de calabazas verde o seca, berenjenas perejil, culantro, hierbabuena, nastuerzo, toda clase de ajos, verde o de cabeza, albérchigas, melocotones, brevas, mora, manzanas y ciruela.

  Utilizando fuentes escritas de don Manuel Martín Riego.

José García Díaz.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario