Mariquilla “La
Espigá”” trinaba con razón, contra don Pedro Márquez, único abogado del pueblo
de Alosno.
Habíale prometido
prometido poner en libertad a su Maoliyo, preso en la cárcel de aquél pueblo
por “destripar un cofre”, y aún no lo había hecho.
Mariquilla no
despreciaba ocasión para pedir a don Pedro la libertad de su gitano´.
---- Misté, zeñó. Zi
mi Manue no ha jecho ná. Zi mi Manue es la persona más honrá del Univerzo. Zi
tíe er corazón más bueno que el que ze frabica. Andosté don Pedro; échemelo
osté fuera del calabozo. Por la salú é sus churunbeles. ¡Permita Dios se vea
zentao en la siya der Pae Zanto, que está en el cielo!.
---- No tengas prisa,
mujer,---replica el abogado.—Hoy he hablado con el juez y me ha dicho que
mañana lo suelta.
----- ¡Bendito sea er señó jué! ¡Qizá Dio que viva cien años
pá que jaga obras de cariá como ésta.—decía la Mariquilla al mismo tiempo que
se alejaba, más contenta que unas pascuas.
Pero la mala
sombra le perseguía. El otro y el otro y el gitano continuaba encerrado. La
gitana no sabía que hacer. Estaba desesperad, y realmente la cosa no era para
menos.
---- ¡Valiente abogao!---decía en el colmo de la
desesperación---¡zi zabrá figurao que yo soy un trompo!...!Permita Dio y ze le
caiga la campanilla a ese malaje!
II
Era una
calurosa tarde del mes de Agosto. El sol parece que se complace en torturar a
todos los habitantes de Alosno, enviándole sus más abrasadores rayos. Era la
hora de la siesta y, por consiguiente, en el pueblo no se “oye ni una mosca.”
En la puerta del
casino de Fernando y bajo una magnifica parra, en torno a una mesa, cuatro
hombres conversan amigablemente.
Son éstos el
abogado, el juez, el cura y el veterinario. Cuatro personajes, en toda la
extensión de la palabra.
“Así las cosas…” ,
acertó a pasar por allí la Mariquilla, con un cesto colgado del brazo y
repleto de medias y calcetines, amén de
una baraja vieja y sucia, con la que solía embaucar a la pobres gentes que aún
creen en tan fantasmagóricas predicciones.
La gitana, al
percibir aquel grupo se acercó a el y con ironía dijo:
------ ¿Otavía no se descerroja a mi Manué?
------- No te pongas pesadas,-- contestó don Pedro.—Ya te he
dicho que no insistas, porque hasta que no llegue la ora no se le pondrá en
libertad.
----- ¡Mardita zea! – exclamó la Mariquilla-
------ Y encarándose con el abogado, le dijo en tono
despreciativo y alejándose rápidamente:
-----¡Andosté, que es osté al revés de San Sebastián!
Intrigados
quedaron los circunstantes con esta grave maldición, y cada se hecho a pensar
el alcance que podía tener.
Así estuvieron
preocupado un par de horas, al cabo de las cuales tuvieron que confesar que no
daban con el “quid.”
Pero no paró ahí
la cosa. Se había empeñado el juez en saberlo y lo conseguirá, según decía él,
“cueste lo que cueste;” para lo cual propuso llamar a la gitana, para que ésta
descifrara el misterioso enigma.
Y así se hiso, y a
los cinco minutos se presentó Mariquilla, temblorosa y tímida, porque temía que
aquellos señores hubieran comprendido el alcance de su maldición.
----- Vamos a ver,
Mariquilla,- dijo el juez.—Es preciso que nos diga lo que le has querido decir
a don Pedro.
---- ¡Na zeñó…, zi no es ná!---respondió.
---- No sea tonta, muchacha,-- volvió a decir el juez—que
decirlo o nó, depende la libertad de tu Manuel.
Y la gitana, al
pensar que dos palabras suyas bastaban para poner en libertad a su Maoliyo,
hizo un esfuerzo de ánimo y dijo:
---- Po misté, don
Pedro es al revés de San Sebastían, porque San Sebastián es el abogado
de la peste mala, y don Pedro ¡ es la peste de los abogados!...
Por
CHARCO---AlONSO, Huelva 1903.
José García Díaz.
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