Del Diario de Córdova, del Viernes 6 de
Septiembre de 1918.
Divulgaciones Ciéntificas
Las olas de calor y Polvo.
Dedicado a mi estimado amigo don Enrique Romero de Torres, por su agradecimiento en su labor a favor de su visita a Niebla y en pro de la inauguración de su museo.
Con rara
unanimidad, los partes telegráficos de toda España han comunicado que una
inmensa oleada de calor ardiente y polvo había invadido días pasados a la
inmensa mayoría de las poblaciones del Mediodía y Sur de España, llevando la
temperatura a una graduación poco conocida.
Generalmente no
es frecuente, pero no imposible que se sucedan en España, esta clase de
fenómenos meteorológicos.
Aparte de que en
tales sucesos intervinieron generalmente las grandes cantidades eléctricas
acumuladas en la atmósfera, unidas al calor fiero del sol, es causa fundamental
más admitida, hay que buscarla en los grandes desiertos africanos, especialmente
en el terrible y desolado del Sáhara, de más de 6.ooo kilómetros de extensión,
equivalente a los tercios de la superficie de Europa.
Este gran
desierto fue en la Edad Terciaria una inmensa selva, como el Mediterráneo; más
tarde, quizá en la Era Cuaternaria, los cataclismos terrestre lo convirtieron
en inmenso mar, y, tal vez, coincidiendo con el levantamiento de los Alpes, la
creación de la Atlántica y la formación del Báltico y el Mediterráneo.
Pues bien; en
aquellas imponentes soledades de arena, son muy frecuentes los meteoros
llamados siroco o simún, formados por inmensas trombas de de polvo, que ya transportarla
de un lado a otro sobre la superficie montañosa o dunas arenosas, con una
rapidez vertiginosa, o bien se elevan formando inmensas nubes de arenas, a
tales alturas, que cubren y oscurecen el horizonte como en los grandes eclipses
de sol.
Este gran
desierto al Sur de la cuenca del Mediterráneo, expuestos a rigores de un sol
vertical, se calienta horriblemente, engendrándose corrientes de aire
peligrosas en verano; elevándose el aire por encima de aquellas extensas y
áridas llanuras con gran impetuosidad y dirigiéndose hacia el Norte para dar
paso a las corrientes más frescas del Mediterráneo, lo cual, unido a las grandes
acumulaciones eléctricas, son causas de las temperaturas secas y trombas
terribles.
La extensión que
abarcan, a veces, estos temibles meteoros, suelen ser grandiosa, dejándose
sentir en la Guinea, el Egipto,
Berbería, Arabia, Asiria, Italia, Inglaterra, Grecia, Prusia Meridional,
Turquía y hasta en España, como ha sucedido ahora, con vientos sumamente cálidos,
que arrastran torbellinos de polvo.
Los camellos de
las caravanas son los primeros en anunciar a los viajeros del Sahara el
terrible fenómeno, dando quejidos de dolor y angustia, y corriendo presuroso a
meter sus cabezas en los grupos de juncias y retamas de las dunas o en la
tierra; las aves de los oasis se ocultan en las espesuras; las hienas y otros
animales huyen de un lado a otro, refugiándose en las cuevas, y los árabes y
beduinos del desierto tapan sus rostros y se tienden en el suelo para no
aparecer asfixiados en aquellas atmósfera de fuego y de polvo, que se eleva
desde la tierra al cielo; se retuerce con estridentes silbidos y envían sus
nubes de arena a larga distancias.
El polvo
impalpable que el huracán arrastra se introduce por las narices, ojos, bocas y pulmones,
produciendo la muerte en medio de una agonía lenta y terrible.
Le acompaña un
viento abrasador que quema hasta la carnes, impidiendo su putrefacción, y
secando de tal modo las fauces y la boca que produce una sed devoradora.
Con los efectos
del sirocos son tan desastrosos que. según nos refiere la historia, sepultó al
ejército de Cambices que se componía de 50.000 hombres, bajo una lluvia de
arena y piedras, y en 1805 se quedaron bajo las dunas varias caravanas
compuestas de más de dos mil personas y 18.00 camellos.
A veces, durante
la noche, el siroco se anuncia a los viajeros por medio de vibrantes sonidos, y
como de clarines guerreros, en medio de un imponente y profundo silencio;
sonidos que son producidos por el derrumbamiento y el choque de las arenas de
las dunas, que causan miedo y zozobras en aquellas tristes soledades.
Generalmente
estas trombas y huracanes del Sáhara tienen una velocidad de cincuenta
kilómetros por hora en su marcha diaria; pero llegan largas distancias y leguas
dentro de los mares próximos, que han llegado a formar bancos, dunas e islas.
Se refiere que
en el año de 1870 un terrible ciclón, formado en las extremas llanuras del
Sáhara, invadió a Inglaterra, envolviendo las islas británicas en una extensas
nube de polvo. Y lo propio ha sucedido en otras ocasiones en Sicilia, Grecia,
Italia y otros puntos.
Cristóbal
Jurado. Párroco de Niebla.
El día 11 del mismo mes se publica en el diario Madrileño "El Sol". Para encontrarlo de nuevo en la Revista de Filosofía, Cultura y Educación.
Donde resalta que este ilustrado cura, el día 21 de Mayo de este año, por medio de la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras le han nombrado por unanimidad Académico de la Corporación al citado don Cristóbal Jurado.
El día 11 del mismo mes se publica en el diario Madrileño "El Sol". Para encontrarlo de nuevo en la Revista de Filosofía, Cultura y Educación.
Donde resalta que este ilustrado cura, el día 21 de Mayo de este año, por medio de la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras le han nombrado por unanimidad Académico de la Corporación al citado don Cristóbal Jurado.
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